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Columna
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El perfil obrero

Parafraseando a Mercedes Sosa, hoy salgo a caminar por la cintura cósmica del sol. Es decir, he subido a Montjuïc a primera hora de la mañana para observar la gran variedad de panorámicas que se disfrutan desde aquí. Y todo eso porque, aparte de ser motivo frecuente para postales, la manera en que vemos una ciudad desde las alturas define un complejo de ideas en torno a nuestra forma de entender ese lugar.

- Por ejemplo, durante los años de la República, el perfil de Barcelona era siempre el que se veía desde esta montaña. Cuando la urbe catalana salía en un reportaje o en una película, no faltaba un barrido que comenzaba en la plaza de Espanya, seguía por el Paralelo hasta la estatua a Colón y, tomando la línea costera, se hundía en la lejanía. Si ven la producción cinematográfica que durante la Guerra Civil impulsó la CNT, verán ese plano repetido. Una ciudad de chimeneas que echan humo, con las Tres Marías de Fecsa en primer plano, donde destacan los barrios litorales, aquellos donde había más obreros y más fábricas. Desde Sants, Hostafrancs y el Poble Sec, pasando por el Raval y la Ribera, hasta la Barceloneta, el Poblenou y Sant Martí de Provençals.

- Después, con el franquismo, el ángulo cambia y las panorámicas del No-Do se hacen desde el Tibidabo, con su templo expiatorio, su Cristo gigante y sus mansiones en primer plano. Cambio de escenario, en el que la ciudad parece empezar en el monte, culminar en el Eixample y fundirse con el mar en una lejana línea de edificaciones que han perdido toda personalidad propia. El humo fabril aquí es imperceptible y la costa resulta una pincelada pintoresca, situada detrás de las torres góticas de la catedral.

- A partir de esa dualidad, hoy les propongo un ejercicio de perspectiva histórica: acercarse al antiguo perfil obrero de Barcelona, ruta que podría empezar frente al MNAC, con uno de los mejores skyline de la ciudad; seguir hasta Miramar, usado con frecuencia por parejitas románticas, y terminar en la plaza de Sant Jordi y su espléndida vista de la desembocadura del Llobregat. Aunque yo les recomiendo ascender hasta el mirador del Migdia, que ofrece un panorama de vértigo sobre el puerto, e ir bajando por el camino de Mar hasta el mirador del Alcalde, desde donde puede observarse la línea costera. Aunque lo mejor es improvisar y pescar en flagrante un paisaje insólito desde cualquier hueco que nos brinde la vegetación. Como quien dice, a salto de mata.

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