El Persa
No llegó a través de una Pelota Postal Descascarillable (PPD), pero casi. Como todo lo que tiene que ver con El Persa, la invitación aterrizó precedida de una señal, de un toque maravilloso. La otra mañana, cuando una amiga me regaló una rama de algodón en flor del Jardín Botánico, no supe interpretar que aquella borra blanca escondía una contraseña y que pronto iba a tener noticias de José Cardona, El Persa. Un par de horas más tarde, de regreso a mi oficina, me dejé llevar por el impulso y froté el suave brote de algodón contra la pantalla del ordenador. Fue algo mágico. Descubrí un correo electrónico con un archivo adjunto en el que se escondía la imagen, en tinta china, de un hombre en el momento de chutar una PPD. Tras descascarillar la pelota, leí el mensaje: el próximo jueves 20 (a las 20 h) se presenta en la Llotgeta El Persa, ese desconocido, la última obra de este creador multifacético.
Junto a algunos trabajos inéditos, entre ellos el impagable sobre la PPD, El Persa, ese desconocido reúne una amplia antología de textos, dibujos e historietas de José Cardona, en una hermosa edición que ya de por sí es todo un homenaje a la impresión en dos tintas. El Persa es un artista desconocido por el gran público, pero amado por la pequeña cofradía que ha tenido acceso a una obra publicada de manera fragmentaria e irregular. Ahora llega reunida a las librerías gracias a Media Vaca (http://www.mediavaca.com), una editorial valenciana con varios premios internacionales que destaca por sus ilustraciones.
Tuve la suerte de conocer a Pepe El Persa gracias a Tomás March, que fue su editor a finales de los años setenta y, como él, quedé deslumbrado por su imaginación y por la extraña combinación de lo poético con la mecánica, o de la ciencia ficción con la numerología o la filosofía esotérica. Con los años y las lecturas he comprendido por qué me gustan tanto las cosas que dibuja y escribe. Quien haya gozado con Funes el memorioso de Jorge Luis Borges, quien se haya reído con los Ejercicios de estilo de Raymond Queneau, quien haya sabido saborear La Vida instrucciones de uso de Georges Perec, o simplemente sea capaz de evocar con una sonrisa los inventos de profesor Franz de Copenhague, disfrutará con las historias de El Persa.
Del profesor Franz tenía mucho su inverosímil Mascarilla masticadora Bowerbräu, manual de instrucciones para un artilugio que, a modo de buche de pelícano, permitía a las personas apresuradas engullir los alimentos. Aparato que fascinó a Umbral y que mi querido tío Vicente, un adicto al trabajo, quería comprar a toda costa. El poso de los grandes inventos del TBO está también en el perrito eléctrico Bowerbräu, un excretor urbano para que los humanos puedan marcar su territorio con sus propios excrementos cada vez que les apetezca y del que nos ofrece dos páginas de publicidad en este libro. Pero también en este extraño e hilarante artefacto puede verse una mirada irónica a ese pacto de intocabilidad que según Don DeLillo preside la vida de Manhattan y por extensión de las grandes ciudades.
La obra incluye un recortable del monoplano de 1935 El rayo rojo, del cual se ofrece una curiosa nota histórica y que, según las instrucciones, para su montaje se requiere masilla o en su defecto una mezcla de cola y ¡algodón en rama!
