González se impone en el antiguo Bilbao
La burguesía vasca ha perdido el poder del banco 150 años después de su fundación
En 1857, un grupo de industriales de Bilbao encabezado por los Epalza, Ybarra, Zubiría y Arellano impulsan la creación de un banco por suscripción popular. Se apuntan 106 comerciantes de la villa que entonces tenía 30.000 habitantes y vivía la euforia de la incipiente industria del hierro y de la actividad del puerto. Hoy, 150 años después, aquella burguesía dominante ha perdido el poder y el Banco de Bilbao está integrado, junto al Vizcaya y Argentaria, en el BBVA bajo la presidencia de Francisco González (Chantada, Lugo, 1944).
Es el sabor agridulce de este 150 Aniversario del Bilbao, que, junto al Santander, es la entidad más añeja de España. Sin embargo, a diferencia del banco cántabro, el Bilbao no domina en el actual BBVA. Ese papel le corresponde a la antigua banca pública en la persona de González, que se hizo con el poder tras el forzado abandono de los conejeros del BBV, con el copresidente Emilio Ybarra a la cabeza, por la existencia de unas cuentas secretas a sus nombres. Ybarra y varios colaboradores han sido exculpados de delito.
El banco ha triplicado el beneficio y duplicado su valor en Bolsa bajo la presidencia de González
Las relaciones del presidente del BBVA con la sociedad vasca son distantes desde la fusión
González se ha volcado en el cumpleaños. La próxima jornada de liga tiene previsto hacer el saque de honor de todos los encuentros y él personalmente el del partido del siglo de todos los años entre el Barcelona y el Real Madrid, del que es abonado. Seis días después, el viernes 16 de marzo, celebrará la junta general en la capital vizcaína. Será la primera vez en años que la entidad no convoca a sus accionistas un sábado.
El presidente llevará a la junta como bandera la adquisición del Compass, un banco con amplia ramificación en el sur de Estados Unidos, y unos resultados de 4.736 millones de euros (24% de crecimiento). El Compass le alivia del fracaso que supuso el intento de entrar en la italiana BNL y avanzar en su objetivo de implantarse en el país norteamericano después de ser líder en México. Además, hará ondear el lema 150 años, 150 bancos, con el que quiere resumir la concentración de entidades que se suman en el actual BBVA y que es el título del libro que regalará en Navidad.
La junta será, seguramente, el paseo militar al que se acostumbra, aunque, como ocurre desde que desaparecieron del consejo los representantes de los antiguos Bilbao y Vizcaya, no se verán miembros destacados de aquella burguesía que creó el Bilbao. También es muy probable, a pesar de la efeméride, que no aparezcan representantes de las instituciones locales, provinciales y autonómicas. Tampoco están previstos ni medallas de oro ni homenajes. No obstante, el 27 de marzo las autoridades y los principales accionistas están convocados a la inauguración de una exposición del pintor alemán Kiefer en el Guggenheim.
La realidad es que las relaciones del actual presidente con la sociedad vasca han sido distantes desde la fusión. Aupado por el Gobierno de Aznar al territorio bancario y ajeno a las costumbres de Neguri, el lujoso barrio de la margen derecha de la ría del Nervión, González no ha logrado hacerse un hueco en ese mundo. No es que haya perdido muchas horas de sueño en el empeño, pero apenas ha encontrado audiencia, por lo que ha dejado que sea el segundo, José Ignacio Goirigolzarri, el encargado de esos asuntos. Las denominadas familias de Neguri, que nunca han tenido una participación mayoritaria, sienten el banco como algo suyo y soportan a regañadientes no estar al mando.
En la primera parte de su existencia, el Bilbao apenas tuvo competencia, que llegó en 1891 con el Banco del Comercio, impulsado por las familias navieras Sota y Aznar. Las dos entidades se enfrascan en multiplicar activos y dar más dividendos que el vecino. Hasta que en 1901, el Bilbao decide absorber el Comercio ante la osadía de éste de robarle clientes ofreciendo acciones de Seguros La Polar.
