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Análisis:arte
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Cazadores de uno mismo

La vulgaridad del mercado no ha sido capaz de aniquilar la definitiva provocación del artista, de la misma manera que la uniformidad de la sociedad no ha acabado con la intensidad de la naturaleza humana. Contrariamente a los grandes pintores vivos -Lucien Freud, Gerhard Richter, Frank Auerbach o Sigmar Polke- Damien Hirst, uno de los artistas más ricos del planeta, ha demostrado poseer una intuición extraordinaria a la hora de calibrar las relaciones entre la paranoia del capital y el esquizo-frenesí del artista revolucionario. Pero al británico se le pueden atribuir dos ansiedades: una, causada por el hecho de haber fracasado como gran artista; y otra, más terrible aún, la de no haberlo hecho.

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Y así, se ha esforzado con denuedo en llevar hasta el punto más alto de su incompetencia las "verdades" artísticas que Duchamp había redescubierto (y Warhol validado). Hasta el punto que hoy los filósofos del arte no se preguntan ya sobre la naturaleza del objeto artístico o la del artista, sino si el mercado y sus argumentos serían algo parecido a la forma final y necesaria, un supuesto que choca palpablemente con el intelectualismo y esteticismo de Paul Valéry, para quien la obra de arte es aquello que nunca puede ser recobrado como valor.

Los mecanismos artísticos de Damien Hirst pueden alcanzar estados de elaboración extrema. El año pasado vendió una calavera auténtica (de un humano del siglo XVIII) incrustada de diamantes, 8.601 en total, por 50 millones de libras a un grupo de "anónimos inversores". For the Love of God era el título inspirado por su muy católica madre, quien al contemplar la macabra calavera debió de implorar la piedad divina. En una sublime y obscena apoteosis, la pieza emprenderá el próximo otoño una gira "artística" que durará tres años por museos y galerías de todo el mundo. Dicen las malas lenguas que el nombre de Hirst se esconde detrás del misterioso consorcio empresarial y que semejante exhibicionismo no es más que una subrepticia estrategia para mantener en estado de flotación los precios de sus obras. Unos meses antes de esta puesta en escena, su cotización había empezado a caer en picado.

Desde hoy, Damien Hirst se lo ha puesto aún más fácil al mercado, aunque por primera vez esté resultando ser un personaje desagradable para los que le han defendido durante años, empezando por su dealer, Jay Jopling, y terminando por Larry Gagosian, su galerista. En septiembre, el artista de Bristol pondrá a la venta directamente en Sotheby's un conjunto de obras que se espera alcance los cien millones de euros.

Nunca un artista había traspasado hasta tan lejos los límites del estudio. Sea lo que sea que represente esa delirante libertad, nos equivocaríamos al invocar cualquier argumento moralista en su contra. Primero, porque a la larga, sus dealers sacarán tajada de la operación; y, segundo, porque el hecho de producir directamente obra para una subasta debería ser interpretado como una invención extravagante que pasará a los anales de la historia como un tejemaneje de corte cínico-neodadaísta propio del artista contra-fáustico, capaz de hacer carrera como sea con una alegre y vital falta de escrúpulos.

Gran amigo de otro multimillonario artista, Jeff Koons, Damien Hirst empieza a reconocer su rivalidad con él: los dos son grandes coleccionistas -Koons adora a Courbet, Hirst las madoninas renacentistas- y ambos están encantados con la panoplia de artistas chinos que empiezan a producir copias a mansalva. Pero lo que sucede con el artista británico nos conmueve más. Está más cerca de la muerte, su tema predilecto, mientras que el norteamericano es capaz de cabalgar solo sin necesidad de pegarse un tiro en el pie. Por paranoicos que puedan parecer hoy los usos de la retórica mercantil y por siniestros que sean sus efectos en los nuevos lugares asiáticos, puede que la mejor política siga siendo asegurarse de que no todo es así, reconocer sus homólogos opuestos, aquellos reinos donde probablemente Monsieur Teste confirió una autoridad nueva al artista cuando afirmó: "Hay que convertirse en el cazador de uno mismo".

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