_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Corazón

Rosa Montero

Un catedrático de cardiología llamado José Abellán ha dicho que "lo que más protege al hombre de riesgos cardiovasculares es estar casado con una mujer (...) que no trabaje fuera de casa". Es posible; probablemente la mujer cocinará comidas más sanas, y además convivir con un ama de casa es por lo general un chollo inmenso, porque es como disponer de una secretaria, una enfermera, una recadera, una doncella, una administradora, una contable, una costurera, una telefonista, una confidente, una recepcionista, una nurse (si hay niños), una veterinaria (si hay mascotas), una chófer (si hay coche) y así hasta solventar todas las necesidades imaginables. Vamos, que te facilita la vida de tal modo que tu nivel de estrés debe de descender muchísimo. Ya digo, puede que sea cierto, pero esto no quita para que sea una observación terriblemente sexista.

Y lo es porque evidencia una verdad de Perogrullo, a saber, que, pese a lo mucho que han mejorado las cosas, la visión de la realidad sigue siendo prioritariamente masculina. O lo que es lo mismo, el varón todavía es la medida del mundo, lo normal, lo central, lo neutro, mientras que la mujer es lo otro, lo accesorio, lo anormal, lo excéntrico. Es una visión sesgada que se aplica a todo. Por ejemplo, a esas máquinas que se tragan el tiquet a la salida de los aparcamientos. ¿Cuántas veces las mujeres tenemos que sacar medio cuerpo por la ventanilla, o incluso bajarnos del coche, para llegar? Están colocadas a la medida de un brazo masculino.

En cuanto a la ciencia, aún hoy la mayoría de las investigaciones siguen centradas en los hombres. Como ese cardiólogo que sólo habla del riesgo en los varones y convierte a la mujer en un elemento secundario más de la salud viril, como el aceite de oliva. ¿Y qué ocurre con el corazón femenino? Ya se sabe que, al emanciparse, las mujeres están padeciendo más ataques coronarios: fuman, beben, tienen más estrés. ¿Y por qué no se estudia si las profesionales con una novia ama de casa (o con un esposo amo de casa, que también los hay) sufren menos infartos? El sexismo es eso: que ni se te ocurra esta pregunta.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_