En ese año se produce una eclosión de bancos en toda España como consecuencia de la repatriación de dinero de las últimas colonias. En Bilbao nacen cinco, entre ellos el Vizcaya, que toma el testigo del Comercio, a iniciativa de Pedro Mac Mahon y José María Basterra. Bilbao y Vizcaya emprenden una rivalidad que mantendrían casi todo el siglo. Compiten, se ponen celosos, construyen edificios a cada cual más ostentoso y se extienden por el mundo. Durante la dictadura, ya con presidencias permanentes (Julio Arteche, del Bilbao, y Pedro Careaga, conde de Cadagua, del Vizcaya, que están hasta 1960 y 1975), entran en el club de los grandes. Llegan los cambios tecnológicos, pero no despuntan hasta la revolución de los mánagers, ejecutivos que no pertenecen a las familias. José Ángel Sánchez Asiaín, un ingeniero de Baracaldo, sustituye a Gervasio Collar en el Bilbao, y Ángel Galíndez a Careaga en el Vizcaya.
Se impone una nueva forma de hacer banca. Los mastodontes (Banesto, Central e Hispano) apenas se mueven. Cambia el eje de la actividad. Antes era la operación, ahora es el cliente. Asiaín introduce la tarjeta de crédito, y enseguida lo hace el Vizcaya. Los dos bancos se miran de reojo. Con los primeros síntomas de la crisis industrial, diversifican. Aparecen los problemas de tamaño y empieza a hablarse de fusión. Están obligados a entenderse. Pero Asiaín, convencido de la necesidad de ganar envergadura, corteja primero al Hispano. Tras algún coqueteo, lanza una OPA hostil sobre Banesto, donde se topa con un ambicioso abogado del Estado recién aterrizado llamado Mario Conde que se hace fuerte con el apoyo de un consejo envejecido, plagado de familias con tradición banquera.
La intentona fracasa. Pero resulta que la solución estaba al otro lado de la calle. Asiaín llama a Pedro Toledo, que tres años antes había asumido la presidencia del Vizcaya. Estaba esperando su llamada. Las conversaciones fructifican y dan lugar al BBV, que copresiden. Corre 1988. "Se juntaban un aguerrido cazador, el Vizcaya, y un agricultor tranquilo, el Bilbao", según un banquero. Eso probablemente explica los problemas que surgen. Las culturas son muy distintas y los equipos no sueldan.
La crisis alcanza mayor dramatismo con la muerte de Toledo. Los consejeros del Vizcaya deciden nombrar a Alfredo Sáenz copresidente, lo que no aceptan los del Bilbao. Vuelan los cuchillos. Hasta que dimite Asiaín y el Banco de España nombra único presidente a Emilio Ybarra, procedente del Bilbao y vicepresidente del banco, y a cinco consejeros independientes. Pero la bonhomía de Ybarra no impide que el conflicto siga creciendo. Los vizcaya son arrinconados y los bilbao, entre los que aparece Pedro Luis Uriarte, ex consejero del Gobierno vasco, como hombre fuerte, toman el timón. La ruptura definitiva se produce cuando el banco cede a los altos ejecutivos que quedaban del Vizcaya para reflotar Banesto. La adquisición de éste por el Santander, que se lo quita de las manos, supone el éxodo definitivo.
El mercado bulle. Después se fusionan Central e Hispano (BCH), que en 1999 se integra con el Santander. La respuesta vasca fue Argentaria, creado a partir del Exterior y la banca pública. Y es Argentaria, contra pronóstico ya que supone un tercio del nuevo BBVA, el que acaba mandando. A González, que había sobresalido en los años del boom bursátil antes de que el PP le nombrara presidente de Argentaria en 1996, le toca abordar la modernización. Termina de depurar el banco y el consejo de tiempos pasados. La vuelta del PSOE al Gobierno no es un plato de buen gusto. Parapetado en el banco, se consolida tras rechazar el intento de entrada de la constructora Sacyr en el consejo.
En los cuatro años de presidencia única, el BBVA casi ha triplicado el beneficio y ha duplicado su valor en Bolsa. FG tiene tres años para ultimar el banco que lleva en la cabeza antes de jubilarse. Su estrategia pasa por la transformación tecnológica ("el BBVA debe ser una empresa de servicios que ofrezca productos, financieros o no") y la globalización, más que por arriesgarse en grandes compras. Es su apuesta y su herencia.
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