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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Prudencia con los tipos

Menos elocuente que en el pasado se ha mostrado ayer el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, al hablar de una posible subida de los tipos de interés en la reunión del Consejo de Gobierno del próximo 6 de septiembre: "Evaluaremos los riesgos sobre la estabilidad de los precios a medio plazo y decidiremos". Como no podía ser menos. No es un alarde de comunicación, pero al menos incorpora algo de prudencia.

Y hará bien el presidente del BCE en mostrarse más prudente acerca de la orientación futura de la política monetaria en la eurozona. En primer lugar, porque es la mejor alternativa a una comunicación deficiente, como la que mantiene esa institución desde hace tiempo. Hace semanas que anticipó, con mayor grado de precisión del habitual, su intención de volver a elevar el tipo de referencia en la primera reunión de septiembre. Las cosas han cambiado, y mucho, en agosto, obligando al BCE, y de forma coordinada a los otros grandes bancos centrales del mundo, a inyectar de manera extraordinaria grandes cantidades de liquidez con el fin de evitar un colapso crediticio global tras la crisis de las hipotecas subprime (de insuficiente solvencia) en EE UU. En estas condiciones, es razonable que cualquier autoridad monetaria redoble su prudencia y no eche mas leña al fuego de forma innecesaria.

Innecesario e imprudente sería que antes de disponer de elementos de juicio acerca del grado de superación de la crisis crediticia global se decidiera la novena elevación en los tipos de interés de la eurozona, encarecimiento del dinero que ya antes de las perturbaciones financieras de las últimas semanas no contaba con un suficiente respaldo ni de los gobiernos ni de los operadores. Ni los datos de crecimiento del segundo trimestre en el conjunto de las economías de la zona del euro, ni las tensiones inflacionistas invitaban a la inquietud. Ahora mucho menos. Las nuevas circunstancias crediticias no favorecerán precisamente la expansión de la actividad o el crecimiento de los precios. Todo lo contrario. Desde luego, en EE UU, pero también en aquellas otras economías dependientes de una actividad crediticia mucho más exigente.

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Por eso resulta tranquilizador que Trichet no haya caído en la tentación de imponer la terquedad como principal argumento de una institución que ha de basar su credibilidad ante los mercados y los contribuyentes no tanto en su capacidad intimidatoria, sino en su contribución a la generación de bienestar en las economías bajo su jurisdicción

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