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Reportaje:ASESINATO POR ENCARGO

Pistoleros a sueldo para matar al jefe

Un grupo de 10 personas es sospechoso de formar parte de la trama urdida para asesinar de un tiro en la nuca, en plena calle, a un directivo del Centro de Convenciones Internacional de Barcelona

Responsable y con ganas de trabajar. Así se autodefinía Jorge M., el colombiano de 22 años acusado de ser el sicario que supuestamente mató de un tiro a Félix Martínez Touriño, director del Centro de Convenciones Internacional de Barcelona (CCIB). Lo de responsable y con ganas de trabajar era lo que Jorge M. decía cuando concurría a una oferta de empleo. Tal vez no -o tal vez sí- se definiera así cuando alguien le propuso matar a Martínez Touriño. Pero una cosa es ser peón, chófer o repartidor de pizzas y otra muy diferente es convertirse en un pistolero a sueldo.

El empresario Touriño fue asesinado de un tiro en la nuca poco después de las ocho de la mañana del pasado 9 de febrero en la confluencia de la calle de Santaló y la Travessera de Gràcia, en pleno centro de Barcelona. El agresor, alto y corpulento, llevaba la cara tapada y huyó sin apoderarse del maletín de la víctima, tras lo que arrojó en un contenedor de escombros una pistola Daewoo DP-51, de fabricación coreana. Un crimen "especialmente ruin y miserable", a decir del intendente de los Mossos d'Esquadra, Josep Lluís Trapero.

Martínez Touriño fue seguido y vigilado por varios integrantes del grupo que intervino en su muerte
La víctima iba a volar a Lyon el día del asesinato para dar cuenta de la conducta de su empleado a los máximos directivos
Los Mossos d'Esquadra van tras los pasos de dos implicados que podrían estar escondidos en Colombia
El supuesto inductor del homicidio es "un hombre normal", un hombre gris, hecho a sí mismo, según los vecinos

El tiro en la nuca, la envergadura del homicida, su audacia, su frialdad, su precipitada huida en un turismo Citroën que le esperaba en las inmediaciones... Todo hacía suponer que Martínez Touriño había sido asesinado por un mercenario. ¿Pero por qué? A sus 36 años, era un empresario de éxito, de una honradez intachable, cuya vida no presentaba ninguna mancha, ningún lunar. No tenía enemigos conocidos. No tenía problemas económicos. Nada que explicara lo inexplicable. Algunos rumores calumniosos surgidos tras su muerte eran sólo eso: rumores falsos, sin fundamento.

Ahora, cuatro meses después, los Mossos d'Esquadra han respondido al enigma: uno de sus empleados, Manuel M. B., encargó supuestamente su muerte al ver en peligro el chiringuito que se había montado prevaliéndose de su cargo. El director del Centro de Convenciones había descubierto los presuntos chanchullos de Manuel y estaba dispuesto a ponerlos fin despidiendo al colaborador desleal. Pero Manuel, sabedor de que esto iba ocurrir, fue quien se anticipó al encargar supuestamente que alguien pusiera fin a la vida de su jefe a cambio de un puñado de billetes: 12.000 euros. Un dinero pagadero en metálico con el fin de no dejar rastro.

Aprovechándose de su cargo como responsable del servicio audiovisual del CCIB, el presunto instigador del crimen obtenía encargos de filmaciones y así conseguía ingresos paralelos. Según fuentes cercanas a la investigación, Manuel comentó el asunto a su hermana y al esposo de ésta, el colombiano Sahid S. Z., quien supuestamente se habría encargado de reclutar a los esbirros.

El plan criminal empezó a fraguarse. Uno de los integrantes de la trama contactó en una discoteca madrileña con Jorge. Y ahí fue cuando surgió la oferta: si mataba a un hombre de Barcelona, recibiría 9.000 euros a cambio. Hasta entonces, el joven había tenido empleos poco cualificados, saltando de uno a otro, con los que lograba un sueldo siempre escaso. Pero nunca había traspasado la legalidad, nunca había tenido ningún tropiezo con la policía. Por eso, a los investigadores les resulta difícil comprender por qué se involucró en un proyecto de tal gravedad. Quedan puntos oscuros en esta historia que no podrán aclararse mientras se mantenga el férreo secreto sumarial impuesto por la juez del caso.

Días antes de su muerte, Martínez Touriño había sido seguido y vigilado por un individuo que se hacía llamar Óscar. Éste le había telefoneado en varias ocasiones con la excusa de comprarle un coche e, incluso, había llegado a entrevistarse con él. En realidad, era un ardid para controlar los movimientos del directivo. El tal Óscar, según los indicios policiales, era en realidad Sahid S. Z., un colombiano casado con María del Pilar, hermana de Manuel, el jefe del área de audiovisuales del CCIB.

