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La situación tras las elecciones
Columna
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Reglas distintas

En unas elecciones generales la interpretación que se hace de los resultados la propia noche electoral es la que vale. Por muy ajustados que sean dichos resultados, se sabe quién ha ganado y quién ha perdido. Al menos en lo que a la formación del Gobierno de la nación se refiere. Desde la campaña electoral de 1996, en la que Felipe González anunció que el partido de ámbito territorial español que obtuviera el mayor número de escaños, independientemente del margen de su victoria, sería el único que podría formar Gobierno, se ha impuesto una suerte de convención constitucional, que ha consagrado dicha opinión del ex presidente de Gobierno, aunque no se haya pactado de manera expresa. La misma noche electoral se sabe quien va a ser el presidente del Gobierno, aunque, obviamente, no se sepa siempre en esa misma noche en qué condiciones va a serlo. Entre 1996 y 2000 las diferencias fueron abismales. Pero en ambos casos nadie puso en duda que José María Aznar dirigiría el Gobierno de España. Y por muy "dulce" que los socialistas consideraran su derrota, pasadas unas semanas comprobaron que era una derrota y punto.

Las elecciones autonómicas y municipales son distintas. A menos que el resultado sea clamoroso, se tarda en saber quién ha ganado. En 1983 y 1987 no hubo duda de la victoria socialista, de la misma manera que no la hubo de la victoria del PP en 1995 y, aunque con menos claridad, también en 1991, en especial porque el cambio de tendencia respecto a las dos anteriores fue muy explícito. En 1999 y 2003 los resultados no fueron concluyentes de la misma manera que tampoco lo han sido los de 2007. Los distintos cuerpos electorales que se expresan localmente pero que todos juntos constituyen el cuerpo electoral general han pronunciado una sentencia ambigua, que necesita ser interpretada con mucha cautela.

El PP ha ganado en número de votos, pero el PSOE, por decirlo de una manera gráfica aunque no del todo exacta, ha ganado en número de escaños. Es la primera vez en lo que llevamos de siglo que el PP supera al PSOE en número de votos en toda España. Pero si prescindimos del contraste entre 1979 y 1983, nunca el PP había retrocedido tanto en unas elecciones municipales y autonómicas desde la perspectiva del gobierno de capitales de provincia y comunidades autónomas, como lo ha hecho en estas últimas. La pérdida del gobierno de nueve capitales de provincia, como mínimo, y la muy probable de dos gobiernos autonómicos, es mucha pérdida ¿A qué dato tiene que dársele más peso en la interpretación de los resultados?

A favor del PP juega el factor de que, a diferencia de lo que ocurre en las elecciones municipales y autonómicas, en las que el PP tiene que ganar por mayoría absoluta, porque, de lo contrario, los demás partidos pueden ponerse de acuerdo para constituir gobierno, en las generales, como he dicho al principio, esto no ocurre. Aunque la dirección del PP proteste porque no se respete lo que ellos denominan el derecho de la lista más votada para acceder al gobierno municipal o autonómico, en la sociedad española no existe la más mínima duda de la legitimidad de esos gobiernos de coalición autonómicos o municipales. En unas elecciones generales no creo que la sociedad española aceptara que el partido que gana las elecciones no sea el que después constituye gobierno.

Dicho de otra manera: el PP en unas elecciones generales no necesita ganar por mayoría absoluta, sino que le basta con ganarle al PSOE. No compite contra todos, sino contra el PSOE. Después tendrá que hacer los ajustes que tenga que hacer, pero si queda por delante del PSOE acabará constituyendo gobierno. Desde esta perspectiva el resultado del 27-M le puede haber dado alas.

Al PSOE le ocurre lo contrario. Las reglas con las que ha conseguido aumentar su poder municipal y autonómico no van a ser las que van a presidir el enfrentamiento por el poder estatal. O consigue movilizar a su electorado o no tendrá nada que hacer. Desde esta perspectiva, el resultado del 27-M no puede no haberle generado una cierta inquietud.

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