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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El automóvil se hunde

La crisis de las grandes marcas de Detroit amenaza el mercado automovilístico mundial

La fabricación de automóviles es la actividad industrial que está sufriendo el impacto más grave de la recesión mundial y de la crisis financiera que la ha provocado o favorecido. Los daños económicos en el mercado automovilístico incluyen el hundimiento de las ventas en casi todos los países del mundo, que en algunos casos, como en España, superan el 50%, y el riesgo de quiebra de empresas emblemáticas no sólo de la producción de coches, sino incluso del propio capitalismo, como General Motors. Chrysler, Ford y sus filiales mundiales atraviesan también por agobiantes dificultades. La mística de Detroit agoniza. Si General Motors y Chrysler no han cerrado se debe a la respiración asistida de las ayudas públicas. GM perdió casi 31.000 millones de dólares en 2008 y necesita de ayudas públicas de 30.000 millones de aquí a 2011 sólo para sobrevivir; y ello con el requisito añadido de un ajuste draconiano del empleo que implicará el despido de 47.000 trabajadores este año.

No es un secreto que una quiebra de GM o de Chrysler y Ford arrastraría a gran parte de la riqueza y el empleo que genera la industria automovilística en el mundo. GM ha advertido -o amenazado- con el cierre de tres plantas de Opel en Alemania si no recibe apoyos públicos para mantener la producción y el empleo. En España, la planta de Opel en Figueruelas todavía no está en el punto de mira del ajuste mundial, pero puede estarlo. Y los mismos temores cabe expresar sobre la producción de Ford en Almusafes. A efectos de cálculo sobre el daño que puede causar una crisis prolongada del automóvil, recuérdese que en España, directa e indirectamente, representa en torno al 5% del PIB y casi el 8% del empleo.

Pero si la crisis es única, las razones son diversas. GM, Ford y Chrysler son ejemplos de deficientes modelos de producción y comercialización. Fabricaban, y todavía lo hacen, automóviles demasiado grandes para las nuevas condiciones financieras y de consumo y, además, no cortaron la excesiva proliferación de marcas. En su caso, requieren una reconversión profunda que el gobierno de Obama tendrá que imponer a cambio de las ayudas. Y el primer paso de ese ajuste tiene que ser la venta de gran parte de las marcas que lastran sus cuentas de resultados.

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En España, la ruina del mercado se debe al desplome de la demanda. Los compradores potenciales temen por sus empleos y no encuentran facilidades financieras para adquirir bienes duraderos. Tampoco ayudan las disensiones políticas sobre la forma más adecuada para apoyar el mercado automovilístico. El primer Plan Vive no consiguió incentivar la modernización del parque automovilístico. Pedro Solbes y Miguel Sebastián no se ponen de acuerdo sobre si han de concederse ayudas directas a los compradores. Las discrepancias momentáneas importan poco si, a cambio, se trabaja conjuntamente para ofrecer soluciones eficaces. Pero, de nuevo, se ha recurrido al parcheo con un Plan Vive II cuyos beneficios están por ver.

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