Diversión de proa a popa
Las experiencias de ocho 'cruceristas' y las novedades de la temporada
Entre Novecento, de Alessandro Baricco, y Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, de David Foster Wallace, media más que un océano: el escritor italiano dejó claro con la historia del pianista que no quería bajarse del transatlántico Virginian, y que jamás llegó a pisar tierra firme, que surcar los mares engancha. El escritor estadounidense Wallace, en cambio, criticó con ironía el peculiar mundo de los cruceros. Sea como fuere, si algo está claro es que el sector goza de buena salud: según datos de la Asociación Internacional de Cruceros, el número de cruceristas se ha duplicado en los últimos 12 años, y en 2008 se prevé que 12,8 millones de viajeros navegarán.
"Al crucero por el Caribe lo llamamos el musical de Bob Marley: la orquesta se pasó los ocho días tocando 'reggae" (Pere Espolet y Magda Prous)
"En los fiordos no anocheció durante tres días. Era hermoso pasear por la cubierta con una manta al hombro" (Kai Albillo y Àngels Planells)
En España, más de lo mismo: la cifra de cruceristas españoles aumenta entre un 15% y un 20% cada año, según las empresas de este sector. Para saber qué se cuece a bordo, ocho pasajeros nos cuentan sus experiencias. Desde enamorarse en un baile de máscaras en un barco en Venecia hasta disfrutar de una exótica tapa de ballena noruega en Bergen. Aventuras marítimas para disfrutar en soledad, en familia o en un viaje de fin de curso.
1 Fin de año con 'uvones'
"Nos repartieron unos uvones que parecían cerezas de grandes", dice divertida Carmen Fontana, una barcelonesa de 52 años que dio la bienvenida al año nuevo en el buque Costa Serena. De Barcelona a Madeira, pasando por Casablanca, Tenerife y Lanzarote. Una travesía "con mucha clase", con la que Fontana y su marido, Antonio Lafite, de 55 años, entraron en 2008. "Fue hermoso atracar en Funchal, en la isla portuguesa de Madeira, y contemplar cómo cientos de fuegos artificiales iluminaban en Nochevieja ese pedazo de tierra", relata la viajera. "Costó unos 2.000 euros por persona, casi el doble de lo normal", asegura, "pero valió la pena: ¡había un glamour!". Unos 3.000 pasajeros de esmoquin sorbiendo champán y elegantes cócteles. "Casi todos eran italianos, y ya se sabe que ellos se arreglan mucho". El barco había zarpado de Savona (Italia) antes de recoger a unos 200 españoles en Barcelona. En Nochevieja, los camareros repartieron las uvas, pero todavía en los racimos. De poco sirvió que los españoles explicaran a los demás el ritual español. "Se abalanzaron sobre los racimos, una hora antes de que dieran las campanadas, convencidos de que se trataba de un tentempié". Los tripulantes invitaron a dar la bienvenida al año nuevo en un suntuoso salón. "La orquesta se encargó de la cuenta atrás. Pero las uvas eran enormes, y nos dieron las doce cuando no íbamos ni por la sexta uva". A la mañana siguiente, 1 de enero, hicieron una excursión por Funchal. De la Pequeña Lisboa (el apodo de la capital de Madeira), Carmen y su marido recuerdan la majestuosidad de su sé (catedral), la iglesia del Monte y el Jardín Botánico.
2 Buen rollito por el Caribe
"A mi mujer se le metió en la cabeza hacer un crucero. Nos recomendaron un circuito de ocho días por el Caribe con la compañía Royal Caribbean". Fue la primera experiencia marítima de Pere Espolet, un barcelonés de 63 años, y de su mujer, Magda Prous, de 60. Ambos se embarcaron en 1998 con sus dos hijas en una ruta que zarpaba de Puerto Rico. "Nos encantó el Viejo San Juan, la parte colonial de la capital de Puerto Rico, con sus casas de colores y sus puestos de souvenirs". Pere y su familia encontraron un apodo cariñoso para el viaje: "Lo llamamos el musical de Bob Marley. La orquesta se pasó ocho días tocando reggae. ¡Se respiraba un buen rollito!", afirma. Hacía muy buen tiempo, y la familia se pasó el viaje tostándose en la cubierta. En ese primer contacto con el mundo crucerista visitaron St. Thomas, Antigua y Bermuda, Barbados y Martinica. Esta última les defraudó mucho: "Estaba sucia y abandonada", comenta Espolet. En cambio, Barbados, la isla más al sureste de las Pequeñas Antillas, les cautivó. "Nos encantaron los collares de conchas y los objetos de madera de Pelican Village, un mercado de artesanía a las fueras de la ciudad". Una advertencia, cuidado con las comilonas: "A bordo se come mucho, y si no se hace deporte, se corre el riesgo de volver a casa con unos kilitos de más", avisa.
