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Columna
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La contrademocracia

Joaquín Estefanía

El sociólogo Pierre Rosanvallon ha acuñado el neologismo de contrademocracia, con esa habilidad que tienen los franceses para sacar petróleo del mundo de las ideas. La contrademocracia no es lo contrario de la democracia, sino la democracia contraria, la democracia de los poderes indirectos diseminados en el cuerpo social, la democracia negativa a la sombra de la democracia positiva (la de la legitimación electoral). Un ejemplo de contrademocracia son las permanentes manifestaciones en la calle, haciendo subsidiaria la apelación a las instituciones representativas.

Esta apelación directa a los ciudadanos conduce a la tentación populista. Es propio del populismo radicalizar la democracia de la vigilancia y del impedimento hasta completar su movimiento hacia la impolítica. Según Rosanvallon, la preocupación por inspeccionar la acción de los gobiernos se transforma, en el caso de la contrademocracia, en estigmatización permanente de las autoridades hasta constituir una potencia negativa, radicalmente externa a la sociedad. Con el populismo triunfan las "masas negativas", que evocaba Elías Canetti. Así, los rechazadores contemporáneos ya no se parecen en nada a los antiguos rebeldes o disidentes. Mala noticia para Esperanza Aguirre, tan necesitada de la épica de la resistencia... cuando pertenece al bando de los dominadores.

Dahrendorf ha publicado nuevo libro (El recomienzo de la historia. Editorial Katz). En él analiza la labor de las fuerzas políticas en las democracias, para concluir que cuando las oposiciones siempre y por sistema contradicen al Gobierno, dejan de ser creíbles además de desinformar al ciudadano. ¿No es éste el caso del PP que, a pesar de la estrategia de la crispación, no supera el empate en los sondeos, mientras su líder, Mariano Rajoy -el político que consiguió la hazaña, inédita en la historia de España, de pasar de la mayoría absoluta a la derrota electoral- suspende sistemáticamente en las opiniones de los ciudadanos?

El PP no quiere debatir más de que política antiterrorista (en sus dos modalidades, 11-M y ETA) y de política territorial, con la reciente incorporación de Navarra al imaginario social. ¿Qué opina de la intención de la británica Imperial Tobacco de quedarse con Altadis? Altadis no es Endesa: ni el del tabaco es un sector estratégico, ni al frente de la primera está Pizarro. ¿Cómo interpreta las declaraciones de Carlos Slim, el presidente de Telmex, de que siendo presidente de Gobierno José María Aznar llamó a su homólogo mexicano para que facilitase la fusión entre Telefónica y Telmex? Con una peculiaridad: tanto Telmex como Telefónica eran ya empresas privadas. ¿El liberal Aznar ejerciendo de celestina?

Ahora, la batalla crispante se va a trasladar al terreno de la Justicia. El Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ha superado ya en cinco meses el periodo para el que fue elegido. El PP no quiere saber nada de negociaciones para sustituir a sus componentes por otros y el PSOE pretende forzar una reforma para evitar que, en la interinidad, el CGPJ siga tomando decisiones fuertes. Este CGPJ ha asumido un notable protagonismo en la labor de oposición a las distintas reformas e iniciativas emblemáticas del Gobierno: nueva regulación del matrimonio entre personas del mismo sexo, posición respecto a Batasuna y al fenecido "proceso de paz", Estatuto de Cataluña (decidió informar sobre la constitucionalidad del nuevo Estatuto en plena tramitación parlamentaria, sin que nadie se lo hubiera demandado, con la intención de influir en la votación), etcétera. Todo ello ha transformado al CGPJ en un cualificado protagonista del debate político cotidiano, mientras su verdadera dimensión (la política judicial, la organización de la justicia, la selección y formación de los jueces, el régimen disciplinario, etcétera) queda diluida. El CGPJ ha devenido en otro elemento de polarización, no de consenso.

La contrademocracia multiplica los organismos no electos que pretenden ejercer un poder de veto para mantener -o alterar- el statu quo político, distorsionando el funcionamiento normal de una democracia. De difícil marcha atrás, incluso cuando la oposición devenga en Gobierno.

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