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Análisis:Juicio al ultranacionalismo turco
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La otra cara del kemalismo

Antonio Elorza

El descubrimiento de un arsenal en la casa de un oficial retirado, el pasado 12 de junio, fue el hilo tirando del cual los investigadores de la policía turca dieron forma a una gigantesca madeja. Salía a la luz una conspiración dirigida a sembrar el caos mediante el terror y derribar al Gobierno de Erdogan. El proceso que ahora comienza es el resultado de esa labor e implica a 86 personalidades de la vida política, militar y cultural turca, entre ellas un ex rector de Universidad, dos generales retirados, el líder de un pequeño partido político nacional-izquierdista y el editorialista de un reputado periódico laico, Cumhuriyet (República), contra el cual supuestamente la organización habría cometido en fecha reciente un atentado.

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El carácter ultranacionalista de la trama queda de manifiesto por su nombre, Ergenekon, un valle de Asia Central del que procedería el pueblo turco, y también el título de un relato épico en que el renacimiento turco llega gracias a la acción soterrada de los patriotas guiados por el lobo gris. El Lobo Gris por antonomasia no es otro que Mustafá Kemal, así calificado por sus adversarios al considerarle brutal, frío y despiadado; tal fue el título de la biografía de H. C. Armstrong (1937). Más tarde, los Lobos Grises fueron una organización ultranacionalista que ensangrentó el país en los años setenta, bajo la cobertura del Partido de Acción Nacionalista (MHP), hoy minoritario en el Parlamento.

De ser cierta la existencia de Ergenekon, se trataría de un grupo vuelto hacia el pasado que intenta recuperar el espíritu militante de la guerra nacional de 1920, en gran medida heredero de los Jóvenes Turcos, y también la tradición conspirativa que se ha materializado en una secuencia de golpes militares desde 1960. Sería una muestra de que seguía en pie la dualidad introducida desde el primer momento en el kemalismo, volcado sobre todo por su racionalismo patriótico hacia las reformas, pero también construido sobre los recursos humanos e ideológicos de los Jóvenes Turcos. Kemal se les opuso por su alianza con Alemania, el militarismo era para él instrumental, pero si pudo organizar la resistencia en Anatolia fue gracias a ellos. Sus cuadros mandaron en Turquía desde 1923 lo mismo que hicieran bajo Enver Pachá y Talaat Pachá hasta 1919. De ahí la resistencia a abandonar el principio de la hegemonía militar, la vocación conspirativa y la subalternidad asignada a la democracia. Los herederos de Talaat Pachá no han desaparecido. Y tampoco la aspereza de las posiciones militares, visible ayer en la reacción del general en jefe a la muerte de 17 soldados turcos en Aktütün por un ataque kurdo.

Otra cosa es que todo esté claro en la acusación, desarrollada en un texto de 2.500 páginas. La prensa turca laica se asombra ante la inclusión de determinados nombres y sobre todo suscita desconfianza el amplio abanico de víctimas pasadas y futuras, desde Erdogan a Orhan Pamuk y al asesinado periodista armenio Hrant Dink. Ergenekon es poco menos que el culpable universal. La causa será interminable, erosionando la sensación de confianza obtenida con el ingreso de Turquía en el Consejo de Seguridad.

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