Un maestro en la síntesis de toda la literatura occidental
El hispanista Antonio Vilanova, ensayista, escritor, y catedrático emérito de Literatura Española de la Universidad Autónoma de Barcelona, falleció ayer en esta ciudad a los 84 años de edad. Para los que fuimos sus alumnos, todo empezaba con una carpeta descolorida y abierta (que ya no volvería a mirar en el resto de la clase) e interminables paseos a lo largo de la mesa siguiendo con el dedo índice la superficie del tablero. Como si ahí estuviese leyendo el encadenado de ideas, vínculos y saberes sobre la literatura occidental que iba a desplegar sin una sola interrupción. El pretexto inicial podía ser esta novela de Clarín o ese libro de ensayos de Unamuno; siempre salían atadas, sin embargo, una enormidad de cosas que nada tenían que ver con eso, o sólo de refilón, y nos dejaban a todos con el boli suspendido y la mirada pasmada ante su prodigiosa memoria y la amplitud sintáctica de su saber humanístico.
Lo mismo sucede con la compacta erudición escrita que fuimos descubriendo en las publicaciones de un hombre universitario que nunca estuvo del todo cómodo en ese medio. Y, sin embargo, desde él hizo aportaciones sustanciales al hispanismo: ahora es ya legendaria la memorización de los versos del Polifemo como requisito para rastrear Las fuentes y los temas del poema de Góngora. Fue su tesis doctoral, dirigida por Dámaso Alonso, que se publicó en 1957, pero para entonces ese joven profesor nacido en Barcelona en 1923 había editado ya las Obras completas de su tío abuelo Emili Vilanova (1947) y dio noticia casi pionera fuera de Cataluña de la trascendencia de la obra de Josep Pla. Su aportación fundamental está tardíamente reunida en Erasmo y Cervantes (1989), con trabajos de los años cuarenta y cincuenta decisivos en torno al Elogio de la locura de Erasmo y su relación con Cervantes y el Quijote o la incidencia de El asno de oro, de Apuleyo, en la fábrica literaria del Lazarillo de Tormes.
Una cátedra universitaria tardía en la Universidad de Barcelona (desde 1975) y una curiosidad rigurosa por la mejor literatura europea pueden estar en el origen también de una vocación cultural que se desplegó con anclajes fundamentales para nuestro propio presente. Algunas de las mejores reseñas críticas de la literatura española, catalana y europea de los años cincuenta las firmó en el semanario barcelonés Destino. Y desde 1966 fue el director de una gran colección de literatura europea, Palabra en el Tiempo, de la Editorial Lumen. Aprovechaba ese lema de Antonio Machado para poner al día al lector español y acercarle la obra de Joyce, Beckett, Umberto Eco, o el Jusep Torres Campalans, de Max Aub: legado vivo de un lector excepcional.
Jordi Gracia es catedrático de Literatura Española de la Universidad de Barcelona.
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