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Entrevista:ELÍAS QUEREJETA Y LUIS ARCONADA | Centenario de la Real Sociedad

"La cantera; no hay más secreto que la cantera"

"Vaya gol, pibe", le dijo Di Stéfano aquella tarde en que Elías Querejeta le hizo un gol antológico al Madrid. Ocurrió en Atocha, el añorado campo en que Luis Arconada edificó su leyenda. El productor y el mito repasan el glorioso pasado, el duro presente y el incierto futuro de su Real Sociedad.

Una vez, a Elías Querejeta (Hernani, 1934) le preguntaron qué tres cosas le pediría a la vida. "Que dure, que dure y que dure", respondió. ¿Para qué? Para hacer realidad su sueño pendiente, ganar una Copa de Europa con la Real Sociedad, equipo que abandonó siendo un mozo para perseguir su otro anhelo, ya alcanzado: hacer cine. Querejeta, uno de los productores más prolíficos y exitosos del cine español, se tiraría días, semanas, meses, hablando de la Real, su pasión. Es por ello que no se esfuerza en disimular su entusiasmo, casi adolescente ("¿Sí? ¿Con Arconada?"), cuando se le propone un diálogo con Luis Arconada (San Sebastián, 1954), la mayor leyenda del club guipuzcoano, portero de la selección en las Eurocopas de 1980 y 1984 y el Mundial 82. La cita se celebra en el Hotel María Cristina de San Sebastián, horas antes de que la Real, campeona de Liga y Copa en los 80, hoy en Segunda, festeje sus primeros cien años de vida.

Querejeta: "Colgué las botas con 24 años; desde que vi a Charlot quise hacer cine"
Arconada: "El que no tenía miedo a tirarse ni a hacerse daño acababa de portero"
Querejeta: "En Atocha era como si estuvieras entre el público, pero vestido de corto"
Arconada: "Como está montado el fútbol, es casi imposible que la Real repita sus gestas"

Elías Querejeta. Estuve en Zaragoza la última vez que la Real ganó la Copa, en los penaltis, contra el Atlético [1987]. Tú paraste uno.

Luis Arconada. Se lo paré a Quique, un lateral izquierdo.

E. Q. Lo vi, lo vi, pero tú no viste el gol que le marqué al Madrid, en Atocha. Recibí fuera del área, regateé a tres defensas y a Alonso, el portero. Tiré a gol y el balón, suave, sobre el barro, pegó en el palo y no llegó a la red, pero entró. A mi hermano Francis, que estaba en la grada, lo sacaron a hombros. Alberto Machimbarrena me dijo: 'Elías, deja esas cosas que se te han ocurrido. No hagas nada en tu vida, porque nunca harás nada mejor'. Al volver a mi campo, Di Stéfano, el más grande, me dijo. 'Vaya gol, pibe'.

L. A. ¿Estaba ya entonces Echarri?

E. Q. Sí, pero no recuerdo si jugó aquel partido.

L. A: Echarri era mi tío. Central. Capitán. Siendo crío, iba a verle todos los partidos. Desde pequeño he mamado la Real.

E. Q. Yo también. Mi padre tenía un palquito en Atocha. Me encantaba el fútbol.

L. A. Pero tenías otras inquietudes.

E. Q. El cine. Estudié Derecho y Química. De Química me echaron. Un catedrático me acusó de copiar en un examen, en Murcia. 'Está mintiendo', me suelta. 'El único que miente aquí es usted', respondí. Me expedientó. Después estudié Derecho, pero nunca pensé dedicarme a ello.

L. A. Yo estudié Económicas en la Este, en San Sebastián. El futbolista debe ser consciente de que su oficio se acaba pronto. Y si tienes lesiones, antes. Yo siempre tuve claro que tenía que estudiar.

E. Q. En los 50 ya éramos profesionales. Ganábamos muy bien en comparación con el resto. No tanto como ahora, pero...

L. A. Pero el coste de la vida era entonces muy diferente. No se puede establecer una comparación.

E. Q. Ganábamos bien, pero yo quería hacer cine. Desde siempre, desde que un día mi padre llegó a nuestra casa de Hernani con algo oculto sobre el hombro, nos reunió a todos en la buhardilla, puso una sábana en la pared, apagó la luz y sacó un proyector. Fue la primera vez que vi a Charlot. Inolvidable.

EL PAÍS. Ambos son producto, como el gran Iribar, de las playas guipuzcoanas.

