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El vuelco electoral | País Vasco
Columna
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Victorias y mayorías

El escrutinio electoral del domingo ha dado la victoria en Galicia a las listas del Partido Popular, lideradas por Alberto Núñez Feijóo, y en el País Vasco a las del PNV, encabezadas por el actual lehendakari, Juan José Ibarretxe. Pero una cosa es la victoria, en términos de cómputo de votos y de escaños del Parlamento autónomo, y otra, sus consecuencias bajo un régimen parlamentario, que requiere la formación de una mayoría para investir a un candidato como presidente del Gobierno. Esta diferencia se apreciaba con toda claridad en la cara que cada uno de los dos ofrecía durante su comparecencia nocturna para dar cuenta de los resultados. La de Núñez Feijóo reflejaba que daba por terminada la pugna de la campaña y que hablaba ya como presidente electo, reconocido por sus rivales del PSdeG, Emilio Pérez Touriño, y del Bloque, Anxo Quintana. La cara de Ibarretxe era la de un combatiente que exhortaba a continuar la movilización de la campaña por cuya victoria ninguno de sus competidores le había felicitado.

La observación de los otros participantes en la campaña gallega permite advertir primero el gesto inusual de la renuncia de Touriño a la secretaría general del PSdeG. Una actitud digna de encomio que otros en análogas circunstancias eluden con enredosas explicaciones para enmascarar los resultados mediante la búsqueda de antecedentes de comparación ventajosos por muy distantes y heterogéneos que fueren necesarios. Más difícil será que le siga por esa senda el responsable del Bloque, Quintana, imbuido de estar al frente de la única fuerza política "propia" de "o pobo galego", reducido así al 16,58% del censo electoral. Una convicción indestructible porque como escribía José Bergamín a propósito de los toros, nuestro amigo propende a considerar que el BNG, "como todo lo popular, es siempre minoritario". Es el síndrome de los elegidos que son pocos, como el resto de Israel, pero constituyen la sal de la tierra, en este caso, la gallega.

En cuanto a los vascos, conviene atender al ambiente de esta ocasión, muy distinto del de los comicios de la primavera de 2001, protagonizado por el tándem inspirado por Ánsar a base de Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros. Era muy de ver el arrope de la RTVE y de la suma periodística que Arzalluz caricaturizó como la Brunete mediática. Su efecto fue contraproducente porque consiguió movilizar todo el voto contrario, de forma que el PNV volvió a encabezar los resultados, pese a un índice de participación que alcanzó el 80% del censo. Ahora todo ha funcionado bajo otros parámetros. Se ha procurado por casi todos huir del frentismo.

El candidato del PNV, Ibarretxe, ha escondido su plan soberanista, ha presentado su perfil de gestor, ha preferido lamentar los supuestos incumplimientos del Estatuto de Gernika en lugar de proponer su derribo. Su apuesta se ha verificado correcta porque por el carril de los afines y de los abertzales, el destrozo de las urnas ha sido considerable. Sobre todo para EA e IU-EB, los socios de gobierno en el tripartito saliente, cuyos líderes han sido incapaces de renovar su acta de diputados. Sólo se salva la formación Aralar, pero alcanzar cuatro escaños tampoco es para tirar cohetes si nos negamos a la patraña de añadirles un plus como si fueran esos "votos de calidad" que gustaban al profesor Tierno Galván. Otra cosa es que bajo la consigna etarra el voto nulo haya pasado del 0,33% al 0,84%, lo que representa algo más de 100.000 sufragios de proximidad terrorista.

Examinemos ahora al segundo mejor colocado, el PSE de Patxi López, quien durante la campaña ha impugnado que el Gobierno de Euskadi corresponda por derecho natural al PNV. También ha cantado las bondades de la alternancia de poder pero sin lanzar de ningún modo consignas con ecos de aquel "¡a por ellos, oé!" de la campaña de 2001. Se ha declarado contra cualquier exclusión, sin querer hacer pandi frentista con el PP. Ha dado la impresión de haber sustituido el entusiasmo por la competencia y de haber renunciado a suscitar aversión, huyendo de la evocación de fantasmas tan útil al PNV. En cuanto al PP de Antonio Basagoiti, ha preservado su posición de tercer partido más votado en el País Vasco, sin merma grave pese al giro político hacia la moderación y la retirada de quienes se consideraban en posesión del marchamo de la legitimidad como Mayor Oreja y San Gil.

Aquí empieza la hora de las instituciones y el primer intento corresponde al más votado. Atentos.

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