El goce de lo común
Jasper Morrison y Naoto Fukasawa buscan objetos de diseño tan práctico que nadie repare en él
Tan bueno que no se ve. Dos diseñadores cosmopolitas, el inglés Jasper Morrison y el japonés Naoto Fukasawa, iniciaron hace un par de años una particular reivindicación de los placeres cotidianos. Defendían un diseño que llamaban "supernatural". Era el goce de lo común: lo ordinario convertido en extraordinario. Su cruzada buscaba llamar la atención sobre magníficos productos anónimos, como el clip o el palillo, que acompañan toda nuestra existencia pero jamás nos molestan. Nadie se cansa nunca de un diseño así.
Que seamos incapaces de asociar un objeto a un tiempo, o a un lugar prueba la calidad de su diseño. Más allá de aplaudir lo que funciona, lo que permanece y lo que uno apenas percibe, Morrison y Fukasawa querían romper una lanza a favor de lo tranquilo, lo "supernormal", "las piezas en las que reparamos sólo cuando no las tenemos", explica Morrison. "Cuando algo se rompe y necesitas comprarlo de nuevo... eso es un buen diseño. A diario, en casa, apenas vemos esos objetos. Pero cuando en una vivienda que no es la nuestra no encontramos lámpara de lectura junto a la cama o un pelador de patatas que funcione, nos damos cuenta de su importancia. Es entonces, cuando su ausencia delata su grandeza. Y cuando aprendemos a ver lo extraordinario en lo ordinario".
Morrison y Fukasawa diseñan ambos desde la tranquilidad. Y desde la paciencia. No servirían para llenar esta sección. Ajenos a las modas y a las tendencias, los dos buscan objetos eternos y, sin embargo, fácilmente remplazables. Esa voluntad de permanencia discreta podría pretender atascar el progreso en el diseño de los objetos. Todo lo contrario. Morrison niega ser un conservador. Pero cree en la búsqueda del progreso en el pasado. Piensa, por ejemplo, que una silla de café siempre hará que nos sintamos bien, en parte gracias a su discreción. "Pero eso no implica que sigamos utilizando las sillas que Thonet producía para los cafés del siglo XIX". Él mismo ha puesto al día los asientos de esos cafés con una pieza de madera y plástico, la silla Basel, que Vitra actualizó recientemente.
En esa línea de productos que perpetúan las tradiciones, Morrison, "otro diseñador más metido a viticultor", como él mismo se describe, ha ideado para Alessi un juego de vasos y copas en los que "poder disfrutar de un buen vino tinto sin que la copa tenga que ocupar media mesa". Confiesa que las grandes copas, como los grandes platos, le intimidan. Que se puede disfrutar lo mismo llenando la copa poco a poco y lavándola luego en el lavaplatos. Dice que le gusta más la compañía del ingenio, el de su sacacorchos Sócrates (también producido por Alessi) que la tentación de los grandes tamaños o los platos de colores. "Los colores son un riesgo. Pueden alegrar. Pero mal utilizados dan dolor de cabeza: generan contaminación visual", señala.
Lo supernatural no es la receta de Morrison contra la crisis. Es su truco para la buena vida. A diario. Llámenlo falta de pretensión. O tener las cosas claras: lo importante es importante, y el resto, accesorio. Así, no es de extrañar que su diseño no cambie con la coyuntura económica. Morrison es también supernatural en tiempos de bonanza económica. Las piezas de café, los vasos o las vajillas de Alessi se venden como Top design at Pop price (gran diseño a precios populares). La escueta butaca Monopod, que el diseñador ideara como pieza única, ha llegado ahora a la cadena de producción. A partir de ahora, Vitra la produce para llevar lo supernatural a viviendas con poco espacio aunque, eso sí, cierto presupuesto.
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