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Reportaje:GASTRONOMÍA

Agitado, revuelto y a la carta

La coctelería, como la cocina, también ha evolucionado hacia mezclas experimentales

Francesco Manetto

James Bond lo tenía fácil. Para el héroe de Ian Fleming el cóctel es una religión y su dios, el dry martini. Sólo impone un dogma: "Agitado, no revuelto". Para los consumidores de a pie, en cambio, la elección de una mezcla supone largos minutos de reflexión delante de una carta interminable. De acuerdo, miles de seguidores de la serie Sexo en Nueva York acaban pidiendo un cosmopolitan como Sarah Jessica Parker, y los más sibaritas prueban un fruit cordial, el favorito de Dean Martin, para comprobar al final que es sólo una versión estadounidense de la sangría. Pero la cuestión es que el cóctel vuelve a estar de moda.

En Madrid, en el Museo Chicote, en la Coctelería Del Diego o en el Coq. Y en Barcelona, donde, por ejemplo, el empresario Javier de las Muelas, propietario de la mítica coctelería Gimlet, de 52 años y una vida dedicada a la hostelería, ha vuelto a la carga con nuevas ideas de mezclas. "La arquitectura, el diseño, el cine, el teatro, el deporte y sobre todo la gastronomía viven un momento de efervescencia como nunca antes se había conocido", reflexiona antes de preguntarse: "¿Y los cócteles?". De las Muelas contesta a su pregunta con algunas variaciones sobre el clásico gin tonic. Como una especie de Ferran Adrià de los brebajes, hace un tiempo empezó a experimentar con texturas, olores, colores, grados de condensación... Así nacieron el dizzy jazz mint, con sabor a menta, el is it coffee or is it love? o un tonic soufflé semicomestible. Además de estas creaciones, en el bar que, homenajeando su bebida fetiche, bautizó Dry Martini, situado en el corazón del Eixample barcelonés, propone una línea de frappés martinis. Unos inventos que ya conocen muchos clientes del local, pese a que la mayoría de los clientes prefiera casi siempre las mismas mezclas. ¿Cuestión de fidelidad o pereza a la hora de elegir? Enrique, aficionado a los combinados con base de ron, tiene su filosofía: "Cuando elijo un cóctel, prefiero no equivocarme", explica. Él, como muchos otros madrileños, acude a menudo al Museo Chicote. La carta de este histórico local de la Gran Vía incluye desde clásicos como el mojito hasta mezclas más insólitas, como la ginebra y el vermú, mientras que en las cercanas Coctelería Del Diego y el Coq los incondicionales de las mezclas pueden escuchar los consejos de unos camareros con décadas de experiencia. Conviene probar y dejarse llevar por sus líquidas fantasías.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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