El 8 de febrero, la víspera de la muerte de Touriño, los teléfonos de algunos de los implicados en el compló echaban humo. El tráfico de llamadas entre algunos de ellos fue incesante y vertiginoso. Por ejemplo, hubo 17 llamadas entre Sahid y su cuñado Manuel. Éste, además, se entrevistó en un bar de Barcelona con el joven Jorge y presuntamente le urgió a que realizara el encargo lo antes posible porque el tiempo apremiaba, según ha confesado el sicario.

Tales prisas tenían una explicación: Touriño ya tenía sacado un billete para volar al día siguiente, lunes, a la ciudad francesa de Lyon para reunirse con los directivos de la empresa GL Events, que gestiona el Centro de Convenciones Internacional de Barcelona. El objetivo de ese viaje no era otro que dar cuenta de la conducta de Manuel M. a los máximos directivos de la firma.

Cuando Touriño salió de su casa de la calle de Santaló, poco después de las ocho de la mañana del lunes, se encaminaba al aeropuerto para volar a Lyon. Pero el balazo de un pistolero se lo impidió. Fuentes próximas a la investigación han revelado que apenas media hora después del asesinato, algunos de los implicados volvieron a comunicarse telefónicamente, lo que supone un indicio más en su contra.

Los Mossos d'Esquadra tenían ante sí una tarea compleja y con pocos hilos de los que tirar. En la pistola homicida no hallaron huellas dactilares del sicario. Tampoco las había en la carrocería de un taxi en el que el matón, según los testigos, se había apoyado durante su huida.

El intendente Trapero ha dicho que el pistolero fue identificado poco después del asesinato gracias al retrato-robot elaborado a partir de las declaraciones de los testigos y de las imágenes captadas por las cámaras de seguridad de varios establecimientos.

Los encargados del caso descubrieron que María Pilar era propietaria de una moto Harley Davidson, la cual vendió con posterioridad al asesinato. Y que la familia poseía también un Nissan Pathfinder. Esto fue una pista clave, ya que los policías tenían en su poder unas imágenes captadas por una cámara en la que se apreciaba un todoterreno, aparcado en las inmediaciones del domicilio de la víctima la víspera de su muerte. También se vislumbraba cómo los ocupantes contactaban con otras personas que iban en un Citroën. Curiosamente, un coche de la misma marca había sido visto el 9 de febrero huyendo a toda máquina por la confluencia de las calles de Muntaner y Diagonal.

A mayor abundamiento, un Citroën había sido captado por las cámaras de seguridad del garaje de Martínez Touriño, lo que indujo a los investigadores a sospechar que sus ocupantes también habían entrado en ese aparcamiento para controlar y preparar la emboscada criminal.

Las pesquisas recogen declaraciones que apuntan a que tanto María del Pilar como su marido y su hermano colaboraron presuntamente en el seguimiento de la víctima. También habrían hecho lo mismo un colombiano llamado Yader J. -aún no localizado ni detenido- y Jorge M., el supuesto autor del disparo. Otras personas vinculadas a ellos aportaron el arma homicida y el coche o bien dieron apoyo logístico al grupo. Una especie de comando heterogéneo. Sólo tres días después del crimen, María del Pilar viajó a Colombia y más tarde regresó a Barcelona. Pero en marzo pasado dio de baja en el colegio a sus hijos y volvió a volar a Colombia días después de que lo hubiera hecho su esposo Sahid.

Los Mossos d'Esquadra, ante la sospechosa marcha de la pareja a Suramérica, decidieron volcarse en esta pista. Los teléfonos de la pareja fueron algunos de los 40 que estuvieron pinchados con autorización judicial. Gracias a las escuchas, los agentes comprobaron a principios del pasado junio la desesperación con que María del Pilar y Sahid se quejaban ante su familia en España por la precaria situación económica en que se hallaban.

