Viaje al reino del desierto
Arabia Saudí, uno de los países más inaccesibles al viajero, empieza a abrir sus puertas al turismo cultural y arqueológico. Ciudades del desierto, fuertes otomanos y los fondos marinos del mar Rojo esperan al visitante
Un viaje al pasado. Casas de adobe, calles de tierra. Daraiya es un laberinto fortificado en el que poco ha variado desde la Edad Media. Sólo el silencio revela que el otrora bullicioso oasis hace tiempo que ha cedido su condición de capital a la vecina Riad. Sin embargo, la cautelosa apertura de Arabia Saudí al turismo puede volver a llenar de voces el recinto amurallado de esta ciudad fantasma, donde se hallan los palacios de los ancestros de los Al Saud, la familia reinante.
Pero esta pequeña joya medieval a una veintena de kilómetros de Riad no es el único tesoro que esconde uno de los países más inaccesibles al viajero. Los 2.149.690 kilómetros cuadrados de la península Arábiga que constituyen Arabia Saudí (cuatro veces el tamaño de España y el 90% desierto) guardan, rodeados de arena, lugares arqueológicos, sitios históricos y paisajes naturales prácticamente vírgenes.
Excepción hecha de sus millones de trabajadores extranjeros y de un puñado de hombres de negocios, nada más los peregrinos musulmanes que cada año acuden a La Meca recibían hasta hace muy poco visados para viajar al reino del desierto. El turismo no estaba contemplado y sólo los viajes de los residentes daban alguna ocupación a hoteles, agencias y otros establecimientos preparados para recibir a cientos de miles de personas durante las peregrinaciones, pero desocupados la mayor parte del tiempo.
Tras años de modernización casi compulsiva de las infraestructuras, los gobernantes saudíes han comprendido la importancia de preservar las raíces y su potencial económico. Desde 1996, y de una manera discreta, pequeños grupos de alemanes, británicos, estadounidenses, japoneses y, en menor medida, españoles, han tenido acceso a las ruinas nabateas de Madain Saleh, a la estación de ferrocarril de Al Hijr (en la célebre línea del Hijaz que saboteara Lawrence de Arabia) o a los safaris por el desierto de Rub al Jali (el Cuarto Vacío).
Un público limitado
El experimento parece haber resultado positivo y la Comisión Saudí para el Turismo y las Antigüedades (www.scta.gov.sa) ha empezado a promocionar el país con cautela y entre un público limitado. El temor al choque cultural que la afluencia de visitantes puede suponer para la tradicional sociedad saudí aconseja prudencia. Nada de turismo de masas y siempre en viajes organizados en coordinación con alguna de las agencias locales autorizadas.
El objetivo es atraer a un turista de alto poder adquisitivo, con interés arqueológico y cultural, y respetuoso de la idiosincrasia saudí. No se contempla, de ninguna manera, levantar la prohibición de bebidas alcohólicas que rige en el país y las mujeres tienen que cubrirse con la preceptiva abaya, un manto negro que oculta las formas del cuerpo. Además, aunque la página web citada muestre alguna de sus playas paradisíacas, hombres y mujeres sólo pueden bañarse juntos en los arenales privados de los hoteles especialmente autorizados para ello.
A cambio, el viajero obtiene el privilegio de visitar casi a solas fuertes otomanos, ciudades enterradas en la arena o los fondos marinos inexplorados del mar Rojo saudí. Pero, tal vez más interesante sea la posibilidad de acercarse a una sociedad diferente, que transita sin aparente contradicción entre zocos beduinos donde se venden especias y artesanía y centros comerciales futuristas que ofrecen los últimos caprichos electrónicos libres de impuestos.
El monte inaccesible
De momento, la decisión de abrir esta tierra sagrada del islam a los no musulmanes deja fuera de la visita los lugares santos de La Meca y Medina. Grandes carteles señalan en la autopista las desviaciones para que los "infieles" no pisen, ni siquiera por error, el suelo desde el que Mahoma predicó su doctrina, una religión que hoy siguen 1.200 millones de creyentes en todo el mundo. La Gran Mezquita de La Meca, la Kaaba o el monte Arafat continuarán inaccesibles.
Pero siguiendo el viaje desde Riad en dirección al Oeste, hacia el mar Rojo, se llega a Yedda, el puerto histórico de entrada de la mayoría de los peregrinos y fruto de ese paso, sin duda, la ciudad más abierta de Arabia Saudí. Con sus tres millones y medio de habitantes, la capital de verano del reino (la Corte se traslada allí de abril a octubre) rivaliza con Riad como centro comercial y de negocios.
La restauración de las casas de la ciudad antigua (al Balad) constituye motivo de regocijo. Sus puertas, sus balcones, sus celosías, rememoran la impronta otomana de principios del siglo XIX, tal como la reflejó el catalán Alí Bey. Y también el saber vivir de aquellos conquistadores: las galerías cubiertas (rawashin) permiten que el paso de la brisa de la tarde atenúe el calor que castiga la ciudad durante gran parte del año. Del mismo modo, su altura -son frecuentes los edificios de cuatro y cinco pisos- da sombra a las calles adyacentes y allí es donde se instala el zoco, el corazón de Yedda hasta la moderna construcción del paseo marítimo con sus atracciones, restaurantes y hoteles de lujo.
Hace ya tiempo que los saudíes han cambiado la ventilación natural de los rawashin por el aire acondicionado, pero aún se ven familias acampando en sus jaimas durante los fines de semana para no perder el contacto con el desierto del que vienen. La invitación a compartir una de esas salidas será la mejor experiencia del viaje, que conviene planear tras la gran peregrinación el hach (este año cae en noviembre) y antes de abril cuando el calor se hace insoportable.
» Ángeles Espinosa es autora de El reino del desierto. Arabia Saudí frente a sus contradicciones (Aguilar, Madrid 2006).
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Guía
Información
» Embajada de Arabia Saudí en Madrid (www.arabiasaudi.org; 91 383 43 00). Doctor Álvarez Sierra, 3.
Cómo ir
Visitar Arabia Saudí como viajero independiente resulta casi imposible. Se otorgan visados por motivos laborales, familiares o religiosos, pero hay excepciones. Hobby Tours (915 22 66 47) ofrece un recorrido de una semana por el país, en hotel de cinco estrellas, por 1.200 euros, todo incluido (visado, también). Atención a las fiestas religiosas, los vuelos se colapsan. Ahora se puede reservar para enero porque en septiembre celebran ramadán, y después, shawwal.
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