E. Q. Empecé a jugar en La Concha. Una vez, recuerdo que jugamos contra la selección de Zarauz. Muchos años después, fui invitado al Bernabéu por Luis Mendoza. En el descanso, me dice uno: 'Soy el alcalde de Zarauz'. 'Pues muy bien', le digo. '¿No te acuerdas? Yo jugué en la selección de Zarauz. Te marqué y te di todas las patadas del mundo'.

L. A. Yo también empecé en la playa. Aquí, en Guipúzcoa, es una tradición. Es muy bonito. Con la marea baja, los niños montan y desmontan las porterías. Ahora juegan con zapatillas, pero nosotros jugábamos con calcetines.

E. Q. Y nosotros descalzos, pero a mí me dejaban jugar con alpargatas porque tenía los pies muy delicados. Una vez, estando mi abuelo en nuestra casa, jugué un partido. Todos se bañaban en el mar menos yo, que no sé nadar, así que me duchaba en casa. Cuando llego, mi madre y mi abuelo hablaban en el pasillo. 'He visto jugar a un chaval rubio, una maravilla', dijo él, y mi madre: 'Aita, al que ha visto usted es a Elías'. '¿Elías? ¡Qué va a ser él! Está bien que quieras a tu hijo, pero de ahí a decir tonterías...'. Mi madre me ve y me llama. 'A ver, aita, ¿era éste o no?'. Mi abuelo se quedó boquiabierto. Desde entonces fui su favorito.

L. A. Ya en la playa mis compañeros empezaron a ponerme bajo los palos. El que no tenía miedo a tirarse ni a hacerse daño, ése era el portero.

E. Q. Mi hermano mayor, José Mari, era portero en el Eibar. Una vez le metí un gol de falta. Había un hueco terrible en la barrera. Uno en la tribuna dijo: 'Cómo se notan que son hermanos'. A mi padre tuvieron que agarrarlo, le quería romper la cara.

L. A. El de portero es el puesto más complicado. Puedes estar muchos minutos sin tocar el balón, venga a pensar, a darle vueltas a la cabeza. En cambio, un jugador de campo corre, se desfoga, se cansa, protesta, se distrae...

E. Q. Eduardo Chillida fue portero de la Real. Tenía su estudio en Hernani y coincidíamos en el tranvía. Una vez me explicó cómo había parado un córner. No veía el balón, pero el espacio indicaba que tenía que estar allí: abrió las manos y el balón se posó. Decía que el fútbol era una cuestión de espacio, como su obra. 'Elías, tienes que dejar el fútbol, puedes dedicarte a otras cosas', me decía.

L. A. La sensación del portero cuando le van a lanzar un penalti es única, allí solo, y frente a él sus diez compañeros, diciéndole: 'Páralo, páralo'. Es ingrato. Tienes tres opciones: izquierda, derecha o quieto. Si te quedas quieto, la gente dice: '¡Por lo menos tírate!'. Y si te tiras a un lado, te dirán: '¡Bastaba con quedarse quieto!'. La única solución es ser profesional, tener estudiado a tu rival. Yo me veía todos los Estudio Estadio y, en un cuaderno, apuntaba los penaltis. Gracias a eso paré infinidad de ellos.

E. Q. Gracias al conocimiento.

L. A. Eso es. Si yo sé que tú, de diez penaltis, nueve los has lanzado a un lado, pues tiro de estadística. También actuaré en función del resultado: si va apretado, el lanzador irá a asegurar por el lado en el que más confianza tiene.

E. Q. Eras un portero magnífico, el mejor que he visto.

L. A. Fueron años mágicos: ganamos títulos, jugamos en Europa...

E. Q. ¡Cómo! ¡Una semifinal de la Copa de Europa contra el Hamburgo, a la postre campeón!

L. A. Hoy no es fácil que un equipo modesto como la Real, en una competición larga, aspire al título. Tal y como está montado el fútbol, con los derechos televisivos que tienen los grandes... En nuestra época sólo había tres extranjeros, existía el derecho de retención... Hoy es casi imposible que se repita una gesta como aquella, que la Real gane dos Ligas y el Athletic otras dos...

E. Q. Pero la Real debería estar en Primera, siempre.

L. A. Por supuesto, pero por una muy mala gestión está en Segunda División.

E. Q. La clave está en la cantera. Antes, había una sucesión espontánea de generaciones: a una camada la sustituía otra, y la Real siempre estaba fuerte.

