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Columna
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Mala leche

Andoni Zubizarreta

Comía con unos amigos de esos que siempre tienen una solución perfecta para cualquier problema del fútbol, no en vano se dedican a esto de la consultoría, cuando uno de ellos, ex portero para más señas, aportó una idea nueva. Según mi amigo, al Barça actual le falta mala leche, vamos que está formado por un entrenador educado y una plantilla en pleno acto de contrición buscando perdonarse los pecados de los dos últimos años. Si quieren un ejemplo que lo haga visible piensen en el Eto'o que llegó de Mallorca, un jugador para quien el Barça era una oportunidad para reivindicar su estatus de estrella futbolística y que jugaba cada partido como si fuera una batalla, con el ceño fruncido y amenazando, deportivamente hablando, a sus rivales, a cada instante, en cada lance, en cada jugada. Es Samuel ahora un jugador integrado en el equipo, un ejemplo de implicación, una muestra de tranquilidad. Cuando juega y cuando habla.

Eto'o es un ejemplo del Barça de hoy. Se ha vuelto un jugador integrado, tranquilo. Cuando juega y cuando habla

Las palabras de mi amigo me recordaron el Barça en el que yo jugué, el del dream team, en el que Hristo Stoichkov hacía el papel de agitador, de chico malo, un perfil que aquel equipo no tenía, ya que, como decía nuestro entrenador, éramos demasiado buenas personas.

Me gustó la idea y me he dedicado el fin de semana a repasarla para ver si es una cuestión futbolística o puede ser válida para más deportes. Si empezamos por el motor, en las dos ruedas está uno de los ejemplos perfectos de piloto hipercompetitivo. Valentino Rossi lleva años arruinando los sueños de los que vienen a sustituirle y alimentándose en la misma medida, de sus éxitos como de las derrotas de sus rivales. Si quieren vamos a la fórmula 1. Recordamos los efectos del virus de la supracompetitividad en McLaren la pasada temporada, con la imposible convivencia de Alonso y Hamilton, situación que se extiende al momento actual, en el que Fernando, en vista de que no hay posibilidades de ser campeón del mundo, disfruta de la posibilidad de que su rival Hamilton tampoco lo sea.

En las dos ruedas pero sin motor, nos acaba de sorprender la noticia de que Lance Amstrong vuelve. Y detrás de todos sus loables proyectos contra el cáncer, intuyo una necesidad de vivir con la adrenalina a tope, necesidad que cuando se abandona el deporte en activo, degenera en dependencia y deseo de volver a probarse.

Podríamos seguir con el recuento, por cierto, esa mirada de Raúl que alguno piensa refleja un estado de insatisfacción por su ausencia de la selección, es la misma que tenía ese mismo joven debutante en la selección antes de su primer partido en Praga, justo cuando me acerqué para darle los consejos del veterano para descubrir a un competidor que arañaba la puerta del vestuario esperando impaciente que el árbitro nos mandase salir al verde.

Hablando de puertas y de arañar, observen la transformación de Rafael Nadal, un chico correcto y educado, un punto tímido, que pasa por la vida con la tranquilidad por bandera, cuando se viste de corto, ciñe el pañuelo a su frente y arma su brazo izquierdo con la raqueta. Miren cómo cambia su mirada y ya desde el peloteo empieza a ganar su partido. Con decisión, buscando las líneas y los ángulos imposibles, taladrando en los puntos débiles del rival, percutiendo con la bola, con la mirada, con sus gestos de competidor puro.

Uno de éstos no le sobra a ningún equipo.

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