3 Amotinados en La Habana
La reina de sus anécdotas fue su navegación por el Caribe. "Ocurrió hace tres años en el Holiday Dream, de Pullmantur, en el puerto de La Habana. Estaba previsto un huracán en Cancún. El capitán decidió cambiar el rumbo e ir a Varadero", cuenta el barcelonés de 47 años Gabriel Pascual. Pero a una cincuentena de españoles no les acabó de convencer la idea: "Se amotinaron durante seis horas en el barco y acabaron tirándole una silla al capitán. A mí me dio un poco de vergüenza ajena, la verdad". Pascual y su mujer, Carmen Bach, de 48 años, son expertos cruceristas. Llevan seis travesías. En agosto de 2006, en un periplo de nueve días por Grecia, Croacia, Italia y Turquía, ejercieron de profes. "Nuestros compañeros de cena y actividades estaban desorientados. Los mayoristas venden cruceros como si fueran de lujo, cuando en realidad son como hoteles de tres estrellas", explica. "Es esencial investigar el barco, la compañía y la ruta en Internet antes de zarpar. Y consultar foros como Forodecruceros.com, con más de 2.000 miembros", sugiere. Una apuesta para principiantes son los minicruceros. "Duran dos o tres días: son perfectos para empezar".
Pero volvamos al viaje por el Adriático y el Mediterráneo: "Acabamos hasta la coronilla de tanta columna". La ciudad croata de Dubrovnik supuso un paréntesis entre tanto arte clásico. "Fue lo que más nos gustó: vale la pena el paseo por sus callejas. Y la visita a la sinagoga, la iglesia de San Salvador o la plaza de la Luza, desde donde se ve un mar azulísimo, también", afirma. La parada en la urbe de la costa dálmata se completó con una escala en el puerto turco de Kusadasi. "Para los que quieran dejarse una pasta está muy bien". Pero si no se es un as en el arte del regateo, mejor quedarse a bordo: los negociantes son capaces de venderle un peine a un calvo a precio de oro. Casi todos los pasajeros del Sky Wonder, con capacidad para 2.000 personas, desembarcaron en Corfú. "Es que el palacio de Sissi tira mucho", dice Gabi sobre la antigua residencia de la emperatriz Isabel de Austria en Gasturi, hoy Achilleon.
4 Renos y ballenas en Noruega
Vivir una aventura marítima a través de los ojos de un niño de cuatro años no tiene precio. Bajar de un barco en un fiordo noruego, coger un autobús y contemplar cómo tu hijo se pone nervioso al ver un reno es una experiencia única. "Papá Noel debe de vivir por aquí cerca", repetía David, el hijo (hoy de seis años) de Àngels Planells, de 36, y de Kai Albillo, de 37. Fue hace dos años durante una ruta de 12 días, con salida desde Amsterdam, por los fiordos noruegos en el buque Costa Atlántica, de Costa Cruceros. Y David no fue el único en disfrutar como un enano. "Asistir a una maniobra tan delicada como sacar un barco enorme de una esclusa estrecha -con sólo un palmo de distancia entre los bordes del barco y de la esclusa- da vértigo", opina Albillo. Los sentimientos estuvieron a flor de piel. "No anocheció durante tres días. Era hermoso pasear por la cubierta, a cinco grados de temperatura, con una manta al hombro y una bebida caliente en las manos", recuerda Planells. Se lo pasaron pipa dando la bienvenida al Círculo Polar Ártico con una fiesta lunar. La etiqueta: ir de estricto blanco. La tripulación animó el cotarro. "Se disfrazaron de la Luna y del Sol y llenaron la piscina con luces y música". Tampoco les decepcionaron las paradas. La ciudad de Bergen, con su pintoresco mercado de pescado lleno de vendedores españoles. "Es muy recomendable degustar la ballena ahumada". O Giranger, con su espectacular cascada de las Siete Hermanas. "Estaba todo nevado, hicimos un muñeco de nieve con David". O el Ártico Ice Bar de Honningsvarg, cerca del cabo Norte: "Casi todo es de hielo: desde las mesas hasta los vasos. Los dueños son dos aventureros españoles", explican.
5 Relax en las islas Caimán
"No es una experiencia cultural ni una verdadera aventura. Te subes a un barco y te relajas". Una sensación de calma que la alicantina Gabriela Córdoba, de 38 años, compartió con cuatro amigos y su novio, Ángel Sánchez, hace un año. "Te lo dan todo hecho; el precio incluye los billetes de avión, la comida y los espectáculos. Y muy cómodo: dejas el equipaje en el camarote y te despreocupas", comenta. Era la primera vez que hacían un crucero: nueve días en un barco de Pullmantur por el Caribe y con escalas en Jamaica, las islas Caimán e Isla Paraíso. "Mola ir en febrero y disfrutar del verano. Lo que más nos impactó fue La Habana. Nos gustó su casco antiguo, su plaza Vieja, los conciertos de guitarristas cubanos". Lo que no les convenció fue su gastronomía. "Nos sirvieron una langosta muy seca", rememora. De Jamaica les llamó la atención los chiringuitos, y de las islas Caimán, "sus aguas clarísimas y los bancos de rayas".
