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Entrevista:JUAN PÉREZ AGIRREGOIKOA | Artista

"No vender se puede convertir en una suerte"

Juan Pérez Agirregoikoa (San Sebastián, 1963) ha trabajado durante años de espaldas al mundo del arte en su estudio de París. En 2007, los premios Gure Artea le abrieron las puertas del Artium y la exposición colectiva Chacun á son goût (Cada uno a su gusto), las del Museo Guggenheim Bilbao. Ahora muestra en la galería Carreras Mugica, en Bilbao, las obras con las que participó en la recién clausurada Bienal de Lyon: pancartas con incisivos mensajes y acuarelas cargadas de ironía.

Pregunta. ¿Cómo le afecta el cambio de exponer en un museo a hacerlo en una galería?

Respuesta. No encuentro mucha diferencia. En la vida se me había ocurrido que podía exponer en el Guggenheim; fue por la decisión subjetiva de la comisaria.

"Quería trabajar imágenes violentas con la acuarela, la técnica más sutil"
"Para acercarse al mundo hay que tomárselo con humor"

P. Su trabajo, las pancartas y la obra sobre papel, por su fragilidad, no parece fácil de vender.

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R. Siempre he vendido poquísimo, así que esas cosas no me preocupan. El hecho de no vender se puede convertir en una suerte, porque apartado del mercado puedes hacer lo que te dé la gana. Durante mucho tiempo el arte ha sido para mí un hobby. Hasta ahora, por lo menos, ha sido así.

P. Pintar con acuarela se asocia a artistas aficionados.

R. Sí, pero es una técnica complicada. Me puse a hacer acuarelas porque quería trabajar con imágenes tomadas de los medios de comunicación, con mucha violencia, con la técnica que se supone es la de la sensibilidad, la más sutil. Las imágenes quedan muy ridículas. Por ejemplo, Ariel Sharon el día que entró en la explanada de las mezquitas, representado en una acuarelita muy bien dibujada.

P. ¿Por qué empezó a hacer pancartas?

R. En los campos de fútbol de Argentina, donde todavía hay vallas, la gente llega y pone una pancarta diciendo lo que le da la gana. Era una forma de hacer lo mismo, aunque los intereses son diferentes. El arte no me daba dinero, pero me lo pasaba bien. Me puse a dibujar y a trabajar con cosas ligeras, que en un momento dado se podían tirar a la basura.

P. ¿Cómo elige sus mensajes?

R. Es como un proceso psicoanalítico: voy a largar lo que se me pase por la cabeza. La exposición en la sala Rekalde [una serie de retratos de personajes contemporáneos, acompañados por frases escritas con letras recortadas, presentada en junio de 2004] fue definitiva. Yo me divertía y veía que la gente se reía con aquella verborrea. Son paradojas, como hablar de un centro comercial que se llama 25 de octubre, la fecha de la revolución rusa, o utilizar una de las premisas del filósofo francés Gilles Grelet "la práctica es la matriz de la apariencia", o dibujar a los obreros de Solidaridad, el primer sindicato antimarxista.

P. ¿Ha hecho de la ironía su arma?

R. Es que para acercarse al mundo hay que tomárselo con humor.

P. ¿Le han perdonado en San Sebastián sus dibujos del Orfeón Donostiarra?

R. Nadie me ha dicho nada. Siempre he tenido una manía horrible a los coros. Empecé a dibujarlos, algunos en simples hojas de cuaderno, y terminaron en el Guggenheim. Pero no hay acritud. Si a alguien le molesta, que se joda. Que se desmoleste.

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