_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Derechos humanos y minas antipersona

Hoy se cumple el 59º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su Resolución 217-A, de 10 de diciembre de 1948, uno de los grandes logros de la humanidad. Entre sus muchos fines, la declaración aspira a limitar los devastadores efectos de las guerras que asolan el mundo, introduciendo normas de civilización en los conflictos armados, rechazando armas letales: bombas racimo y otras de larga duración, como las minas antipersona, que tienen una vigencia de 50 años de peligrosidad. El contenido de los 30 artículos de la citada declaración constituye un monumento a la salvaguardia de lo que es más noble del ser humano. Destacaría el artículo tercero, que textualmente dice: "Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona". En dicho precepto de derecho internacional descansan las iniciativas que hicieron posible la creación de la Fundación Pax.

Las minas antipersona son asesinos ocultos que esperan al incauto para matarlo o mutilarlo

La Fundación Pax fue constituida en Barcelona para luchar contra las minas antipersona con el propósito de actuar con espíritu humanitario y de servicio en la rehabilitación de las víctimas de dichos artefactos. Lo hace mediante intervenciones quirúrgicas, implantes ortopédicos y colocación de prótesis en los menores de edad afectados, que se realizan gracias a la generosa y eficaz colaboración del hospital de Sant Pau de Barcelona, y también en el futuro con otras instituciones hospitalarias, como la Corporación Sanitaria Parc Taulí, la clínica Quirón y el hospital Sant Joan de Déu. Otro anhelo de la Fundación Pax es sensibilizar a la sociedad sobre este grave problema que conculca la Declaración de los Derechos Humanos y las más elementales normas de concordia y relaciones amistosas entre los pueblos. En reconocimiento de ello, el Consejo General de la Abogacía Española otorgó a la institución en 2005 el Premio de Derechos Humanos por su desinteresada ayuda en la rehabilitación de los niños víctimas de las minas antipersona y por su defensa de los derechos humanos.

Las minas antipersona son asesinos ocultos, silentes, despiadados, que esperan arteramente al primer incauto que tropiece con ellas para matarlo o mutilarlo. Hay más de 165 millones de minas esparcidas por 78 países, las cuales causan una muerte cada 20 minutos. El país más afectado por esta trágica lista necrológica es Colombia, con tres víctimas diarias. El 30% de ellas son niños y niñas que son masacrados simplemente por jugar en un monte o hacer alguna labor en el campo ajenos a los conflictos bélicos de sus mayores, que murieron mucho antes de su nacimiento, o a las guerrillas de bandas armadas cultivadoras de droga.

Esta espantosa realidad de las minas antipersona, que cercena los miembros y mutila las ilusiones de miles de niños y niñas, ha sido objeto de debate internacional y en 1997 se llegó al compromiso, con 156 naciones firmantes de la Convención de Ottawa, de prohibir la producción, comercio, distribución, exportación e implantación de esa pérfida y letal arma. Sin embargo, como ya dijo Thomas Küchenmeister, de la Asociación Alemana de Iniciativas de Lucha contra las Minas, en declaraciones recogidas en DW-World, "40 estados han rehusado formar parte de los países firmantes del compromiso, entre ellos sus mayores productores y compradores"; poderosos Estados forman parte esa lista de "comerciantes del mal" que no han querido ratificar la convención.

Para paliar los efectos de esta terrible lacra que sufre la humanidad, y hasta que llegue el esperanzado día en el que desaparezca para siempre, la Fundación Pax, junto con otras instituciones comprometidas en la tarea, seguirá trabajando para conseguir la adhesión de los estados no firmantes de la Convención de Ottawa y prestará su desinteresado servicio humanitario a las víctimas para ayudarlas a integrarse en el seno de la sociedad como personas en plenitud de sus derechos humanos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Juan Alberto Valls Jové es presidente de la Fundación Pax.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_