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Reportaje:

¿El 'risorgimento' del cine italiano?

Los éxitos de 'Gomorra' y de 'Il Divo' contrastan con un panorama esencialmente gris

Los galardones en Cannes para Gomorra (Gran Premio) e Il Divo (Premio del jurado), y las cinco candidaturas por cabeza a los trofeos del cine europeo han despertado en Italia a los nostálgicos de La dolce vita. ¡Ah, los buenos y viejos tiempos de Cinecittà, hoy convertida en solar de la memoria del mejor cine del mundo! De repente, esa Italia que vive sin una queja su mohína decadencia mientras se regodea votando a la gerontocracia populista parece resurgir de sus cenizas y lanza a los espectadores de la amodorrada Europa dos poderosos ganchos de izquierda, capaces de asustar y de poner a pensar a miles de personas en las salas de cine. ¿Ha resucitado el cine italiano?

Nanni Moretti, productor, distribuidor, exhibidor, además de director, actor e icono de la izquierda, lo ha dicho alto y claro: el éxito de Gomorra, el filme de Matteo Garrone que se perfila también como candidata a la gala de los Oscar, y de Il Divo son la excepción a la falta de calidad general, "y no justifican el discurso del renacimiento: son películas de autor, y de ahí a generalizar hay un largo trecho". Paolo Sorrentino, talentoso director de Il Divo (se estrenará en España en abril de 2009), caricaturesca y sangrienta mirada a la biografía del ocho veces primer ministro, condenado por asociación mafiosa, absuelto por prescripción y todavía senador vitalicio Giulio Andreotti, ha dado la razón a Moretti.

"Los dos premios de Cannes son fuegos fatuos", dice un crítico
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Quizá el discurso del renacimiento es sólo un espejismo, propaganda. Quizá la Italia del siglo XXI no anda sobrada de buenas noticias. Y quizá un poco de nacionalismo, aunque sea cinematográfico, en un país tan atomizado y dividido como éste no viene mal para subir la moral. Hace pocos días, los medios han llevado al extremo ese reflejo localista tan en boga al llamar esterófilo (amante de lo extranjero) a Moretti por no haber programado en el XXVI Festival de Turín, del que es director, ni una sola película italiana entre los 15 largos a concurso. "Sucede", ha dicho Moretti, "que en Venecia hubo cuatro filmes italianos a concurso, y en Roma, seis. En Turín hay cero de 15, pero la media es de 10 en tres festivales, lo cual no es una media fea".

Uno de los que estará en Turín es el guionista Vicenzo Cerami, pareja de hecho artística de Roberto Benigni (tres oscars con La vida es bella). Cerami no es un tipo que se deje engatusar por los fenómenos mediáticos. "Pobre cine italiano huérfano de sueños. Desaparecido. Disuelto. Hace falta empezar de cero. Tener el coraje de la inspiración", ha dicho esta semana.

Lo cierto es que, aquí y allá, el cine italiano deja ver señales de creatividad y compromiso, síntomas de resistencia titánica al lenguaje televisivo del final feliz y la comedia de costumbres. Aunque lo hace casi siempre de una forma exótica, singular o directamente marciana. Es el caso de Pranzo di Ferragosto, miniproducción del romano Gianni di Gregorio que ha recaudado mucho más de lo que costó. El director y guionista eligió un grupo de ancianas como actrices para su primera ficción autobiográfica, y decidió interpretarse a sí mismo: "Cuando expliqué al equipo que había que encontrar un hombre de mediana edad, más o menos alcoholizado y que hubiera vivido muchos años con su madre, todas las caras se giraron hacia mí".

Otra sorpresa todavía más underground, surgida del envenenado subsuelo del territorio Camorra, es Biutiful cauntri, aterrador y esclarecido documental sobre la basura moral y física que inunda al viejo bel paese. Dirigido por Esmeralda Calabria, Andrea d'Ambrosio y Peppe Ruggiero, ha hecho una meritoria carrera comercial.

Según el maestro Mario Monicelli, ése es el camino a seguir: "El cine puede y debe educar a la sociedad, ocuparse de la gente, de temas humanos, de política. El hombre, dijo Aristóteles, es un animal político. Y todo lo que le afecta debe interesar al cine".

¿Conclusión? Según el crítico Paolo Pillitteri, no hay nada que celebrar. "Los dos fuegos de Cannes son fuegos fatuos", y ya sólo se trata de decir adiós al cine italiano, "sumido en una crisis despiadadamente expandida por la multiplicación de festivales, como si la bulimia de los organizadores se revolviese en la anorexia de las películas".

Una imagen de la película <i>Il Divo,</i> la reconstrucción de la vida de Giulio Andreotti, dirigida por Paolo Sorrentino.
Una imagen de la película Il Divo, la reconstrucción de la vida de Giulio Andreotti, dirigida por Paolo Sorrentino.
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