6 Como en el anuncio de Malibú
César Fernández, de 57 años, y María Egido, de 53, celebraban sus bodas de plata. E invitaron a sus hijos César y Alejandro, de 25 y 19 años, respectivamente, al sur del Caribe. "Aquello era como un anuncio de Malibú. Todo era calma en el buque. ¡Los pasajeros estadounidenses y suramericanos se lo tomaban todo con una parsimonia...! Pero ahí estabas tú, corriendo de un lado para otro porque querías verlo todo e ir a todas las excursiones", explica César hijo. Curaçao, Isla Margarita, Isla Granada, San Vicente, Aruba... en el Holiday Dream, de Pullmantur, y en sólo siete días. Tal vez la cosa se asemejara un poco al anuncio del licor de coco, pero cualquier parecido con la publicidad de Freixenet era pura coincidencia: "Creías que todo iban a ser suites de lujo y luego descubrías que el mobiliario era kitsch, y que casi todos eran familias con hijos, y que se comía de bufé", recuerda el alicantino. Pero la marcha estaba asegurada: "Había clases de chachachá, tango y salsa. Y cada noche, de 23.00 a 6.00, abría la discoteca. Al principio, pachanga, pero a eso de las 2.00 empezaban a darle al chundachunda". También disfrutaron de las veladas temáticas: "Cada noche te tenías que disfrazar. Era entretenido improvisar en un pispás un traje de hawaiano o de pirata". Han pasado sólo unos meses desde el viaje, pero César lo tiene claro: "Yo, en cuanto pueda, me marco otro. Y lo recomiendo para viajes de fin de curso".
7 Travesía 'friki' por Bora Bora
"Me pareció un coñazo: todo lleno de familias estadounidenses emperifolladas haciendo fotos en las escalerillas cuando arribábamos a puerto". Araceli Pampliega, de 36 años, no se lo pasó tan bien como imaginaba en junio de 2005 en la Polinesia francesa. "Me mareé, y cada vez que pisaba tierra firme notaba como que todo se movía". Como si las ciudades fueran un gigante oleaje. "Me pasé los primeros días en el barco Tahitian Princess, de Princess Cruises, dándole a la biodramina". Ni Papeete, ni Tahití, ni Tahaa, ni Raiatea, ni Tonga le hicieron olvidar el ambiente que, según ella, reinaba a bordo. "Fue algo friki: los estadounidenses y los australianos se pasaron 15 días a remojo en la piscina bebiendo cerveza sin parar. Y las actividades eran muy familiares: gincanas, concursos de baile...". Se queda, eso sí, con su primera experiencia submarinista: corales, rayas y peces globo. También recomienda la escapada a Morea, en las islas de Barlovento: "Está menos explotada que Bora Bora, un poco estropeada con tanto resort. Morea es más salvaje".
CON MÁS DE MEDIO MILLAR DE SOLTEROS
8 AL MADRILEÑO Luis Pineda, de 43 años de edad, no le agradaba cómo se presentaban cada año sus vacaciones de soltero. "En los noventa sólo existían clubes de solteros. No había ninguna agencia de turismo española especializada en el sector de los singles". Así que en 1996 montó la agencia Solteros de Viaje. Años más tarde, en 2006, le entraron ganas de marcharse de crucero. "Fleté un barco de Iberojet con capacidad para 600 personas y colgué la oferta en Internet". Y en septiembre de 2006, 400 solteras y 200 solteros se echaron a la mar en un circuito por Barcelona, Cannes, Túnez, Palermo y Palma de Mallorca. Hubo anécdotas para todos los gustos: "El pasajero se apuntaba al viaje sin saber con quién compartiría camarote. Algunos llegaron, conocieron a su compañero o compañera, entraron en su habitación y no salieron hasta el final de la travesía". Pero no todo fueron risas. "Vino mucha tele al puerto de Barcelona, de donde zarpó el barco. Recuerdo a un juez preocupadísimo diciéndome: '¡Ay, Luis!, diles que se vayan... Yo tengo un prestigio y no puedo decir que me apunto a rutas de solteros".
El segundo periplo fue todavía mucho más Casanova: unos 750 solteros sueltos por los mares de Venecia, las islas griegas y Estambul, montando jolgorios siete noches seguidas en el Grand Voyager de Iberojet. "Montamos una fiesta de máscaras venecianas, otra de la movida madrileña, una pequeña rave en la playa de Miconos [Grecia]". La próxima aventura ya está preparada: un crucero fluvial por los Países Bajos en septiembre de 2008.
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