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Más de 800 niños descubren en Silleda los juegos tradicionales

El IV Encontro escolar recibió a 20 colegios de toda Galicia

Cuando a las 10.30 se abrieron las puertas del recinto ferial de Silleda (Pontevedra), en la explanada del aparcamiento ya se contaban 20 autocares, uno por colegio. Unos 850 niños de Primaria y ESO de toda Galicia se habían preinscrito para participar en el IV Encontro Escolar de Xogos Tradicionais, y ayer, en los pequeños parques de césped del complejo, el equipo de Brinquedia les mostró cómo se puede jugar sin máquinas ni tecnología; utilizando como único motor el de sus pies y manos, y como energía, sus ganas.

"Tenéis que mezclaros y hacer equipos", explica el monitor del juego del pañuelo. El circuito se compone de más de 20 juegos tradicionales, y en cada instalación se coloca uno o dos jóvenes que enseñan el funcionamiento y las reglas. "Muchos no conocen el juego", cuenta Jessica, que capitanea el brilé, "y cuando lo descubren, como cada colegio tiene sus reglas, tenemos que unificar". Lo dice una de las pocas monitoras que conoce prácticamente todos los juegos del circuito. Otros son tan jóvenes que no han visto ninguno de los juegos en su vida. "Yo estoy en el de las siete y media y no había jugado jamás", explica Noelia. Paula y Andrea, de 11 años y carrillos rojos del esfuerzo, sólo conocen el brilé y el pañuelo. "Pero nos están encantando", responden antes de volver a marcharse corriendo hacia el potro.

La mañana transcurre entre un taller de papiroflexia, una sala de actividades musicales y el enorme circuito de juegos. Los niños, que llegan con su profesor, van esperando su turno para competir en el parque. El del pañuelo, las carreras de sacos, la rayuela, el brilé, el gato y el ratón, los tres pies, pase misí, la porca son los más concurridos, pero hay momentos en que apenas hay zancos suficientes para todos los que esperan. "A esto jugaba de pequeño", explica un padre a su hijo, mientras intenta sin éxito mantener el equilibrio sobre los zancos. "Papá, no te puedes quedar quieto, porque si no, no anda".

Las carrilanas (una pequeña tabla con dos ruedas detrás y otra delante dirigida por un eje) no pararon de correr, ni un momento, por la enorme explanada asfaltada en la que se ha simulado un circuito. Sólo la hora de comer dio un respiro a los pequeños vehículos, y los monitores se llevaron algunas para poder arreglarles las ruedas.

Pasadas las dos de la tarde, los centenares de escolares se perdieron en un pequeño bosque aledaño, con sus neveras, tarteras y bocadillos. Mientras, el equipo de Brinquedia, colocaba los nuevos juegos para la sesión de la tarde, donde los cuentacuentos fueron la estrella para un final de jornada en el que más de uno, seguro, volvió durmiendo todo el trayecto.

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