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El deterioro económico

La crisis que el Gobierno menospreció

Los expertos creen que la rebaja del crecimiento previsto para 2008 se queda corta

Alejandro Bolaños

El Gobierno había convertido en una cita ritual la revisión al alza de sus previsiones económicas, a la que tampoco faltó este año el vicepresidente segundo, Pedro Solbes. En julio, aseguró que el PIB crecería en 2007 un robusto 3,8% (frente al 3,4% de la estimación inicial) y que este año experimentaría una "ligera desaceleración". Apenas dos semanas después estallaba la crisis hipotecaria en EE UU, y a finales de agosto la escalada de precios en petróleo y alimentos era ya vertiginosa. El cambio en el escenario internacional acentuaba las debilidades de la economía española pero el Ejecutivo se aferró durante meses a que apenas acentuaría la "suave desaceleración", como reiteró el vicepresidente económico. Pese a la insistente advertencia de organismos internacionales y servicios de estudios.

La desaceleración, según los analistas, puede acabar en brusco frenazo
El endurecimiento del crédito pone en serias dificultades a las inmobiliarias
Díaz Ferrán: "La crisis de liquidez es más intensa de lo que se preveía"
La inflación será fuente de malas noticias hasta la primavera
Solbes revisó sus cuentas cinco meses después del inicio de la crisis
El IPC y el Euríbor dejan en mal lugar los pronósticos de Economía

En diciembre, Solbes tuvo que dar su brazo a torcer y en un gesto inédito en la legislatura, anunció por primera vez una revisión a la baja de las previsiones de crecimiento -del 3,3% al 3,1% para este año. Para los analistas, llegó tarde y corre serios riesgos de quedarse anticuada. "Nuestra última estimación es que la economía española crecerá un 2,6% en 2008", explica Julián Cubero, economista jefe para España del servicio de estudios del BBVA. "Desde el verano, hemos tenido que rebajar las previsiones dos veces, algo muy poco habitual", añade.

El Fondo Monetario Internacional y los principales servicios de estudios españoles coinciden en que el crecimiento económico bajará del 2,8% este año. Y también dan por buenas las cifras del Gobierno para 2007, que aún con los datos del último trimestre por publicar, confirman un aumento del 3,8% en el PIB del año pasado. La distancia entre ambos extremos (al menos un punto porcentual, o lo que es lo mismo más de 10.000 millones de euros) se aleja de la "suave desaceleración" anticipada por el Ejecutivo para convertirse en un frenazo mayor que el que causó en 2002 la crisis internacional por los atentados del 11-S en Nueva York.

La falta de información sobre el impacto de las crisis de las hipotecas de alto riesgo en varios bancos hace menos fiables sus pronósticos. "Lo más preocupante es que cinco meses después, aún no sabemos sus consecuencias reales", subraya Cándido Méndez, secretario general de UGT. Es decir, que el Gobierno puede acertar, y los analistas y el FMI, equivocarse. Además, el crecimiento de España seguiría por encima del de la zona euro o el de EE UU. Pero, como subraya Cubero, en la percepción del sentimiento económico son determinantes "los últimos datos publicados" y la diferencia "entre las expectativas y la realidad". Cuestiones ambas que ponen en dificultades al Ejecutivo.

Desde el verano, el Gobierno se ha esforzado por lanzar mensajes conciliadores sobre la situación económica. Un ánimo que ya se dejó notar en el arranque de la crisis hipotecaria. El desplome de las Bolsas y la inyección masiva de dinero por parte de los bancos centrales, fue secundada de forma simultánea por declaraciones de preocupación del presidente francés, Nicolás Sarkozy, la canciller alemana, Ángela Merkel, o el secretario del Tesoro, Henry Paulson. Solbes tardó una semana en pronunciarse para asegurar que la crisis tendría un efecto "limitado" en la economía española.

Los recelos entre los bancos a prestarse dinero aceleraron la escalada del Euríbor, el tipo de referencia más habitual para calcular el coste de las hipotecas, que ya llevaba dos años consecutivos de subidas. A finales de septiembre, cuando estaba al 4,7%, Solbes vaticinó que el tipo estaba a punto de "tocar techo". Tres meses después marcaba un nuevo récord, en la frontera del 4,8%. En un año, la cuota mensual de la hipoteca media se ha encarecido en casi 100 euros.

El Gobierno tampoco ha estado afortunado con sus vaticinios sobre la inflación. En octubre, cuando informó del primer repunte de precios por el petróleo y los alimentos elaborados (pasó del 2,2% de agosto al 2,7% de septiembre), Economía mantenía aún que el año podía acabar con una inflación cercana al 3%. El indicador adelantado de diciembre, publicado esta semana, anticipa un IPC del 4,3% anual, el mayor incremento en los últimos 12 años.

