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Reportaje:

Tormenta en la isla

¿Qué ocurre cuando la mejor discoteca del mundo se ve obligada a cerrar un mes por "permisividad" con las drogas? El club Amnesia reabre sus puertas en medio de un intenso debate sobre el modelo de ocio ibicenco

-Oh, tío, estamos aquí y esto es el jodido paraíso. Se lo dice la madrugada del sábado 7 de julio un joven inglés veinteañero a otro. El otro asiente. Ambos llevan puestas gafas de sol y palitos fluorescentes en las manos, algo que se utiliza bailando para hacerse notar en las fiestas de música trance. Amnesia, el club ibicenco donde ellos y otros miles de veraneantes de toda Europa se encuentran en ese momento -el aforo es de casi 4.000 personas, pero seguro que se multiplica en varios turnos de afluencia-, programa las mayores fiestas mundiales de este sonido durante el verano, pero esta noche, los chavales se fijan en algo más carnal.

José Manuel Bar: "La medida del cierre ha sido dura, pero tenemos que luchar contra la droga en la isla"

Cuando la música ha dado el más fuerte de sus subidones, un cañón acaba de desprender hielo seco en estampida. Acto seguido, 25 bailarinas de infarto, la mayoría de Europa del Este, con la mínima ropa, han tomado una de las zonas altas del club contoneándose. Han sido elegidas algunas en el casting de un programa de televisión de Rumania. Ahora son la imagen de la casa, la mayor cantidad de provocación e incitación para las grandes masas. Ellas, la música, el sistema de sonido, las pantallas de vídeo enormes, los espectáculos de láser de la discoteca que parecen cortar a trozos los cuerpos de los que bailan. "El paraíso, tío", insiste el joven inglés, "no sé cómo se les ha podido ocurrir cerrar algo como esto".

Efectivamente, durante un mes, Amnesia ha estado cerrada por orden de la Delegación del Gobierno en las islas Baleares por "permisividad en la venta y tráfico de drogas". También tiene una multa de 6.000 euros. A partir de informes resultantes de investigaciones de la Guardia Civil en años anteriores, las fuerzas de seguridad concluyeron que en este local -y en otros dos, Bora Bora y DC 10- se consumía droga, algo que también sucede en el resto de clubes isleños y la empresa no ponía celo en frenarlo. En Amnesia nadie está de acuerdo. Esta noche hay un guarda de seguridad oteando los lavabos desde lo alto, desde fuera. Hay otros de aquí para allá, hay ojos que miran rincones. Pero el ambiente es eufórico, de celebración. Amnesia inaugura temporada.

"Todo el mundo de la isla está aquí", comenta Magda Estévez, la encargada de prensa de este superclub -así llaman los medios ingleses a las mayores discotecas de música tecno- que fue votado como "el mejor del mundo" en 2006 en la última edición de la Winter Music Conference de Miami, la feria global de la música de baile. La entrada es variable, según las horas punta de la noche: de las 24.00 a las 4.00, cuando la cola de gente daba la vuelta a la sala, subía hasta 40 euros. El agua se vende a 10 euros en el club; la cerveza, a 12. En los privados, las copas a 18 euros, las botellas de champagne Cristal, hasta a 1.400. Se junta lo más pudiente con todo aquel que hace esfuerzos por estar allí. "Esto es especial, aquí te sientes alguien", comenta una chica de Madrid, que se ha venido a Ibiza con una amiga a buscar trabajo.

Mar-T, el dj, confirma que "Amnesia hoy procura reunir lo más de los promotores y de la música mundial, y servirlo con un estilo propio". Sergio, el jefe de puerta, lleva 10 temporadas en el club. Lo conoció cuando era una discoteca al aire libre, a la que se dice que acudían miembros de Pink Floyd. "Era un sitio muy bohemio, ahora todo es muy profesional, pensado y dispuesto como una gran empresa", apunta. Sergio también conoció la sala en 1987, cuando ponía música allí el dj ibicenco-argentino Alfredo Fiorito. Simbólicamente, ese año, con la visita al club de cuatro disc jockeys ingleses hoy muy famosos -entre ellos Paul Oa-kenfold, que ha trabajado con U2 y Madon-na- y la importación a su país del estilo musical y de ambiente que vieron en Amnesia, nació el negocio contemporáneo de la música electrónica. También, su unión casi simbólica a la droga conocida como éxtasis, ya que esos disc jockeys se encargaron de proclamar al mundo que, gracias a ella, vislumbraron las posibilidades de la música ibicenca.

