_
_
_
_
_
Desde el Pacífico
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Plaxo, Facebook, los datos y el poder en la Web 2.0

LA ESCARAMUZA QUE ACABA de oponer Plaxo a Facebook, dos sitios de redes sociales, anuncia una guerra de la que podríamos ser víctimas, pero de la que no podremos escapar. La cuestión es saber de quién son los datos que ponemos en la web, algo esencial para quien entiende que su control es fuente de poder.

Plaxo creó un importador de datos, un robot capaz de rascar informaciones de otros sitios, y pidió a varios periodistas y blogueros que lo probaran en Facebook. Robert Scoble, uno de los más conocidos, lo usó para copiar los nombres, apellidos, fecha de nacimiento y dirección de correo de los 5.000 amigos que ahí tiene. Una manera poco elegante -pero eficiente- de reconstituir su perfil social en otra parte (jura no haberlo dado a Plaxo).

De quién son los datos que ponemos en la 'web', algo esencial para quien cree que su control es fuente de poder. Plaxo creó un robot que rasca datos de otros sitios

Para evitar que esto pase, Facebook tiene un sistema por el cual las direcciones de correo no aparecen como textos (fáciles de leer), sino como imágenes. La astucia de Plaxo consistió en idear un robot que funciona sobre la base del reconocimiento óptico de las letras y capaz, por tanto, de leer tales imágenes.

Al detectar la inusual actividad contraria a sus normas, Facebook cerró la cuenta de Scoble, que lo denunció en Twitter. Sus fans protestaron en seguida y hasta crearon un grupo de apoyo... en Facebook, que decidió devolverle su cuenta. No es tan cómico como parece.

Nicholas Carr, agudo analista de los negocios en la web, critica duramente a Scoble alegando que los datos de sus amigos no le pertenecen a él. "Si eres inteligente", escribe, "pensarás que son mis datos y te pondrás muy nervioso si alguien puede aspirarlos fácilmente en la base de datos de Facebook y moverlos a otra, sin tu conocimiento ni autorización". Con matices, Michael Arrington, de Tech Crunch, adopta una actitud similar.

Loable, pero el argumento está complicado por el hecho de que los amigos de Scoble, encantados de tener a tal celebridad en su red, le entregaron sus propios datos. Nada le prohibiría ahora bajarlos manualmente o pagar a alguien para que lo hiciera.

Más serio todavía es el argumento esgrimido por Paul Buchheit, creador de Gmail. Nota que Facebook utiliza herramientas similares para extraer los datos de todos los contactos que tenemos en Gmail, Yahoo y Hotmail, una práctica igualmente prohibida por las normas de dichas empresas. "La pregunta es", escribe Buchheit, "si Gmail, Yahoo y Hotmail deben bloquear Facebook (o cerrar las cuentas de quienes utilizan el buscador de amigos de Facebook) por violar sus normas".

Kara Swisher, columnista del Wall Street Journal, está claramente en el campo opuesto. Estima que Scoble apuntó con maestría al talón de Aquiles de Facebook, el problema delicado de la portabilidad de los datos y del control que uno debería tener sobre la información que a él / ella se refiere en línea. Matthew Ingram del Globe and Mail dice que Facebook debería "facilitar a la gente la posibilidad de mover sus datos a otro lugar". Ambos invitan a Facebook a unirse a la organización Dataportability.org, cuya filosofía es: "Debería ser posible dejar que las herramientas y empresas de nuestra elección descubran y compartan nuestras identidades, fotos, vídeos y demás formas de datos personales". La pregunta es ¿de quién son los datos?

Ambos lados dicen defender valores similares, pero en realidad se trata de una guerra. Scoble se prestó a que Plaxo pusiera de manifiesto el lado oscuro y cerrado de Facebook. Más pequeño que su rival, se beneficia con una web más abierta y, de hecho, es parte de la iniciativa Open Social propuesta por Google.

Está en juego nada menos que el poder en la era de la web 2.0. Tim O'Reilly ya había señalado en su ensayo fundador que "los datos son el nuevo Intel Inside", lo que hace que la máquina funcione. La revista Wired explica que numerosas start-ups viven de los datos que rascan en sitios más importantes. Scott Krap, de Publishing 2.0, escribe bajo el título La próxima guerra por los datos en la web: los datos son poder. Facebook está valorado en 15.000 millones de dólares por una sencilla razón: el potencial para usar los datos de sus usuarios.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_