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Crónica:Abierto de Australia
Crónica
Texto informativo con interpretación

"Ni Federer juega a este nivel"

Nadal se rinde en las semifinales al poderío físico y el acierto de un Tsonga arrollador

Jo-Wilfried Tsonga fue como un hombre armado en un mundo sin pistolas. El destructor. El rey. El hombre que decidió el cómo, el cuándo y el dónde de la semifinal del Abierto de Australia que ganó ayer a Rafael Nadal, el número dos del tenis mundial, por 6-2, 6-3 y 6-2. Por una vez, el español se quedó sin armas. Silenciado. Roto. No tuvo nada que decir en el partido porque no hubo discusión posible. El guión lo escribió el francés, que monopolizó el papel protagonista y dejó al español sin frase: los aciertos, muchos, grandes, geniales, fueron suyos, de su implacable derecha y de su impresionante saque. Los errores, la desesperación, la voluntad sin recompensa, de Nadal.

"¿Ves algo?", preguntó el español a su tío. "Nada, juega demasiado bien"
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Por primera vez en los últimos tres años, ni Federer ni Nadal estarán en la final de un Gran Slam

Nunca volverá Nadal a tener un camino tan fácil, en teoría, hacia la final de Melbourne. Y Tsonga, cuerpo de atleta lleno de costurones, difícilmente volverá a tenerlo más complicado. Su juego habla de un tenista con la fuerza de un huracán y las debilidades de un peso pesado. Su éxito, a los 22 años, abre la perspectiva de un futuro dorado.

"Jugué increíble. Nada me podía parar. Mi táctica fue intentar pegarlo todo. Y todo entró. Quizá haya hecho el partido que todo el mundo sueña. He tenido la impresión de que no podía fallar, de que había una energía que me empujaba. ¡Qué placer! Será difícil que duerma", reconoció Tsonga. "Busqué no dejarle terreno, ganarlo yo, presionarle para obligarle a jugar largo y que fallara. Ha sido ridículo. Nunca he jugado así. Sabía que podía hacerlo, pero antes mi cuerpo no me lo permitía", cerró sonriente desde el primer punto, iracundo frente al juez de silla -"¡te equivocas!, ¡te equivocas!", le gritó en una bola dudosa- y espléndido en su juego sin concesiones. Fue un tenista total. Su poderoso ejercicio quedó reflejado en las estadísticas: 17 aces frente a dos de Nadal, 49 golpes ganadores frente a 13 y 89 puntos ganados contra 57.

¿Cómo se mueve a un gigante de 1,88 metros y 90 kilos? La pregunta debió de rondarle al número dos. Tsonga, imponente desde el centro de la pista, sólo dudó cuando le tocó golpear corriendo, sin apoyos, libre y con el peso de su impresionante cuerpo haciendo malabarismos. No hubo manera: el francés -el primer jugador finalista de un torneo del Grand Slam sin haber ganado antes un título desde el brasileño Guga Kuerten en Roland Garros 1997- se reservó la iniciativa de cada peloteo a base de músculo y kilos de fuerza. Sólo palideció en algún revés. Estuvo espléndido en la volea, en la que se encomendó a su agilidad, a la suerte y al instinto. Tsonga, la comparación es inevitable, fue Mohamed Ali, su ídolo. Un boxeador inmenso, de físico indestructible y golpeo a la mandíbula.

Y más cosas. El francés es intuitivo, gesticulante y plástico, ideal para la televisión y el público australiano, que vive el tenis como una fiesta. Su unión con la grada fue de hierro. Indestructible. Se cimentó en su tenis dinamitero, de pelotazo y riesgo. Creció sobre sus gritos, su sonrisa y su dedo índice mirando al cielo que hizo soñar al gentío con un nuevo héroe, nacido en Melbourne. Y se cerró con su aura de gigante inocente, lento de movimientos, rugiente de derechazos y envalentonado siempre.

Frente a eso, Nadal no tuvo nada. Corajudo, buscó el partido perpetuamente. Nunca se dio por vencido por mucho que no encontrara a qué agarrarse. Y su entrega, su amor propio, quedaron fotografiados en un gesto medio tapado por una toalla. Nadal perdía por 6-2 y 5-3. Todo estaba perdido. Y, aun así, mientras se secaba la cara, buscó el consejo de Toni Nadal, su tío y entrenador. "¿Ves algo?", le preguntó. "Nada. Sigue luchando. El otro está jugando demasiado bien". No sirvió de nada. Y Tsonga se coronó la noche que debía de haber celebrado Nadal.

"Sólo me queda felicitarle", reconoció el español sobre el francés, que ahora es el 38º del mundo y hace un año era el 212º. "No tuve opciones. A ese nivel, es muy difícil de parar. Hizo algunas voleas que no entiendo, que no puedo comprender. Lo intenté todo: jugar más lento, más rápido, más dentro, más fuera", continuó tras perder por primera vez en la semifinal de un grande. "Estuvo explosivo físicamente, corriendo por todas las bolas... No me daba tiempo. Cada punto era pim pam. Si uno juega así, es difícil que el otro lo haga. Fue imparable. Este nivel no lo esperas ni de Federer". Tsonga aguarda ahora al suizo o al serbio Novak Djokovic, que disputan la otra semifinal (Canal + Deportes a partir de las 10.30) en la gran final.

Rafael Nadal se retira abatido de la pista tras la derrota ante Jo-Wilfried Tsonga.
Rafael Nadal se retira abatido de la pista tras la derrota ante Jo-Wilfried Tsonga.ASSOCIATED PRESSEFE
Tsonga celebra la victoria.
Tsonga celebra la victoria.

Increíble remontada de Ana Ivanovic

Daniela Hantuchova sólo pudo justificar la derrota con los chirridos de las zapatillas de Ana Ivanovic contra la pista. La eslovaca se había marchado maldiciendo a la juez de silla porque consideraba que la pelota que le había hecho perder había botado dos veces en campo contrario. Luego, había intentado digerir en el vestuario que hubiera desperdiciado una ventaja de 6-0 y 2-0. Y, derrotada por Ivanovic (0-6, 6-3 y 6-4), que jugará mañana la final contra la rusa Maria Sharapova, decidió qué tenía la culpa: las zapatillas de la serbia. "Es injusto. Es una distracción para la tenista que saca. Habíamos jugado antes y nunca lo había hecho", se quejó Hantuchova, que protestó por los ruidos a la juez de silla.

"Lo único que intenté fue mover mis pies", le contestó Ivanovic, que jugará su segunda final grande tras Roland Garros 2007. "No fue intencionado. Si ven otros partidos míos, hago exactamente lo mismo. Y los hombres hacen lo mismo. Vi que se quejaba, pero no había nada que yo pudiera hacer. Quizás ella sólo estaba intentando enfadarse con algo", continuó. ¿Cómo remontó? "Me sentía frustrada. Me veía haciendo las maletas para irme a casa. Lo hice por vosotros", dijo dirigiéndose al público.

Ahora, Ivanovic jugará por el título contra Sharapova, que se deshizo contundentemente de la serbia Jelena Jankovic (6-3 y 6-1), de nuevo atendida por sus dolores de espalda, que le obligaron a disputar entre lágrimas los últimos juegos. El encuentro reúne a dos de las grandes favoritas del público. Ivanovic y Sharapova garantizan tensión competitiva, calidad, espectáculo y venta de entradas. Para la organización es la final soñada.

Por otra parte, Anabel Medina y Vivi Ruano perdieron la semifinal del torneo de dobles ante las hermanas ucranianas Alona y Kateryna Bodarenko (6-2 y 6-4).

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