"Lo de la droga es un problema social, que afecta a toda la noche, y en la sala hacemos todo lo posible para que no se consuma; no es verdad que lo permitamos", explica Sergio. En la discoteca se opina que el cierre se debe a persecuciones políticas, a trifulcas pasadas por problemas de horarios, a favoritismos con otros clubes. "No es así en absoluto", explica José Manuel Bar, el director insular de la Administración del Estado, "este local y otros se cerraron porque se permitía la droga, y había negligencia en su control, y hay pruebas fehacientes de ello en los informes policiales". Algunos eran "reiterantes en la conducta tolerante", según expedientes policiales.

"La medida del cierre ha sido dura, pero tenemos que luchar contra la droga en la isla", considera Bar. Durante las sesiones de cierre de temporada del pasado año se levantaron 900 actas policiales, y fueron detenidas más de 30 personas. También se dieron grandes golpes al tráfico, con alijos de 12 toneladas de hachís o 900 kilos de cocaína. "Este año, la temporada empezó con intoxicaciones y hospitalizaciones", explica Bar, "pero la medida de control que se ha iniciado ha hecho que la cifra baje". También añade que, desde el aeropuerto, se habla de un aumento de un 5% en las previsiones de visitantes, "pero eso no quiere decir que pernocten". Hasta de Madrid han salido líneas de aviones baratas de un día a otro para los que quieren armarla en la isla sin reposar.

Magda Estévez, de Amnesia, insiste en que las pérdidas que el cierre del club ha tenido para la isla han sido considerables. "Nuestros más de 300 trabajadores han estado parados, teníamos 11.000 reservas hechas de antemano de gente que iba a venir a nuestras fiestas, y se han cancelado". Fuera del Amnesia, durante la inauguración, dos jóvenes piden firmas para evitar que una normativa, dicen, acabe con una serie de chiringuitos playeros. "Yo creo que todo esto no afecta al turismo", explica José María Etxaniz, propietario del club Privilège, situado enfrente de Amnesia, "y que hay que controlar la droga, sí, pero no dando una imagen de toma policial". Fuera del Amnesia ruedan cuatro coches de la Guardia Civil y uno de la Policía Local. En la rotonda que hay que cruzar desde Ibiza ciudad para llegar al club, un control de la Policía Nacional. "La opinión está dividida", afirma Alfonso Ribas, propietario de los autobuses del Discobus, la línea nocturna que une los centros de fiesta de Ibiza y San Antonio, "hay mucha gente a la que le parece bien que se advierta a las discotecas, pero también temen que esto espante el turismo que viene a divertirse". "Tienen miedo que no venga otro en su lugar, o que el que llegue no cubra las expectativas". Hasta entonces, los que van al Amnesia o a cualquier gran club ibicenco seguirán viviendo la madrugada como si no fuera posible ninguna otra.

Clones de la isla blanca

El cetro de edén del turismo juvenil dispuesto a gastar lo que haga falta por pasar, según rezan la mayoría de promotoras implicadas, "la mejor semana de una vida", no descansa cómodamente en manos de la isla blanca. De hecho, su oferta veraniega de música sin fin, hedonismo intenso, pinchadiscos estelares y ambientes cosmopolitas que no hacen feas a las masas, se ha revelado como una fórmula de éxito aplicable -y de manera maleable-, a muchas otras zonas turísticas con voluntad de renovación. Así, Benidorm, para quitarse el sambenito de turismo chabacano, abre puertas a algunas de las mismas fiestas que se celebran en Ibiza, evocando a su ambiente. Lo mismo sucede incluso en Dubai -el gerente de su discoteca más famosa, Trilogy, trabajó antes en Ibiza- o Singapur, donde su club más famoso y epatante, Zouk, fue copiado, directamente, del Pachá balear. "Yo he contado hasta 85 discotecas con el nombre ilegal de Privilège diseminadas por el mundo", dice José María Etxaniz, propietario del original ibicenco. Pachá, directamente, abre franquicias por todo el mundo, donde se vende una atmósfera "a lo Ibiza".Lugares como Punta del Este, en Uruguay, Taipei, en China, o, sobre todo, Mykonos, en Grecia, han puesto sus ojos directamente en Baleares como modelo de inspiración y, en muchos casos, de imitación. Miami se ha renovado enormemente por la noche gracias a sus recalcitrantes intentos de quedarse con el público americano, del norte y del sur. También allí hay discotecas que se llaman como las de Ibiza (Space, por ejemplo) sin estar conectadas con la original. Por ahora, las polémicas sobre horarios y excesos no han salpicado con la misma intensidad a sus clones nocturnos.

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