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Reportaje:

Un cetáceo rodeado de secretos

Los investigadores harán un seguimiento de la reproducción y cría de las belugas para ayudar a su conservación

La beluga es un cetáceo rodeado de secretos. Se desconoce el número de ejemplares de la conocida como ballena blanca -en realidad es de la familia de los delfines- que habita las aguas heladas del Ártico. Los datos, basados en estimaciones, sitúan su población en torno a los 145.000 ejemplares, "una cifra muy poco precisa", según el coordinador de investigación de L'Oceanogràfic de Valencia, Manuel Castellote. Es debido al desconocimiento sobre el estado de salud real de sus poblaciones por lo que, por una cuestión de precaución, se considera una especie protegida.

Tampoco se conocen demasiado bien cuestiones aparentemente tan básicas como el ciclo reproductor de este mamífero marino. "Hay estudios de poblaciones de Alaska y Canadá que han observado que aprovecha el invierno para alimentarse y guardar reservas y en verano se reproduce", comenta Castellote. "En otras poblaciones observadas, sin embargo, sucede a la inversa y es en verano cuando se alimentan".

Esta falta de información es grave para el futuro de la especie. Pero incluso puede serlo más para los seres humanos. Tomado desde una perspectiva egoísta, el estudio de estos animales aportaría información fundamental sobre los efectos del cambio climático en estos cetáceos, el Ártico y el resto del planeta. Las belugas (del ruso beluye, que significa blanco) están en la cima de la cadena trófica del Ártico. Esto significa que se trata de una especie de paraguas, como denominan los biólogos a aquellos animales que sirven de termómetro medioambiental de su ecosistema. Suele tratarse de depredadores que ocupan el vértice de la pirámide alimenticia y que son los primeros en sufrir las alteraciones en su hábitat, por mínimas que sean.

Las primeras señales de alarma de alteraciones en su entorno ya han comenzado a registrarse. En invierno, este mamífero desciende a zonas subárticas menos frías. Existen estudios que describen cómo las poblaciones de esta especie que se podían observar en zonas de Alaska y Canadá han comenzado a ocupar áreas más al norte de las que tradicionalmente visitaban. "Esto nos indica que la cobertura de hielo está retrocediendo", comenta Castellote. "Sabemos que el ecosistema del Ártico está cambiando de forma drástica" y la primera especie en alterar sus costumbres debido a estas alteraciones es la beluga.

Por primera vez, los expertos mundiales en esta especie se han reunido, en L'Oceanogràfic de Valencia, para poner en común sus estudios sobre la conservación y protección de esta especie y ver los efectos del cambio climático sobre estos cetáceos. Pero sobre todo, el objetivo prioritario consiste en fijar unas líneas de investigación comunes y una agenda global de recomendaciones para su conservación. Así, los expertos acordaron ayer en Valencia la creación de una red de páginas web en la que investigadores, científicos y comunidades nativas aporten información sobre esta especie. También harán un seguimiento a la reproducción de las belugas, desde el aparejamiento hasta el nacimiento de la cría, y se pondrá especial atención en informar de las condiciones en las que se encuentran en su medio de origen para mejorar la aclimatación de las que viven en acuarios, dadas las dificultades de esta especie para criar en cautividad [hace unos meses murió en l'Oceanogràfic la primera cría nacida en Europa].

Para ello, junto a especialistas llegados de Canadá, Estados Unidos o Rusia, tienen un lugar destacado representantes de la población inuit (esquimales). Su aportación, más allá de que las belugas forman parte de su dieta, es fundamental, ya que son quienes mejor conocen esta especie.

La primera beluga nacida en Europa en cautividad (en la foto, con su madre) murió en Valencia a las pocas semanas.
La primera beluga nacida en Europa en cautividad (en la foto, con su madre) murió en Valencia a las pocas semanas.

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