_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Juro que me pondré colonia Chispas

Lo leí el miércoles en la prensa y caí de rodillas en acción de gracias por tener el inmenso privilegio de haber nacido catalanohablante. El presidente andorrano, Albert Pintat, ha hecho en Madrid unas revelaciones emotivas: "El catalán ha de ser una lengua simpática para poder prosperar".

Desde luego, tiene más razón que un copríncipe. Todos lo sabemos: el catalán es una lengua única en el mundo. El catalán, a diferencia del urdú, el español, el inglés, el árabe o el chino, tiene que ser simpático para poder prosperar. Si no es simpático, no prospera. Y no hay más que salir a la calle para comprender que tiene la simpatía por los suelos. ¿Eso significa que las otras lenguas son simpáticas? De ninguna manera. Lo que pasa es que esas lenguas ya son prósperas y no necesitan prosperar. Aunque las hable Pol Pot, Idi Amín Dadá o David Bisbal, no resultan ni simpáticas, ni antipáticas. ¡Qué más quisiera yo que haber nacido con una lengua que prosperase a pesar de su antipatía! Pero no se puede tener todo. Así que pongámonos manos a la obra. A continuación les ofrezco unos consejos para que el catalán prospere.

El catalanohablante previsor que se levante un día con ganas de usar su lengua, deberá vestirse de manera adecuada. Para el gran momento, escogerá ropa de colores vivos. Topos, rayas o estampados graciosetes. Nada de americanas oscuras (ellos) o trajes sastre (ellas). El pelo será también objeto de especial cuidado. No sólo estará libre de caspa (la caspa no es simpática), sino que además lucirá unos rizos de payaso. Los zapatos, por su parte, serán un número o dos más grandes. Es de esperar que los políticos y los escritores invitados a la feria del libro de Francfort tengan en cuenta estos consejos. (Los demás pueden usar su lengua con normalidad y vestirse como les dé la gana).

Para parecer simpático, el catalanohablante salpicará su discurso de bromas y comparaciones. Si está frente a la ventanilla del banco para entregar los papeles de la declaración de la renta (hoy es el último día), no demostrará su mala leche a no ser que piense usar otro idioma. Aconsejo, por tanto, que hable en catalán si le devuelven dinero y en cualquier otro idioma si le sale a pagar. En el primer caso, montará allí mismo una especie de Club de la comedia a la catalana. Le preguntará al cajero si se ha fijado alguna vez en que las mujeres van siempre juntas al lavabo. En caso de que el cajero también sea catalanohablante contestará que sí, y a su vez le preguntará al cliente si se ha fijado alguna vez en que nadie cambia el rollo del papel higiénico.

Hay catalanohablantes que no resultan simpáticos ni a tiros (yo, por ejemplo). Pero no por eso tienen que renunciar a usar su lengua. En este caso, contratarán a un showman que les acompañe a todas partes para que, mientras ellos hablen, divierta al interlocutor haciendo juegos malabares o tragando sables. Aunque, cuidado. Hay que escoger bien al showman. Ir a los recados con Jordi LP, Lloll Beltran o els Germans Totó no es una buena solución. Estos nobles profesionales, al ser catalanes, tampoco son simpáticos de por sí. Así pues, lo que hay que hacer es salir acompañado de Jordi LP, la Lloll o los Germans Totó. Pero éstos, a su vez, irán acompañados de showmans no catalanes. Por ejemplo, Paz Padilla, Los Morancos y Jango Edwards. Porque Paz Padilla contando ese momento de su vida en que le dio "un apretón" sí que resulta simpática.

Ir siempre en grupo no es una mala solución. Si bien es cierto que 20 catalanohablantes pueden resultar menos simpáticos que uno solo, también es cierto que si esos 20 catalanohablantes hacen ver que tropiezan, la cosa cambia. Este truquito irá muy bien cuando quieran dirigirse a los niños.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Los curas que quieran oficiar sus entierros en catalán, por favor, que no olviden los chistes y los juegos de manos. En cuanto a los profesores de lengua catalana, que se hagan los gangosos delante de sus alumnos.

Si no hay manera de parecer simpático, siempre queda la opción de desnudarse. Un catalanohablante en pelota picada, si está de buen ver, siempre parece más simpático que vestido. Si no está de buen ver, le queda la opción de hacer un calvo.

Y, para finalizar, no olviden dar propinas a todas las personas a las que se dirijan en catalán (a sus vecinos, a sus hijos, a sus jefes o a sus empleados). Tienen que ser propinas descomunales, exageradas e indignantes, porque dejar propina te hace parecer muy simpático. También tonto, pero la simpatía y la tontería no están tan lejos. Ánimo. Y no olviden que cuando estén de muy mal humor o muy tristes, siempre pueden pasarse al español, al francés, al inglés o a cualquier otra lengua normal para descansar un poco. Viva Andorra.

moliner.empar@gmail.com

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_