_
_
_
_

Jordi Coca gana el Carlemany con una novela de corte 'rodorediano' y crítica con los anarquistas del 36

Carles Geli

El escritor Jordi Coca (Barcelona, 1947) tiene un proyecto literario: reflejar la violencia que generan sobre los individuos los sistemas políticos y las ideas; cómo la Guerra Civil y el franquismo destruyeron una sociedad como la catalana. Así lo empezó a hacer en su novela Dies meravellosos (1996), ubicada en la Transición, y también en Sota la pols (Premio Sant Jordi en 2000), enmarcada en la posguerra. La mujer sin nombre que ahí aparecía víctima de un marido violento es la protagonista ahora de La noia del ball, obra con la que Coca ha ganado el 14º Premio Carlemany de novela, el segundo mejor dotado de las letras catalanas con sus 36.000 euros, convocado por el Gobierno de Andorra y las editoriales Columna y Proa. El premio se entrega esta tarde en El Alguer (Cerdeña), con la presencia del ministro andorrano de Exteriores y Cultura, Juli Minoves, el consejero de Cultura de la Generalitat, Joan Manuel Tresserras, y el vicepresidente italiano, Francesco Ruttelli.

Los recuerdos de la protagonista de sus años de juventud, entre 1916 y 1942, sirve a Coca para ir completando su friso histórico, que quiere cerrar con una mirada a los años sesenta en la novela que ahora escribe. Los bombardeos de Barcelona, la figura femenina y la destrucción de un mundo que rezuma la obra ganadora evocan las novelas de Mercè Rodoreda. "Su perfume está, y también esa visión limitada de la realidad de un personaje muy sensible", afirma Coca sobre la obra que le ha dado su decimosegundo premio.

"Es una novela sobre un ser vulnerable y que me sirve para dar testimonio de que a los que no murieron ni se exiliaron también se les hizo mucho daño". Un daño que, en su opinión, también generó el anarquismo de la FAI en 1936. "Están muy idealizados con lo de que salvaron la República en un primer momento, pero provocaron una violencia que después cuajó en el franquismo", afirma.

Minoves avanzó ayer el fallo en Barcelona aprovechando un posterior encuentro que tenía con Tresserras, en cuya agenda estaba la posible refundación del Instituto Ramon Llull y su ubicación en Andorra. "Somos tierra neutral para un organismo internacional que uniera los esfuerzos en pro de la cultura catalana más allá de la política; sólo hay que ver la fórmula jurídica", admitió Minoves, preocupado porque el uso social del catalán en su país es sólo del 29%.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_