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DESDE MI SILLA DE RUEDAS | TOUR 2009 | Duodécima etapa
Columna
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Siesta y fuga

Día de calor en el Tour, día de calor en mi casa también, para ser solidarios. El reloj marca algo más de las tres de la tarde; la modorra me ha ido atrapando según se llenaba el estómago, así que no hay mucha más opción que irse unos minutos a la cama para apaciguar este estado. Una pequeña siesta y luego veo el final de etapa del Tour, me digo. Y aviso que no es sólo vicio, es necesidad. Enciendo el televisor para buscar una referencia, para situarme en la etapa y saber cuanto tiempo podré dormir para cumplir con mis obligaciones. Quedan casi 100 kilómetros y marcha en cabeza una escapada de seis corredores, entre ellos Pelizotti y Egoi Martínez, vigilándose mutuamente hasta la sombra en la dura pugna que tienen por el maillot de lunares rojos de la montaña. Para ellos hoy una pequeña batalla, la guerra que vendrá en Los Alpes.

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La diferencia con respecto al pelotón, que ahora pasa por la zona de avituallamiento es de algo más de cuatro minutos. Una ventaja totalmente asequible para el despreocupado pelotón, que se afana en coger agua fresca y comida. Teóricamente, otra oportunidad de lujo para Cavendish, pero tengo la esperanza de que, siendo seis los fugados, y vista la superioridad del británico en el sprint, ningún equipo quiera colaborar con el Columbia. Sería lo lógico. Así al menos el pulso entre la escapada y el pelotón será más justo, puesto que al equipo del líder, al AG2R, le basta con llevar un ritmo hasta la línea de meta.

Me acuesto tranquilo, 100 kilómetros a 40 y algo de media me dan para casi dos horas de sueño y poder disfrutar aún de los últimos kilómetros. Sueño con algo que no recuerdo y me despierto.

Enciendo de nuevo el televisor y miro al recuadro superior izquierdo. Menos de seis kilómetros a meta y más de seis minutos al pelotón. Hoy la fuga llega, eso me queda claro a pesar de que aún no me he despertado del todo. Miro a la imagen y veo cómo Sorensen ataca a Calzati con una fuerza espantosa. El francés pierde la rueda del danés y abatido, se deja alcanzar por sus antiguos compañeros de fuga. En ese grupo, Pauriol, del Cofidis, pierde también la rueda de los fugados completamente agotado. El calor está haciendo mella, me dice su gesto sobre la bici, aunque supongo que si me pudiese contestar me diría que se me olvidan muchas cosas: los ataques que ha habido hasta que se ha ido la fuga buena, y los kilómetros que llevamos escapados, y el continuo sube-baja del día de hoy, y los días que llevamos ya de Tour, y si me apuras, que estamos ya en julio y yo en febrero andaba ya ganando carreras, a ver qué te piensas.

El ritmo de Sorensen parece inalcanzable para sus ex compañeros de aventura. Me alegraría que ganase, como me alegré el día en el que lo hizo en Ávila, en la Vuelta a España. No son muchas las ocasiones en las que un currela tiene la oportunidad de brillar con luz propia, pero éste es de los que sabe aprovecharlas, así que si gana -parece que va a hacerlo- será una victoria merecida. Me da pena por Egoi, mi cuota de amistad en la fuga del día, pero imagino que ya ha gastado muchas fuerzas por el camino. Además que un final como éste no es su mejor terreno, pero en una fuga nunca sabes qué es lo que puede pasar. Esa era su baza.

Gana el danés, inconmensurable su alegría, y por detrás Cavendish, en su lucha por los puntos del maillot verde, vuelve a demostrar insultantemente quién es el más rápido. Y digo yo que a ver si llegan pronto los Alpes.

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