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LA CRÓNICA
Columna
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El arte de prometer

A la hora de presentar su programa electoral, Luis Díaz Alperi ha anunciado que comprará la Serra Grossa y los humedales de Agua Amarga para construir en ellos un parque natural. Me hubiera conformado con que Alperi se ocupase de los escasos parques que tiene la ciudad y los redimiera de su abandono. Pero si no la ha hecho durante los años en que ha gobernado Alicante con mayoría absoluta, no creo que vaya a hacerlo ahora. Además, prometer que mantendrá los parques espléndidos, no le proporcionará más votos al candidato. No es que el alicantino desconfíe de las promesas de Díaz -a la vista están los resultados electorales- sino que la oferta tiene un escaso interés. Afirmar que funcionarán los servicios municipales, carece de atractivo en una campaña electoral. En cambio, dice usted que va a comprar la Serra Grossa, y ya se ha asegurado, como poco, los titulares de los diarios.

Para tener alguna posibilidad de éxito en la batalla por la alcaldía, el aspirante debe contar con algún proyecto estrella en su programa. Si falta este requisito, las posibilidades de triunfo son más bien remotas. Ahora, no es necesario que el proyecto sea verosímil, ni disponer de presupuesto para el mismo. Lo único importante es que se hable de él en la ciudad. Años atrás, cuando el Partido Popular lanzó por primera vez la idea de la Ciudad de la Luz, ni sus propios creadores -un grupo de profesores de la Universidad de Alicante- sabían de qué trataba en realidad el asunto. Formularon una idea vaga, difusa, que hablaba de convertir Alicante en la ciudad de la luz. Como sucede con las buenas metáforas, la imagen penetró en el cerebro del electorado y su propia indefinición actuó como un imán.

Alperi conoce a la perfección el mecanismo electoral -le sobra experiencia para ello-, y por eso procura, cada cierto tiempo, alimentarlo con alguna noticia. Qué clase de noticia sea esta importa poco; el caso es mantenerse en el tapiz de la actualidad.

Meses atrás, anunciaba el soterramiento de Conde de Vallellano, una de las principales vías que atraviesa la ciudad. Pese a contar con el aval de Francisco Camps, el proyecto había quedado un tanto olvidado en este tiempo. Ese es el motivo de que ahora haya anunciado la compra de la Serra Grossa y los humedales de Agua Amarga. ¿Qué la propuesta será difícil de ejecutar? Por supuesto, pero es probable que el día de su ejecución no llegue jamás ¿Recuerda usted alguna de las grandes promesas que, hace cuatro años, figuraban en el programa electoral del Partido Popular?

No, no menospreciemos a Díaz Alperi. Si hace promesas que no podrá cumplir es porque sabe que los alicantinos jamás le exigirán cuentas. Díaz conoce bien a sus conciudadanos y gracias a ello -y a la ayuda que, en algún momento, le prestaron algunos buenos amigos socialistas- lleva doce años gobernando la ciudad con mayorías absolutas. Posee, sin duda, el cinismo necesario para durar en la política. Pero su mayor virtud, la que explica sus repetidos éxitos en la alcaldía, es haber advertido que Alicante había cambiado, y la ciudad no era la misma que la de veinte años atrás.

Aquella imagen del Alicante liberal, republicano, que aún alentó durante el mandato de José Luis Lassaletta, ha desaparecido en el río de la historia. Un análisis de la población actual mostraría que Alicante es hoy una ciudad conservadora.

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