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Columna
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Prejuicios

Rosa Montero

Tengo unas amigas muy queridas, dos profesionales de éxito. Se casaron al poco de salir la ley del matrimonio homosexual y han tenido dos niñas mellizas por inseminación. Las crías han cumplido dos años y mis amigas han decidido escolarizarlas; como son unas madrazas, se pasaron meses escogiendo el centro. Al final se decantaron por el famoso colegio SEK El Castillo (o sea, el San Estanislao de Kostka), una institución docente con "115 años de antigüedad, seis centros en España, dos en Europa y más de 50.000 antiguos alumnos", como dicen ellos mismos con natural orgullo. Mis amigas eligieron este lugar por su prestigio y, sobre todo, por sus valores humanistas. Según consta en un librito que les dieron, titulado Crecemos contigo, entre los ideales educativos del SEK está "la ausencia de discriminación por razón alguna".

A principios de julio, el SEK comunicó a mis amigas por e-mail que había plazas para sus niñas, de modo que fueron al colegio el 18 de julio para formalizar la cosa. Todo iba como la seda hasta que la empleada cogió el libro de familia y salió de la habitación para fotocopiarlo. Al regresar, les dijo que en realidad no había plazas disponibles y que las colocaría en lista de espera. El SEK no ha vuelto a dar señales de vida, y ni siquiera ha respondido dos amables correos que las madres enviaron interesándose por la famosa lista. Pero resulta que dos conocidos escribieron después al SEK para escolarizar a sus hijos, unos críos de la misma edad que las mellizas, y el colegio contestó en sendos mensajes, el 29 de julio y el 29 de agosto, que sí había lugar para esos niños. Los e-mails, ya se sabe, dejan un evidente rastro tras de sí.

Por cierto, dentro de los valores de los que alardea el colegio también están el pluralismo social, la veracidad y la conducta ética.

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