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Reportaje:

...Un pañuelo de lunares

Please, please me", dijo Lennon, y añadió: "It's possible to buy a flamenco guitar?". "Of course", le contestó Luis Maravilla que había viajado lo suyo. "Come on, come on, come on", apremiaron nerviositos los de Liverpool, mientras Maravilla les iba mostrando calmoso bonitos ejemplares que tañía para gozo de los yeyés. Lennon se interesó en aprender algo... (y practicó: en el White Album suena una escalita entre tema y tema).

Este episodio sucedió durante la visita de los Beatles a España. Aquel día la pequeña guitarrería de Maravilla se transmutó en el camarote de los Hermanos Marx. Lean y, para entrar en ambiente, pónganle sonido de locutor de No-do: "Los Beatles, aprovechando su paso por Madrid, compraron guitarras españolas, aconsejados por el maestro y gran guitarrista Luis Maravilla en su tienda de la calle de León, número 4. No sabemos si estas adquisiciones las hicieron como recuerdo de España, o para tocar en la intimidad con un sonido puro y reconfortante" (diario Madrid, 3 de junio de 1965). El diario Pueblo recogerá tal información pasados dos días: "Maravilla les inició en el secreto del cante grande". Dicen que Paul McCartney se llevó a casa también la Antología del cante flamenco de Hispavox, la primera que se grabó y en la que intervenían algunos vecinos del barrio de don Luis, referentes y amigos de un joven cantaor al que llamaban Enrique el Granaíno, de apellido Morente.

Si unos dicen 'baby' y otros dicen 'primita', si unos ole y otros 'oh yeah', para sentir y expresar lo mismo, por qué no juntarse y tocar
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Rafael Romero, uno de aquellos antólogos, actuaba el año siguiente en la película Último encuentro, donde podemos ver a Antonio Gades bailarse el All the day and all the night de los Kinks, interpretado por los Shakers, ex Brincos. Y hablando de Brincos, ¿recuerdan el primer hit de su historia? Naturalmente, Flamenco, que empezaba con un guitarreo sureño seguido de un chulesco ele -o sea, un ole en prácticas-, para seguir por los caminos de la escala andaluza. Queremos decir que los acordes de la pieza son los mismitos que sostienen a la soleá, la bulería, la siguiriya: el flamenco, vamos. La música es un pañuelo de lunares.

En 1956 habían llegado a España los primeros discos de rock & roll, Bill Haley, Elvis Presley, Fats Domino, The Bells, Ella May, Big Dave, Bonnie Lou, e incluso Renato Carosone y Lionel Hampton. Como era de esperar el género sufrió tremenda acogida. "No durará seis meses", hablaron. "Y aún diría más", añadió un perspicaz individuo no identificado, "esto reviste caracteres de auténtica plaga social". Está visto y comprobado, ya en 1956 supimos anunciar el, ¡ahí viene la plaga!

La llamada "música ligera" se hará con el poder; el gremio de silbadores, que es como despectivamente mentó el sector académico a los artistas populares, dará un vuelco a la industria del sector traducido en un impulso insospechado... El boom del consumo adolescente, animado por las primeras listas de éxitos, aumentará con mucho el caudal del negocio discográfico. El año 1959 marca el corte generacional. En enero el mítico locutor radiofónico Raúl Matas coloca en las antenas de la SER su adelantado programa Discomanía. Con rigurosa e impecable profesionalidad, ataviado de disc jockey, aterrizaba, proveniente de la radio norteamericana, para introducir a España en el mainstream de las multinacionales del disco. Se orienta al escuchante, al joven escuchante, porque hablamos de "música moderna", sobre los discos que hay que llevarse a casa, que son imprescindibles, entre los que no están precisamente los de La Paquera, Marchena, Valderrama, Caracol o Mairena. Lo moderno es lo extranjero. Por eso los flamencos de la legua no tienen sino que tragar y apuntarse al carro. Es el momento de los crossroads de conveniencia con títulos tela de sugestivos: Gitano rock and roll y Rock and roll gitano, Flamenco-rock, Cante por twist, Petenera twist, Ole ye ye, Madison flamenco, Beat gitano, Hully gully flamenco, Flamenco en pop... y Pop flamenco. Tremendo rocanrollicidio, compadre. El primer lanzamiento que nos vendieron fue el de un jovenzuelo Paul Anka. Tras elevarlo a los altares del hit-parade rematando la faena lo trajeron a España para sacarlo a hombros.Tanto sonaba por la radio que los flamencos se lo sabían de memoria. En el especial que TVE dedicó a la estrella había una escena en que, cómo no, el cantante americano visitaba un tablao. Pues allí mismo, en el tablao de cartón piedra, super-Chano Lobato se marca un Adán y Eva por bulerías que deja absorto al figurón: "¡No is posssible!" ¡Anka ke no!

