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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Arquitectura de la desconexión

La desaparición de una anciana, afectada de alzhéimer, en el entorno rural de la costa del mar Negro pone en marcha la trama de La caja de Pandora: una reunificación fraterna de urgencia que sacará a la luz un tejido de desconexiones que ha suplantado el lugar de lo que alguna vez fue una familia pero que, irremediablemente, ya no funciona como tal. La madre reencontrada -interpretada por la nonagenaria Tsilla Chelton, que fue la anciana terrible de ¿Qué hacemos con la abuela? (1990) de Étienne Chatiliez- se convertirá en la carga de culpa y la reminiscencia de ese orden doméstico fracturado que los tres hermanos -un tríptico de fracasos vitales de mediana edad: de la presunta integrada con hijo adolescente y problemático al outsider vocacional, pasando por la afectada de un crónico déficit de autoes-tima- deberán llevar consigo a un Estambul vaciado de encanto en un proceso que no hará sino subrayar su respectivo desamparo vital.

LA CAJA DE PANDORA

Dirección: Yesim Ustaoglu.

Intérpretes: Tsilla Chelton, Derya Alabora, Onur Ünsal, Ovül Avkiran, Osman Sonant.

Género: Drama. Turquía, 2008. Duración: 112 minutos.

La obra obtuvo la Concha de Oro en el pasado Festival de San Sebastián

Cuarto largometraje de la cineasta turca Yesim Ustaoglu, La caja de Pandora es un trabajo que no anda corto de ambición: tras el retrato de familia hecho añicos, la directora -que en sus anteriores trabajos había dejado filtrar algunas cargas de profundidad sobre el pasado político reciente de su país- dibuja un paisaje colectivo regido por el aislamiento, por la erosión de todo mecanismo orientado a fortalecer un sentido de la comunidad: Estambul se revela territorio de una inquietante conformidad, escenario de una globalización del alma que nutre aspiraciones medianas y genera esas frustraciones de baja graduación que rara vez maduran en tragedia.

Ustaoglu cuenta su historia sin exasperar en ningún momento el tono, pero también sin afirmar una mirada personal o una marcada voluntad de estilo en sus planteamientos formales. Da la impresión de que su película se sostiene sobre el ensimismado estado de ánimo que, con sus diversas modulaciones, comparten los tres hermanos protagonistas -entre los que destaca la actriz Ovül Aykyran-. Quizá hay que agradecer a la apuesta de la cineasta por ese tono a ratos exasperante que, en el tramo final, cuando explora el vínculo silencioso entre la anciana sin más recuerdos que los esenciales y el nieto sin aparentes perspectivas de futuro, se esquive todo sentimentalismo, a pesar de que la situación no se libre de la molesta aureola del tópico.

En la pasada edición del Festival de San Sebastián, La caja de Pandora obtuvo la Concha de Oro a la mejor película y la Concha de Plata a la mejor actriz por el trabajo de Tsilla Chelton -ex aequo con Melissa Leo, por Frozen River-. Habida cuenta de que todo palmarés no tiene necesariamente que sentar cátedra sobre lo que merece figurar en la gran historia del cine, es mejor ahorrarse la energía que uno gastaría alarmándose por determinadas decisiones. No me malinterpreten: La caja de Pandora es una película notable, pero este crítico no puede evitar preguntarse qué llevó a los miembros de ese jurado a decantarse por la corrección de este trabajo, obviando la excelencia de Still Walking, de Hirokazu Koreeda.

Fotograma de <i>La caja de Pandora.</i>
Fotograma de La caja de Pandora.
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