Chisholm, la primera candidata
La aspirante a la Casa Blanca en 1972 dijo que el sexo (no la raza) fue su lastre
El 25 de enero de 1972, una multitud aplaude a una mujer que da un discurso con voz firme y apasionada tras unas enormes gafas. Anuncia que se presenta para ser candidata del Partido Demócrata a las elecciones presidenciales. La Cámara recorre las caras entusiasmadas de los que han acudido a la iglesia baptista Concord, en el barrio de Brooklyn en Nueva York. Están allí para escuchar que ese día "simboliza una nueva era de la historia de la política americana".
Shirley Chisholm (1924- 2005) fue la primera congresista negra, y también la primera que participó en el intento de llegar a la Casa Blanca. Ni la raza ni el sexo le parecían razones para elegir a un político: "Suena estúpido como motivo para ser famosa. En una sociedad justa y libre sería estúpido. (...) Pero creo que nuestra sociedad no es ni justa ni libre". Hace 36 años de aquella campaña y aún el hecho de que un afroamericano y una mujer se disputen la candidatura demócrata es un poderoso imán de votos y de interés mediático hacia Clinton u Obama.
Cuando buena parte del electorado demócrata lamenta tener que decidirse por uno de los dos, la candidata Chisholm hoy lo tendría todo: pragmática, feminista, pacifista, excelente oradora... y negra. Una alquimia demasiado transgresora. Lo era entonces, y tal vez ahora. Y por el mismo motivo: "De mis dos desventajas, la de ser mujer es la que más obstáculos ha supuesto en mi camino", dijo a la agencia AP en 1981.
La primera vez que pisó el Congreso sus compañeros le preguntaron: "¿Y qué piensa tu marido de todo esto?". Lo contó en su libro Unbossed and Unbought (1970), algo así como Ni dominados ni comprados, uno de sus lemas de campaña. Tampoco lo tuvo fácil con los líderes negros, que observaban con recelo su fomento de la participación de las mujeres negras en política. La mayoría de ellos no apoyó su campaña.
Una arrolladora idea de transformación inspiraba aquellas primarias de 1972. Once millones de jóvenes se incorporaron a las urnas, al rebajarse de 21 a 18 la edad para votar. "La próxima vez una mujer, un negro, un judío o cualquiera que pertenezca a un grupo que el país no está preparado para elegir, creo que les tomarán en serio desde el principio, porque alguien tenía que hacerlo primero", dijo en 1973, en su libro The Good Fight. Chisholm sólo logró 151 delegados en aquellas primarias. No era su momento. El otro lema de su campaña había sido "Preparados o no". Puede que esta vez sí.
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