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Crónica:ventanas / Beacon | viajes
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un tren al paraíso

¿Una excursión fuera de Nueva York? El visitante de la Gran Manzana difícilmente será arrancado de sus avenidas, museos y teatros o quedará hipnotizado por el permanente espectáculo callejero que convierte la ciudad en un inmenso escenario donde siempre pasa algo. Es Nueva York, al fin y al cabo.

Pero hay esfuerzos que compensan la pérdida de una jornada neoyorquina. Los amantes del arte no necesitan excusa alguna para desplazarse hasta Beacon, un pueblecito de veraneo a orillas del río Hudson, a poco más de una hora al norte de Nueva York, donde se encuentra uno de los mayores museos de arte contemporáneo de Estados Unidos. Hasta que se inauguró en 2003, la mayor parte de la colección permanente de la Dia Foundation permanecía en un almacén.

Hay esfuerzos que compensan la pérdida de una jornada neoyorquina

Leonard Riggio, el fundador de la cadena de megalibrerías Barnes & Noble hizo posible uno de esos milagros que sólo suceden en Estados Unidos gracias al generoso tratamiento fiscal de los patrocinios. Riggio sufragó la mayor parte de los 50 millones de dólares que costó convertir una antigua fábrica de estampación de cajas de galletas Nabisco en un templo que guarda lo mejor de la creación minimalista, conceptual y posminimalista de los años sesenta y setenta. Joseph Beuys, Walter De Maria, Donald Judd, Imi Knoebel, Blinky Palermo, Cy Twombly y Andy Warhol fueron algunos de los los artistas de la colección original, la que crearon en los setenta y ochenta los fundadores de Dia, Philippa de Menil -heredera de una fortuna ligada al petróleo- y su marido, el marchante Heiner Friedrich. Posteriormente se incorporaron otros artistas de esa misma generación, como Bernd and Hilla Becher, Louise Bourgeois, On Kawara, Agnes Martin, Bruce Nauman, Gerhard Richter o Richard Serra, entre otros.

En total, Dia Beacon suma casi 22.300 metros cuadrados, en tres niveles, iluminados con la luz natural que entra por las claraboyas. Son megaespacios expositivos en los que la obra de 25 artistas campa a sus anchas sobre un suelo de madera de arce que da un aire íntimo a tanto volumen. Parece difícil pensar en un lugar mejor para mostrar los neones de Dan Flavin, las piezas a base de chatarra de coches de John Chamberlain o las cuatro enormes esculturas de Richard Serra. También hay sitio para las esculturas de cuerda de Fred Sandback, las instalaciones de Beuys o las cajas minimalistas de Judd.

Una auténtica sobredosis creativa que transporta al visitante a años luz de la ciudad que dejó por la mañana. Conviene salir temprano de Central Station y tomar la Hudson Line del servicio de cercanías Metro North. Lo más importante es sentarse en las filas de la parte izquierda del tren y prepararse para unos ochenta minutos de trayecto por una vía que discurre paralela a la orilla derecha del río Hudson.

Tras dejar atrás Harlem y el estadio de los Yankees, el tren abandona Manhattan para enfilar su camino hacia la línea del Hudson. El asfalto queda atrás y la brutal naturaleza estadounidense empieza a abrirse paso. Al otro lado del río, en la margen de Nueva Jersey, se vuelcan sobre el río los Palisades, una formación de acantilados que se extiende a lo largo de 32 kilómetros.

Un poco más arriba, siempre en la margen por la que discurre el tren, se encuentra Sing Sing, cerca de la localidad de Ossining, la mítica prisión que hospedó, entre otros ilustres delincuentes, a Albert Fisco, asesino en serie y caníbal, al mafioso Charles Lucky Luciano o a Ethel y Julios Rosenberg, ejecutados tras ser declarados culpables de espiar para la Unión Soviética. El camino por tren sigue los meandros del río, y a la altura de Garrison puede verse, en la margen opuesta, los edificios de piedra de la academia militar de West Point. Más adelante, el coqueto Cold Spring, si se tiene tiempo, puede merecer una parada. Si no, aguardan las calles de Beacon, que, gracias al empuje de Dia, se ha llenado de galerías y anticuarios.

La hora de viaje en tren es la antesala perfecta para el espectáculo, completamente distinto, que comenzará traspasadas las puertas del Dia Beacon: el mejor arte en medio de un paraíso.

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