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Columna
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La ciudad del futuro

El nuevo Plan General de Ordenación Urbana de Alicante ha echado a andar, tras haber aprobado el Ayuntamiento su exposición al público. Desde hace varios días, los periódicos vienen ocupándose del documento, desvelando diversos aspectos de su contenido. Los periódicos podrían hablar del plan semanas enteras sin aburrir nunca al lector. Estamos ante un documento complejo y extenso, que trata una gran variedad de temas. No podía ser de otra manera cuando se pretende sentar las bases de lo que habrá de ser Alicante en los próximos años. El nuevo Plan de Ordenación prevé que la ciudad crezca, desde los 300.000 habitantes actuales, hasta alcanzar el medio millón.

A tenor de lo que ha contado la prensa, el documento contiene puntos llamativos. Son tantos que le obligan a uno a preguntarse por las razones de este exceso. En ciertos momentos, tenemos la impresión de encontrarnos, más que ante un plan de urbanismo, frente el diseño de una ciudad ideal. Esto resulta extraño porque contrasta con la manera que se tiene en Alicante de entender el gobierno municipal, que no suele considerar al ciudadano un factor de importancia. El plan propone, por ejemplo, crear doce parques naturales, con más de 18 millones de metros cuadrados de zonas verdes. Las cifras impresionan cuando las leemos; pero, una vez pasada la confusión, nos preguntamos qué haremos con tantos metros de zona verde, si no somos capaces de atender los que tenemos en la actualidad. Pocas ciudades hallaremos con los jardines tan descuidados como Alicante.

Otro tanto sucede con la protección de edificios. Hasta la publicación del plan, nunca se habían protegido tantos edificios en Alicante: nada menos que 493 ha contabilizado la prensa. Si hacemos caso a la cifra, Alicante debería considerarse una ciudad monumental, lo que parece excesivo. Hasta barriadas enteras protege el nuevo plan, que no permitirá construir en ellas si no es con un respeto escrupuloso a las fachadas actuales. Esto producirá una arquitectura aburrida pero, sobre todo, resultará imposible de cumplir, pues no es con leyes como se remedian estas cosas. Sabemos, por experiencia, qué sucede en Alicante con los edificios protegidos. Cuando un promotor se interesa por uno de estos edificios porque piensa obtener con él unas jugosas plusvalías, la protección jamás es un obstáculo; siempre se encuentra la manera de llevar a cabo el proyecto.

La impresión que produce el plan -a falta de que se publiquen análisis más detallados- es que se ha confeccionado un traje a la medida de los constructores. Al menos, eso es lo que se desprende de la pretensión de construir 50.000 nuevas viviendas. Durante los últimos doce años, los constructores inmobiliarios han dirigido el crecimiento de la ciudad. Fueron ellos quienes forzaron el despido de Lluís Cantallops, el arquitecto a quien se encargó en un principio la redacción del Plan General de Ordenación. El deseo del urbanista catalán de restaurar y rehabilitar los barrios más deteriorados, y cohesionar la ciudad, era contrario a los intereses de los empresarios.

En la presentación del plan, Sonia Castedo, la alcaldesa de Alicante, ha dicho que éste plantea una ciudad compacta y habitable, y que es poco expansivo. A la alcaldesa, edificar 50.000 nuevas viviendas le parece poca cosa. No todo el mundo comparte estas apreciaciones. La pasada semana, la Consejería de Urbanismo emitía un informe donde se criticaba la cantidad de suelo edificable prevista en el plan.

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