En una de las llamadas, María del Pilar se lamentaba, de forma críptica, de que su hermano Manuel había acordado "una cosa" con su esposo Sahid y que aquel no había cumplido su compromiso. En otra, Sahid, visiblemente agobiado, llegaba a decir que estaba dispuesto a arriesgarse a volver a España: "Me subo para allá y que sea lo que Dios quiera". ¿Qué sería esa "cosa" que Manuel no les había mandado y debería haber mandado? María del Pilar, que conoció a su esposo hace 10 años, cuando ella era enfermera en una prisión en la que él fue encarcelado en 1997 por narcotráfico, retornó de Colombia a Barcelona el pasado 27 de junio. Fue detenida nada más pisar el aeropuerto de El Prat. Ése era el momento que estaba esperando la policía para poner en marcha la redada, puesto que desde semanas antes ya tenía controlados a la mayoría de los supuestos implicados. Tanto es así que un equipo conjunto de mossos y guardias civiles de la Unidad Central Operativa (UCO) y de la Zona de Cataluña se había desplazado a la Comunidad de Madrid para tener cercados y vigilados a los sospechosos.

A mediados del pasado junio, la operación se puso al rojo vivo. Por esas fechas, un grupo de jardineros, barrenderos y operarios de obras adecentaban una zona de la calle de Felipe II en Parla (Madrid). Vestían monos y chalecos reflectantes. Pero un vecino avispado sospechó de aquellos operarios: "A mí me parecieron policías. Me dio la impresión de que estaban disimulando y que en realidad vigilaban a alguien". No andaba equivocado: eran guardias civiles y mossos d'esquadra, que aguardaban al joven Jorge.

El supuesto sicario atravesaba una mala situación personal. Cambiaba de domicilio con frecuencia. A veces desaparecía de su casa durante dos o tres días y regresaba a últimas horas de la noche. Barajó la posibilidad de marcharse de Madrid en busca de nuevos aires, pero finalmente desistió. Pero en ningún momento aparentó estar inquieto por la posibilidad de que la policía le pisara los talones.

El muchacho se había mudado recientemente a un piso de Parla. Había alquilado una habitación -200 euros al mes- tras ver un anuncio pegado en el tablón de un locutorio público. El joven llevaba en España varios años. Desde 2005 había trabajado en una empresa de pavimentación de Leganés, había sido conductor de camionetas, vigilante de seguridad, repartidor de pizzas a domicilio y empleado de una empresa de conservación del alcantarillado.

En marzo de 2008, Jorge inscribió en el Registro Mercantil una empresa de transportes en la que él mismo figuraba como administrador único, con sede en la calle del Priorato, de Leganés (Madrid). Pero sin que se sepa por qué, dejó de ser chófer y autopatrono y, a comienzos de 2009, empezó a trabajar de peón de albañil en una firma recién creada en Leganés por un familiar de su compañera sentimental.

Al mismo tiempo que era detenida María del Pilar M. en Barcelona, Jorge era arrestado en Parla. Los falsos barrenderos y jardineros cayeron sobre él y lo apresaron en plena calle, a unos metros de su domicilio. Lo mismo sucedió con su novia y otros familiares y amigos residentes en Madrid, Leganés y el pueblo toledano de Seseña (famoso por la macrourbanización edificada por Paco Hernando, El Pocero). En total, ocho arrestados -cuatro hombres y cuatro mujeres- por su presunta implicación en el entramado criminal. Entre ellos destaca Manuel M., que fue capturado en su segunda residencia, una vivienda del municipio costero de Roda de Barà (Tarragona).

La policía está ahora tras la pista de Sahid S., el cuñado del presunto inductor del asesinato, y el colombiano Yader J., sobre el que recaen sospechas de que era el conductor del coche Citroën en que escapó el pistolero tras descerrajar un tiro a Touriño. Posiblemente ambos están ocultos en algún punto de Colombia.

La juez de instrucción número 18 de Barcelona, Carmen García Martínez, decretó el encarcelamiento de Jorge M., que, según fuentes de la investigación, admitió su implicación en los hechos; Manuel M., su hermana María del Pilar, y Juan Edgar T. G., acusado éste de haber cedido supuestamente el coche empleado en el asesinato. Las otras cuatro personas detenidas quedaron en libertad con cargos de encubrimiento o receptación de objetos de dudosa procedencia.

Manuel M., el presunto inductor del asesinato, se ha negado a declarar, tanto ante la policía como ante la juez, acogiéndose a su derecho a guardar silencio. Según fuentes del caso, está a la espera de que la magistrada levante el secreto del sumario para conocer así los indicios o las pruebas que hay contra él.

Casado con una empleada de El Corte Inglés, padre de dos hijos, domiciliado en Cornellá, se hizo a sí mismo y logró un buen nivel profesional y económico en el sector de la producción audiovisual gracias a su obsesión por el trabajo. Quienes le conocen se limitan a dibujarle como "un hombre normal", un hombre gris. Nadie se explica qué pasó por su mente -si se confirman plenamente las acusaciones- para maquinar un plan tan perverso. -

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