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Reportaje:

La locura de Shanghai

Además de Nadal, seis tenistas implicados en la final de la Davis renuncian a acudir como suplentes al Torneo de Maestros

El síntoma del desastre, la cara del efecto demoledor que han tenido el calendario y la final de la Copa Davis sobre el Torneo de Maestros de Shanghai, que arranca hoy en China sin el número uno del mundo y con siete de los mejores ocho jugadores del planeta, tiene nombres y apellidos: Nicolas Kiefer. Kiwi, el trigesimoquinto mejor tenista de 2008, está en China a cambio de un fijo de 50.000 dólares -39.163 euros-, al que como mínimo sumaría en caso de jugar otros tantos, cumpliendo el papel de reserva del torneo. Hasta 25 tenistas renunciaron antes a ese puesto, un goloso premio en cursos anteriores. Y seis lo hicieron por estar potencialmente implicados en la final de la Davis, que enfrentará a España y Argentina en Mar del Plata, al otro lado del planeta, sólo cuatro días después de la final china. Una locura de estrés y cambios de horarios y de superficie.

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"A Shanghai de suplente no voy ni loco". Habló David Nalbandian, y sus palabras avanzaron la decisión de otros tenistas que despreciaron un torneo que celebra cada victoria en la fase de grupos con 100.000 dólares -78.326 euros-, que se incrementan a 315.000 -246.729- por ganar las semifinales, y a 625.000 -489.543- por conseguir el título. El dinero no detuvo la negativa de Rafael Nadal, el número uno, que renunció con una tendinitis en la rodilla derecha. Tampoco la de David Ferrer, Feliciano López o Fernando Verdasco, que antepusieron su probable presencia en el equipo español al dinero chino; ni la de Tommy Robredo o Nico Almagro, deseosos de descanso y atentos a la convocatoria española. En China están siete de los mejores ocho tenistas del mundo, incluído el genial Roger Federer. Falta, sin embargo, el número uno. Y eso deja al torneo cojo.

"Rafa tiene todo el derecho a elegir sus prioridades. Es responsable ante sus compañeros de equipo y ante su país", resumió en China el estadounidense Andy Roddick. "Necesita concentración para la Davis, que es muy importante para España", abundó el ruso Nikolay Davydenko. Los dos saben de lo que hablan: en 2007, con sus países enfrentados en la final, se desplazaron a Shanghai, jugaron, cruzaron medio mundo, y luego lamentaron haberlo hecho. El número uno, que a principios de semana debe someterse a pruebas para conocer el alcance de su lesión y las posibilidades de que participe en la final, resumió el sentir general a través de Toni Nadal, su tío y entrenador: "Si Shanghai fuera el último torneo, quizás iríamos, pero con una final de la Davis..."

Con una final de la Davis y una lesión no se viaja, a no ser que uno sea Juan Martín Del Potro, Delpo, el único tenista implicado en la final que ha acudido a China, pese a sufrir dolorosas heridas en los pies, y víctima involuntaria de la trampa argentina. "Rafa (Nadal) y David (Ferrer) llegarán a Mar del Plata el lunes a la noche desde Shanghai", argumentó Nalbandian cuando aún no se conocía la ausencia de los españoles; "y adaptarse así..."

Y adaptarse así a pasar de Asia a Suramérica es difícil. Y adaptarse así a una decena de horas de diferencia es complicado. Y adaptarse así al cambio de jugar en pista rápida a sintética lo embrolla todo. Más aún si Del Potro, que ayer desfiló sobre una pasarela y hoy debuta con Djokovic, llega a la final del torneo y sólo tiene tres días para hacerse a los cambios.

"Poder jugar aquí es un regalo que me da el tenis", contraargumenta el argentino. "Estoy con mis mejores expectativas. Si vine hasta China es porque me sentía en condiciones de hacer un buen torneo". Algo más busca Roger Federer, que se encuentra ante la oportunidad soñada. El suizo ha despedido 2008 con la conquista del Abierto de Estados Unidos y sin ganar un torneo masters, lo que no le ocurría desde 2003. Da igual. Federer ve en Shanghai la oportunidad de recuperar el número uno en 2009. Ausente Nadal, el genio estrecha el cerco.

Del Potro desfila ayer junto a una modelo china.
Del Potro desfila ayer junto a una modelo china.EFE

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