Tampoco ha sido bueno el último dato sobre paro registrado, publicado también el pasado jueves. Las oficinas del Servicio Público de Empleo no computaba un aumento de parados tan pronunciado (106.000 desempleados más) desde 2002. Eso no quiere decir que la capacidad de la economía española para crear empleo haya acabado, pero sí que -a falta de que lo certifique la Encuesta de Población Activa- ya no sea suficiente para rebajar más la tasa de paro (en la legislatura pasó del 11,5% al 8%).

"En realidad, si el PIB baja dos o tres décimas más es algo sobre lo que discutimos unos pocos. Lo que sí importa a la gente es que la inflación que perciben la que asocian a las pequeñas compras en metálico más habituales, ha aumentado mucho, que su capacidad de consumo es cada vez menor porque pagan más por la hipoteca que nunca, o que la palabra paro empieza a oírse otra vez", sostiene Juan Iranzo, director del Instituto de Estudios Económicos. Iranzo explica así la diferencia entre la percepción ciudadana y las grandes cifras macroeconómicas, que aunque algo peores, siguen siendo positivas.

Iranzo relaciona la continua revisión a la baja de las previsiones económicas para España de los analistas con el impacto de la crisis financiera en el sector inmobiliario español. "Lo que todavía no somos capaces de precisar es cuánto caerá la actividad de la construcción este año", recalca.

Que la construcción, el motor del crecimiento español en la última década, iba a bajar de revoluciones era algo que habían anticipado los analistas y el Gobierno, que lo consideraba incluso un objetivo deseable en pos de un patrón de crecimiento más equilibrado. Hasta el verano, parecía que la cosa iba bien encaminada. La industria y las exportaciones aumentaron su aportación al crecimiento económico, apoyadas en el buen momento de la zona euro, el principal cliente de la economía española. Pero la irrupción de la crisis hipotecaria frenó en seco el crecimiento europeo.

El último informe del Banco de España destaca que la evolución de la industria y los servicios sigue siendo buena. Lo que ha cambiado es que la caída de la construcción está siendo mucho más pronunciada de lo previsto. Muchos analistas creen ya que la obra civil y la construcción no residencial será incapaz de compensar el desplome en la edificación de viviendas. Las inmobiliarias, muy endeudadas en tiempos de financiación generosa, son las víctimas propicias de las nuevas dificultades para acceder a préstamos en todo el mundo. Y la lista de empresas damnificadas (Astroc, Llanera, Habitat, Colonial...) empieza a ser demasiado larga.

"La crisis está siendo más duradera e intensa de lo que se preveía. Se nota que falta liquidez, sobre todo en las pymes, que la renovación de los créditos es más difícil", destaca el presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán. El máximo responsable de la patronal española apela a los bancos: "Es imprescindible que las empresas no carezcan de los créditos necesarios para seguir creando empleo".

Para Díaz Ferrán, "los problemas más inmediatos de la economía española se encuentran en la subida de precios". Antoni Espasa, director del Instituto Flores de Lemus, especializado en el análisis de la inflación, destaca que el fuerte repunte de los precios, sobre todo en los alimentos elaborados (un 7%), "ha sido una sorpresa para todos". Espasa matiza que, a diferencia de 2001, cuando la inflación bordeaba también el 4%, los bienes industriales no energéticos (los más expuestos a la competencia internacional) tienen un comportamiento "excelente", con un incremento que no llega al 0,5%.

Su vaticinio es que los alimentos elaborados y el petróleo seguirán mantendrán la inflación por encima del 4% al menos hasta primavera. Los analistas y Economía coinciden en pronosticar que los precios se moderarán a finales de año. Pero eso queda ahora lejos. Hasta las elecciones de marzo, el Gobierno ya da por hecho que el IPC será una fuente de malas noticias.

La 'estanflación' acecha en EE UU

Cuando la economía empieza a mostrar señales de debilidad, las expectativas de lograr empleo caen y el consumo se retrae. Con menos demanda, las empresas bajan los precios de sus productos y la inflación afloja. Es el turno entonces de los bancos centrales para recortar tipos de interés, abaratar la financiación y reactivar así el consumo y la inversión.

El problema es que, esta vez, la combinación de la crisis hipotecaria y los altos precios del petróleo y los alimentos, complican la aplicación de una de las recetas más habituales para evitar la crisis. La incertidumbre propagada por las hipotecas de alto riesgo estadounidenses ha acabado con los tiempos de crédito fácil. La desaceleración económica aconseja un recorte de tipos, pero una decisión así puede estimular la inflación en un momento en el que alcanza niveles récord en la última década.

A este callejón sin salida para la política monetaria los economistas lo han bautizado como estanflación: precios al alza y crecimiento débil. En EE UU, la situación se asemeja mucho a este panorama: los analistas vaticinan un arranque de año con un aumento del PIB por debajo del 1%. Y la inflación cerró 2007 al 4,3% anual.

Sólo hay una palabra que suscite más temor: recesión. Y, desde el verano, no se cae de la boca de Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal. La caída de actividad durante más de dos trimestres consecutivos sólo ha tenido lugar en EE UU tres veces desde 1980 (ver gráfico). Pero suele arrastrar al resto de economías avanzadas. Y, singularmente, a España.

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