L. A. El nuevo Consejo ha apostado por la gente de la casa. ¡Es que la Real no tiene otro remedio que tirar de cantera! Por tradición, por identidad, por finanzas... No hay más secreto. Y contratar fuera los puestos en los que no te encuentras fuerte.

E. Q. Aunque esté mal que lo diga, hoy será la primera vez que acuda a Anoeta.

L. A. El nuevo estadio no es un factor determinante, pero no favorece al equipo. En fútbol, tú tienes que presionar al rival, y un factor clave es el público. Si juegas en un estadio de atletismo, todo es más desangelado, la gente se retrae... Estaría bien poder acercar el graderío.

E. Q. En Atocha oías hablar a la gente: gritos, ánimos, insultos. Era como si estuvieras, vestido de futbolista, entre el público.

L. A. Los vestuarios: abrías la puerta y aparecías entre el público. Te asomabas, ya de corto, y hablabas con uno y con otro mientras calentabas... Era familiar.

E. Q. ¿Conociste a Manterola?

L. A. Era el encargado del material. Tenías que demostrarle que las botas estaban rotas para que te diera unas nuevas.

E. Q. Yo no podía jugar con botas nuevas, porque tengo los pies muy delicados. Jugar con botas nuevas era un suplicio.

L. A. Al principio, las botas te las hacía la Real, a medida. Te las tenían que hacer justas, porque luego cedían. Pero cuando aún te estaban justas, te producían rozaduras. Y las rozaduras de la pretemporada eran horribles.

E. Q. ¡Horribles!

L. A. De Atocha, yo siempre recordaré mi debut, contra el Liverpool, en UEFA, 1975. Jugó Toshack: no marcó, pero perdimos. El entrenador, Elizondo, me preguntó: 'Si estás como para echar azúcar a los churros, me lo dices y no juegas'. 'No, no, yo juego'.

E. Q. La segunda Liga también la ganasteis en Atocha.

L. A. Sí, pero la segunda no fue tan especial como la de Gijón. Lo del Molinón fue inenarrable.

E. Q. Yo estaba en Madrid, en un bar, escuchando la radio, y a mi lado el director del Teatro Nacional: '¿Juegas a las quinielas o qué?', me dijo. Le mandé a la mierda y me fui. Ya por la plaza de Benavente, oigo unos gritos: '¡Elías! ¡Elías! ¡La Real ha metido!'. Era mi mujer. ¡El gol de Zamora!

L. A. El año anterior lo habíamos tenido más fácil. Estuvimos casi todo el año invictos, pero perdimos en Sevilla y lo estropeamos. Pensábamos que ya nunca más tendríamos una oportunidad como aquella, pero al año siguiente, de rebote, porque al Barça le entró la pájara, nos encontramos el Madrid y la Real en la última jornada pudiendo ser campeones. En El Molinón perdíamos 2-1, pasaba el tiempo, llovía, y todos pensábamos en lo peor: otra vez lo del año pasado. Pero no.

E. Q. La segunda Liga se la ganasteis en Atocha al Athletic. Al salir del campo, me encontré con un amigo de Eibar, Sarasketa, al que decíamos pistolero. Me dio un abrazo y dijo, indignado: '¡Esos bilbaínos querían ganarnos!'.

L. A. Pues nosotros siempre tuvimos una buena relación con el Athletic.

E. Q. Una vez que jugamos en San Mamés, le pasé un balón en profundidad a Alberto. Carmelo Cedrún salió a sus pies y chocaron. Los dos en camilla. Al día siguiente, en Hierro [periódico bilbaíno], un artículo ponía: 'La Real Suciedad perdió...'. ¡La Real Suciedad!

EL PAÍS. Aún hoy, 25 años después, se comenta que Arconada pudo hacer más en el gol que, en la última jornada, en San Mamés, a la salida de un córner, le dio la segunda Liga al Athletic.

L. A. (Silencio y sonrisa final).

Elías Querejeta (a la izquierda) y Luis Arconada dialogaban el pasado sábado en una estancia del hotel María Cristina de San Sebastián.
Elías Querejeta (a la izquierda) y Luis Arconada dialogaban el pasado sábado en una estancia del hotel María Cristina de San Sebastián.JESÚS URIARTE
Luis Arconada se abraza a Genaro Celayeta tras conquistar la Liga 81-82 en Atocha.
Luis Arconada se abraza a Genaro Celayeta tras conquistar la Liga 81-82 en Atocha.CHEMA CONESA

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