Otro hospital (in)acabado de Aguirre
La presidenta vuelve a inaugurar un centro sanitario con material médico retirado tras la foto
Lunes, once y media de la mañana. Esperanza Aguirre, presidenta regional, entra en una sala del nuevo Hospital del Henares, en Coslada. Se llama "sala de bloqueo". Allí, una mujer -al menos no vestía bata blanca, como sucedió a finales de abril en la inauguración del hospital del Tajo, cuando falsas enfermeras lucían el vestuario de estas profesionales- le explicó lo útil que era el sistema de radiología digital. En una pantalla, la presidenta pudo ver una radiografía.
Seis horas más tarde, ya sin la presencia de periodistas ni de vigilantes de seguridad, la maquinita había desaparecido de la habitación. Igual que ocurriera la semana pasada, en la visita a la finalización de las obras del hospital de Parla, cuando Aguirre se fotografió con una incubadora. Un camión retiró dos horas después el aparato.
Una hora antes, la presidenta llega al hospital, donde le recibe el consejero de Sanidad, Manuel Lamela. El acceso al centro -que dará servicio a finales de 2007 a Coslada, San Fernando de Henares, Velilla de San Antonio, Mejorada del Campo y Loeches- es por un camino de tierra lleno de baches, poco acorde con la pomposidad de una inauguración de un hospital. Es el cuarto que Aguirre presenta en las últimas semanas, el primero en plena campaña electoral.
Pero... ¿es esto una inauguración? ¡No! Es una visita a "las obras culminadas", matiza Aguirre tras la polémica sobre su afición a inaugurar centros sanitarios con mucha obra por hacer. Hasta diez veces aseguró la presidenta-candidata del PP -durante un interminable paseo de más de dos horas- que el acto daba por "terminadas las obras del Hospital del Henares".
La realidad y las fotografías realizadas en el centro anteayer, el día anterior a la inauguración y ayer por la tarde, contradicen una vez más a la presidenta. Domingo, seis de la tarde. Una visita previa y extraoficial al mismo hospital descubre el lado oscuro de las inauguraciones made in Aguirre. La entrada trasera se aleja mucho de estar acabada. Suelos sin baldosas, paredes sin rematar, cables colgando de techos sin enyesar... Y bastante oscuridad. En la morgue, el flash ilumina los inmensos frigoríficos. En el suelo, plásticos y cascotes. En el pasillo, una carretilla. Dos obreros charlan en otra habitación. ¿Por dónde se sube? "Por allí", dice uno. Por el hueco de las escaleras cae un cable.
Y tras una puerta, el hospital empieza a parecerse a un hospital. Un largo pasillo de colores azul y blanco está terminado, aunque descuidado. El parloteo de un par de trabajadores se escucha a lo lejos. El hospital, vacío, impone.
A lo largo del pasillo, despachos, consultas y las habitaciones individuales que publicita Aguirre, donde el domingo había en algunas tres camas. Embaladas, claro. En otra sala, decenas de sillas de sala de espera.
Entramos a la UCI. Un barril metálico, varios botes de pintura y una escalera daban la bienvenida. Hay desorden, salvo en una de las habitaciones, perfectamente ordenada. La camilla en su sitio, la mesa del médico y un carrito auxiliar, también. En él, jeringuillas, esparadrapo y gasas. Es el atrezo que espera la visita de la presidenta.
"El hospital se ha construido en un tiempo récord, en 15 meses", se vanaglorió ayer Aguirre. Sonreía pletórica, quizá porque todas las dependencias que le enseñaron -la presidenta no quiso, pudo o supo visitar ninguna de las dependencias del hospital repletas de cascotes, herramientas y material aún por desembalar- relucían.
El nuevo centro hospitalario contará con hasta 224 camas, siete quirófanos y tres salas de parto. Todo ello estará en manos de una empresa privada, que es la que ha construido el hospital y lo gestionará durante 30 años. A cambio, el Gobierno regional pagará un alquiler anual de 15 millones, además de poner el personal médico y de enfermería.
Ayer por la tarde, el resto de la escenografía matutina seguía intacta. Las camas, vestidas con sábanas del Hospital Universitario de la Paz. Pero lo que estaba en obras el domingo continuaba igual el lunes. El agua no salía de ningún grifo y tampoco había luz ni teléfono en algunos sitios.
El control sobre los periodistas fue muy estrecho durante la visita. Un ejército de vigilantes jurado impedía el paso adonde no interesaba. Algún periodista lo intentó, pero fue devuelto al rebaño.
Entre lo que sí relucía estaba el hall del hospital, muy luminoso y acogedor. En la planta materno-infantil, las cunas, las mesas de colores y las paredes con dibujos animados alegraban la vista. "Imagínate, lleno de flores, de niños, de familias viendo a sus bebés", soñó Aguirre. Los quirófanos también relucían. "Los medios, por favor, vamos a reanimación", volvió a gritar la jefa de prensa. Hubo alguna que otra sonrisita maliciosa.
"¡Qué cutre!", se le escapó a Aguirre al ver un lavabo en el habitáculo que une las dos salas de esterilización. Fue su único comentario negativo. Ese lavabo, comparado a los del recorrido extraoficial, parecía el de Rockefeller.
Aguirre se despidió cumpliendo el objetivo de la mañana, hacer campaña: "Si nos renováis la confianza construiremos dos centros de salud. Uno en Coslada y otro en San Fernando". Y lanzó un mensaje. "Sabemos que el dinero de los contribuyentes como mejor se usa es invirtiéndolo en sanidad", dijo Esperanza.
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