Cárceles y sociedad
En la mayoría de los países democráticos las cárceles son un recurso propio y cualificado de la Administración de justicia. España es el único país de la UE, donde el servicio público penitenciario está, orgánica y funcionalmente, vinculado al Ministerio del Interior.
Han convertido las cárceles en un almacén de personas, pero la retención y la custodia, que son recursos necesarios, no constituyen la finalidad última del cumplimiento de las penas de prisión, sino que habría que trabajar profesionalmente con los presos y sus familias, potenciando las capacidades que tiene cada interno para llevar una vida honrada cuando alcance la libertad.
Precisamente esto es lo que no se está haciendo y lo que condena el Comité de Derechos Humanos de la ONU: el oscurantismo de las cárceles españolas y su desconexión con la sociedad y el entorno inmediato de los internos, lo que les resta posibilidades para la autonomía personal dentro y fuera de la prisión.