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Reportaje:FITUR / ESPAÑA

Córdoba 'a la romana'

La reforma del puente revela el fastuoso pasado de la ciudad

Empezamos la ruta bajo el puente romano de Córdoba, desde una pasarela de madera, y con una perspectiva que hace soñar con los grabados de Alfred Guesdon, viajero francés que en el siglo XIX dibujó el perfil de Andalucía. La invitación la hace el arquitecto Juan Cuenca (Puente Genil, 1934), artífice de la reciente remodelación del puente, una cuidadosa y documentada reforma, no exenta de polémica, que ha costado 14 millones de euros y más de dos años de trabajo.

Desde el pasado 9 de enero -fecha en la que se reabrió la infraestructura de origen romano-, el turista redescubre una nueva estampa de Córdoba. Basta con situarse en el barrio del Campo de La Verdad, con la mézquita-catedral de frente, para meterse en la piel de los viajeros románticos del siglo XIX. "Me basé en documentos de la época: en un grabado de 1880 de Alfred Guesdon; en otro de 1832 de David Roberts; en un dibujo de 1567 de Anton Van der Wyngaer, y en una fotografía firmada por Jean Laurent en 1840", explica Cuenca.

Su reforma borra dos intervenciones del siglo pasado que Cuenca califica de "desastrosas". "A principios del siglo XX, en vez de reconstruirse, se eliminaron elementos deteriorados, como el balcón y la hornacina. Y se revistió el puente con una capa de mortero de cemento que ocultó la piedra caliza, los arcos y sillares", comenta. Ya en los sesenta se construyó una rotonda para facilitar el tráfico de vehículos. Una intervención que destruyó el arco número 16.

Tras la renovación, el visitante puede caminar sobre losas de granito rosa -material de las canteras de la zona que sustituye el empedrado-, o escuchar el río Guadalquivir sentado en uno de los ochos bancos de metal y madera con diseño inspirado en sillas romanas. Sin embargo, si el turista conoce el antiguo puente, es probable que eche de menos su estructura. "Se ha sustituido el pretil por otro nuevo sin moldura y se ha quitado el saliente de la cornisa, siempre buscando la esencia constructiva", informa el arquitecto. Los aires están caldeados -las críticas se han centrado en la parte superior del puente, es decir, en el pretil, la iluminación y el nuevo pavimento-, así que, si viaja a Córdoba, prepárese para participar en un interesante debate urbano.

De tanto pronunciar el adjetivo "romano", a uno le entran ganas de buscar la epidermis romana de la ciudad andaluza. Trufada de cúpulas y mihrabs islámicos, y orgullosa de su sinagoga y su judería, Corduba, como la bautizaron los romanos, esconde una estampa clásica de mucho tronío. La ciudad fundada por el general romano Claudio Marcelo en el siglo II antes de Cristo fue capital de la provincia bética. Sobre su puente del siglo I después de Cristo, tendido sobre el Guadalquivir (antiguo Betis), pasaba la Vía Augusta, unión entre Linares y el norte con Gades (Cádiz).

Capiteles y murallas

Para pisar esa piel clásica, lo mejor es pasear junto a la línea de las murallas. Un icono defensivo, levantado a mediados del siglo II antes de Cristo, formado por dos muros paralelos separados por unos seis metros. La caminata desemboca en el alcázar de los Reyes Cristianos, antigua fortaleza romana. Merece la pena visitar sus mosaicos del siglo I después de Cristo, en las paredes de una de sus salas. Y quedarse boquiabiertos ante la cara pasmada de la ninfa Galatea, que escruta, entre sorprendida y aterrorizada, el único ojo del cíclope. Un mosaico enorme encontrado en la plaza de la Corredera que narra la declaración de amor de Polifemo a la náyade. Otra de sus dependencias encierra un sarcófago hispano-romano del siglo III perfectamente conservado.

La mezquita suena a amores califales. No obstante, entre las palmeras, fuentes y arcadas de su patio de los Naranjos, y en su gran sala de oración, brotan decenas de capiteles romanos. Las huellas imperiales conducen nuestros pasos al museo de San Vicente (en el interior de la catedral), donde se exhiben los restos de un sarcófago decorado con elegantes relieves.

Córdoba huele a naranjas, flores y salmorejo. Y serpentear por las sinuosas y estrechas calles blancas de su judería, junto a la mezquita, despierta el apetito. Las tabernas, cálidas y antiguas, tientan el paladar con el untuoso jamón del valle de los Pedroches, anchoas del Cantábrico en salazón o bacalao con tomate. Quien desee llenarse la panza con estas míticas tapas puede hacerlo en los aledaños de la mezquita, en los tradicionales El Churrasco o El Caballo Rojo. O puede optar por atravesar la plaza de las Tendillas -donde conviene sentarse a escuchar los rasgueos de guitarra con los que el reloj da la hora- y acudir a El Pisto. La taberna, donde gigantescos barriles de vino sustituyen a las mesas, parece un templo de la tauromaquia y el flamenco: carteles de la feria de toros decoran las paredes de una casa nacida en 1880 y levantada al lado de la iglesia de San Miguel.

