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El futuro de Europa

Polonia se blinda tras convertirse en la última gran frontera de Europa

Los expertos temen una avalancha de inmigrantes de la antigua URSS y Asia

Cristina Galindo

Polonia se ha convertido en el gran guardián de la última frontera de Europa. Allí se sitúa, desde anoche, el límite más oriental del imperio Schengen, lo que ha obligado a blindar la línea que les separa de sus vecinos de más al Este. El objetivo: tapar el principal agujero de entrada de inmigrantes de la ex Unión Soviética y Asia.

Se trata de un paso histórico no sólo para Polonia, sino para los países que ingresaron en la UE en 2004 y que ahora entran de forma definitiva en el club comunitario. Pero los empresarios de los nuevos nueve socios de Schengen tendrán más dificultades para importar la mano de obra que necesitan sus negocios para crecer.

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El mayor tramo de frontera oriental de la UE se sitúa desde ayer en Polonia: 1.176 kilómetros. Una línea vigilada por 10.000 funcionarios, con la ayuda de los 1.300 vehículos todoterreno que el Gobierno ha comprado para patrullar los pasos que conectan el país con Bielorrusia y Ucrania. "Es un momento importante que esperábamos hace 15 años", declaró ayer Anna Wojcik, responsable de un puesto fronterizo informa Efe.

"El efecto principal de estar en Schengen es psicológico", afirma desde Varsovia Krzysztof Bobinski, del centro de estudios Unia & Polska. "Para nosotros, es reconfortante saber que las fronteras con nuestros vecinos, especialmente los alemanes, se han abierto", añade. De hecho, la policía alemana podrá entrar en territorio polaco para perseguir a presuntos criminales.

Pero la apertura amenaza con tener un impacto menos positivo. Desde la caída del comunismo, en 1989, la frontera oriental de Polonia es el mayor coladero para los inmigrantes provenientes de la ex URSS o de países asiáticos, como China, Bangladesh y Pakistán. Para los expertos, supone una vía de entrada más importante que la del sur de Europa. Al resto de socios de la UE les preocupa que, pese a las medidas de seguridad y vigilancia que exige la entrada en el sistema Schengen, este agujero se extienda hasta sus territorios.

Uno de los puntos calientes se encuentra en las montañas de Bieszczady, que lindan con Ucrania. A diario cruzan este paso ilegal ciudadanos del Cáucaso que pagan más de 2.000 euros para alcanzar el sueño europeo y tener una vida mejor. Las mafias no dudan en abandonar a sus clientes, como sucedió con Kamisa Djamaldinova, una chechena que perdió a sus tres hijas (murieron de frío) en septiembre pasado cuando intentaban alcanzar Polonia. En 2006, 455 indocumentados fueron interceptados en esas montañas.

Mientras el oeste europeo teme una nueva avalancha de inmigrantes, el este se enfrenta a una nueva barrera para poder importar la mano de obra que tanto necesita. El país más afectado es Polonia, que ha visto cómo, desde su entrada en la UE, entre 800.000 y 1,5 millones de trabajadores autóctonos han emigrado a otros países (Reino Unido e Irlanda) en busca de mejores salarios. Esa fuga laboral ha dejado sin mano de obra a compañías locales, que intentan atraer empleados de Ucrania, Bielorrusia, Rusia y China.

"Se calcula que más de 100.000 personas, de Ucrania sobre todo, trabajan ilegalmente en Polonia y son imprescindibles para nuestro mercado laboral", explica Grzegorz Gromadzki, experto de la Fundación Batory, un think tank de Varsovia. "Estar en Schengen hará más difícil la entrada a los que quieran trabajar aquí", añade.

Algunos países del Este europeo han relajado recientemente los requisitos para los empleados extranjeros. Los ucranios podían trabajar durante tres meses en Polonia sin necesidad de un visado especial. "Todo esto cambiará a partir de ahora y las condiciones para conseguir un visado serán más estrictas", explica Jacek Kucharczyk, del Instituto de Asuntos Públicos.

El número de permisos para trabajadores legales se reducirá con casi toda probabilidad. En 2006, Polonia concedió 600.000 visados para ucranios, el mayor número de la UE. Todo apunta a que los problemas en la frontera oriental serán mayores cuando Rumania y Bulgaria, que ingresaron en la UE hace un año, entren en Schengen, quizá en 2011.

El primer ministro eslovaco, Robert Fico (izquierda), el presidente, Ivan Gasparovic, y el canciller austriaco, Alfred Gusenbauer, serraron simbólicamente una barra de seguridad fronteriza entre la ciudad de Petrzalka, en Eslovaquia, y Berg, en Austria.
El primer ministro eslovaco, Robert Fico (izquierda), el presidente, Ivan Gasparovic, y el canciller austriaco, Alfred Gusenbauer, serraron simbólicamente una barra de seguridad fronteriza entre la ciudad de Petrzalka, en Eslovaquia, y Berg, en Austria.REUTERS

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Sobre la firma

Cristina Galindo
Es periodista de la sección de Economía. Ha trabajado anteriormente en Internacional y los suplementos Domingo e Ideas.

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