La Guardia Civil pide ayuda para cazar a El Solitario
Los investigadores difunden nuevas imágenes del violento atracador en su último golpe
La Guardia Civil difundió ayer nuevas imágenes del atracador conocido como El Solitario, a la vez que solicita ayuda ciudadana para capturar a este delincuente que lleva más de 13 años burlándose de los cuerpos policiales. En los más de 30 robos que se le atribuyen ha logrado un botín de 700.000 euros en entidades bancarias.
El instituto armado ha hecho públicas ahora imágenes captadas por las cámaras de seguridad de un banco de San Agustín de Guadalix (Madrid) donde El Solitario actuó el pasado 14 de diciembre, y otras del atraco que protagonizó en la Caja Rural de Toro (Zamora) el pasado día 18. A la vez ha puesto a disposición de los ciudadanos un teléfono gratuito, el 900 10 12 12, para que quien pueda aportar alguna información sobre este delincuente, al que se atribuye el asesinato de dos guardias civiles en Castejón (Navarra), lo haga con garantía de confidencialidad.
En el atraco perpetrado en Toro, El Solitario se apoderó de unos 6.000 euros (entre ellos cuatro billetes de 500 euros) e hirió de un disparo de revólver al cajero Luis Alonso Medina, de 53 años, casado con una funcionaria municipal y padre de dos hijos. "Esto para que la próxima vez tengas más dinero...", le espetó el agresor. Algo similar hizo el 20 de abril de 2006 en otro banco de Sarria (Lugo).
El escurridizo atracador ha modificado ligeramente su aspecto: ahora usa perilla (antes lucía barba) y gafas aparentemente graduadas, así como una gorra con visera, que empezó a llevar desde que asaltó el banco de San Agustín de Guadalix. En esta última ocasión no utilizó las muletas ortopédicas que ha usado en otros atracos, simulando una cojera, para burlar así los arcos detectores de metales. En cambio, cubría las yemas de sus dedos con esparadrapo para no dejar huellas.
Todo hace pensar que este individuo planifica mucho sus golpes. Pero la Guardia Civil no se explica por qué en la oficina de Toro llamó al timbre de la puerta, al desconocer que habitualmente está abierta al público. Al verlo esperar pacientemente, un empleado le hizo gestos para que empujara la puerta, sin adivinar las verdaderas intenciones de ese cliente.
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