Cuando todo el mundo yeyeaba, oh yeah, para hacer frente a la invasión anglosajona del rock -¡virgencita que nos quedemos como estamos!-, una ley promulgada en 1966 ordena reproducir en las discotecas, al menos durante el último cuarto de hora, música en español...

Desde América Leonor Amaya, hermana de la inmortal Carmen, ya nos había remitido su Fandango por boogie woogie, y en semejante son Los 4 Vargas Soy un trenecito. En el Nueva York de los cincuenta Carlos Montoya había impuesto la guitarra de concierto. Sabicas, Mario Escudero, Juan Serrano impondrán la calidad. Pero Montoya entusiasmó a Eddie Van Halen y un Carlos Santana que proclama: "¡Bravo, Carlos Montoya! Este músico encarna el alma, la elegancia, el fuego gitano, y el espíritu completo del flamenco". Otro enamorado de aquellos toques, Robbie Krieger, guitarrista de The Doors, abre con una granaína montoyera el tema Spanish caravan, incluido en el tercer elepé del grupo, allá por 1968. Sabicas, en 1970 registró a regañadientes Encuentro con el rock. Sabicas y Joe Beck. En 1973 Steve Howe, de Yes, juguetea con el taranto en Mood for a day. Ese año Toti Soler, colega de enrollamientos musicales y afición compartida por el flamenco de Taj Mahal, nos entrega la Sardana flamenca. Con los pre-Pata Negra graba sus Bulerías de Menorca.

Las aguas vuelven a sus cauces, entre otras cosas porque muchos españoles se dan a viajar y regresan con ganas del flamenco que aprendieron a amar por ahí fuera: Kiko Veneno, Javier Limón, por citar dos. Los rockeros sevillanos Smash, que ya habían contado con la colaboración discográfica de El Lebrijano, incorporan la voz morena y la guitarra de palo de Manuel Molina para entonar el Garrotín. Manuel, junto a Lole, triunfa en Canet-Rock, y el Smash Gualberto regresa de América para dedicarle unos Tarantos a Jimi Hendrix y con el quejío de Morente enfrentarse al Terraplén del dolor. Por otra parte, Morente había compuesto material para Las Grecas y Los Chorbos, exponentes del llamado Gipsy Rock, donde encontramos también la vena soul de El Luis, pletórico de guitarras eléctricas con el wha-wha pedaleado por Johnny Galvao. Hubo un Veneno antes del advenimiento del flamenco rock gitano de Pata Negra. Hablando de Veneno nos viene el recuerdo del mordaz Frank Zappa, al que le hacía tilín el tirititrán de Pata Negra y el cante jondo, como a Peter Gabriel, David Byrne, Leonard Cohen, Jackson Browne, Mike Oldfield, Tom Waits, Eric Burdon... A Lenny Kravitz, siempre con Joaquín Cortés y extasiado con Estrella Morente, le tuvimos que comprar una guitarra de Esteso -que pagó Virgin-.

Por si alguien opina que vamos de blanditos, recordar que mediados los noventa Enrique Morente junto a Lagartija Nick arrasa con Omega, el cénit del rollo, el quejío y el metal distorsionado más rockero de última generación suman fuerzas. Y en el nuevo siglo Morente, que no se está quieto, hace migas con Sonic Youth. ¡Ah!, desde Canadá el grupo Flametal hace metal extremo de indiscutible calidad por bulerías y sevillanas. Apriétense los machos que vienen vatios a lunares.

Resumiendo: si unos dicen baby y otros dicen primita, si unos ole y otros oh yeah, para sentir y expresar lo mismo, por qué no juntarse y tocar.

José Manuel Gamboa es autor de Una historia del flamenco (Espasa Fórum, 2005).

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