El vino, pasión de los romanos, es asunto muy cordobés: toca, antes de catar el fino de la taberna Rafael Guzmán, pronunciar -como lo hacen los cordobeses para saludar cada año los caldos de Montilla-Moriles en la zona de Moriles- Bacche, bene venies, gratus et optatus (Sé bienvenido, Baco, dios grato y deseado).

El banquete continúa en el restaurante Cuevas Romanas, una cantera que data de la época romana y de la que se extrajo la piedra para levantar los monumentos de la antigua Corduba. Un enclave situado en la falda de Sierra Morena, en la barriada de Nuestra Señora de Linares, donde sugieren menús romanos con berenjenas fritas con miel; queso fresco con uvas; calabaza rellena de frutos secos, o albóndigas de perca con pasas y piñones. Platos regados con vino con pétalos de rosas o vino melado (caliente y con miel). Los estómagos menos arriesgados pueden pegarse un buen festín en algún restaurante italiano, como L'Olio o el Pizzaiolo. En el Porta di Roma se pueden desgustar platos como Saltimbocca a la romana -a base de ternera y jamón- o bacalao a la pepperonatta.

Un buen paseo hasta el Museo Arqueológico ayuda a bajar la comilona. El edificio encierra restos de yacimientos de la provincia cordobesa. En sus patios se yerguen esculturas de togados, o una Afrodita agachada, de la que existen pocos ejemplos en el mundo. La escalinata romana, en uno de los patios del museo, y el sarcófago paleocristiano excavado en El Brillante bien merecen la visita.

El templo de Marco Aurelio, en la calle del mismo nombre, es otro emblema de la Córdoba romana. Once columnas, algunas con capiteles corintios originales, parecen sujetar el cielo. Imponentes (miden 31,5 metros de alto por 16 de ancho), recuerdan por su grandeza la Maison Carré de Nîmes. Una herencia del siglo I después de Cristo rodeada de panaderías, bares y tiendas que hacen soñar con un foro romano en miniatura.

Y para terminar el día, marcha en el paseo marítimo de Córdoba: unos 1.800 metros de asfalto con palmeras, fuentes y farolas. Y eso que Córdoba, como bien se sabe, no tiene mar. El área concentra locales fashion que vibran cada fin de semana con música chill-out y bossanova. En Milano Rosso, entre paredes forradas de papel y sillas rojas, el viajero se siente en un local glamouroso del Milán de los negocios. Las lecturas poéticas, las charlas y las exposiciones de la cafetería-librería Almazen, a dos pasos del Milano Rosso, nos recuerdan que los poetas o Séneca y Lucano proceden de Córdoba.

Si se prefiere algún plan más tranquilo, lo suyo es volver sobre nuestros pasos cuando la penumbra envuelve la ciudad y disfrutar de la sugerente iluminación del puente romano: farolas de un metro de alto, dispuestas a ras de suelo e inspiradas en los faroles antiguos de mano.

Un camino que termina ante la torre de Calahorra, levantada en 1369 por Enrique II de Trastamara y donde hoy se dan la mano las otras tres herencias cordobesas -la musulmana, la judía y la cristiana- en el Museo de las Tres Culturas. Un legado con el que la urbe andaluza lucha por ser elegida capital cultural europea de 2016.

El puente romano de Córdoba, flamante tras ser reabierto  al público el  9 de enero después de una restauración a cargo del arquitecto Juan Cuenca<b>.</b>
El puente romano de Córdoba, flamante tras ser reabierto al público el 9 de enero después de una restauración a cargo del arquitecto Juan Cuenca.FRANCISCO VARGAS

GUÍA PRÁCTICA

Visitas

- Templo romano. Claudio Marcelo.

- Museo Arqueológico (957 35 55 17). Plaza Jerónimo Páez, 7.

- Alcázar de los Reyes Cristianos

(957 42 01 51). Caballerizas Reales, s/n.

- Mezquita-catedral (957 47 05 12). Torrijos, 10.

Comer

- L'Olio (957 27 38 76). Gran Capitán, 48. Comida italiana. Unos 25 euros.

- Porta di Roma (957 29 85 51).

Calleja de la Luna, 1. Unos 25 euros.

- Rafael Guzmán (957 29 09 60). Judíos, 7. Bodega de vinos finos

de lagares de la Sierra de Montilla.

- Restaurante Cuevas Romanas (www.cuevasromanas.com; 957 32 43 18). Urbanización La Colina. Las Cuevas, s/n. Precio medio, 30 euros.

De marcha

- Almaz en. Librería y cafetería. Avenida de la Libertad, esquina

a Miguel Gila. De 11.30 a 2.00. Viernes y sábados, hasta las 4.00.

- Milano Rosso (957 40 08 52). Avenida de la Libertad, 2.

Información

- Oficina de turismo de Córdoba (902 20 17 74; www.turismodecordoba.org). - www.capitalcultural2016.cordoba.es.

- Ruta Bética Romana (www.beticaromana.org).

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