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Reportaje: Libertad de expresión en Europa

Un año después, la brecha sigue abierta

En Dinamarca, foco de la crisis de las viñetas, los dibujantes aún tienen escolta policial

Los ecos del juicio abierto ayer en París contra el semanario Charlie Hebdo por injurias contra el islam resuenan con particular intensidad a 900 kilómetros más al norte. Dinamarca sigue con avidez un proceso que es, después de todo, la prolongación del conflicto que enfrentó al diario Jyllands-Posten con organizaciones islámicas locales, a cuenta de la publicación de 12 dibujos de Mahoma, y que terminó convirtiendo a ese país nórdico en el blanco de las iras del mundo musulmán.

"Estamos muy pendientes, porque el proceso está directamente vinculado con nosotros y nos sentimos muy unidos a nuestros colegas del Charlie Hebdo", explica vía telefónica Joern Mikkelsen, jefe de redacción del Jyllands-Posten. "Además, se trata posiblemente de la cuestión más importante de nuestro tiempo: la libertad de prensa, la libertad de expresión y la lucha contra las ideas totalitarias".

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En la sala del tribunal parisino se encontraba ayer un testigo de excepción: Flemming Rose, jefe de la sección de Cultura del Jyllands y responsable de la publicación de las caricaturas, en septiembre de 2005. La intención de Rose era responder a la autocensura ante el islam, espoleada en Europa por el asesinato del cineasta holandés Theo Van Gogh. Las dificultades del escritor danés Kaare Bluitken para encontrar un ilustrador para su libro infantil sobre el profeta Mahoma; la retirada, en museos de Londres o Goteburgo, de obras que podían ofender a los musulmanes o el anonimato solicitado por los traductores de un libro de la diputada holandesa Ayaan Hirsi Alí, crítico con el islam, llevaron a Rose a pedir y publicar los dibujos de Mahoma. Más que un desafío al integrismo, la decisión era un reto a los intelectuales europeos. ¿Hasta dónde estaban dispuestos a defender la libertad de expresión?

Las protestas iniciales contra las caricaturas en Copenhague cobraron una dimensión internacional tras una gira de varios imanes daneses por Oriente Próximo. Capitaneados por Ahmad Abu Laban, el flamígero jefe de la Sociedad de la Fe Islámica, fallecido la semana pasada, los imanes no dudaron en difundir informaciones sesgadas y caricaturas apócrifas que no se habían publicado en el Jyllands, y que se repartieron en la Conferencia Islámica de La Meca, en diciembre de 2005. El resultado no se hizo esperar. Las protestas dejaron 50 muertos y varias embajadas danesas destruidas.

Un año después de la crisis, la brecha sigue abierta en Dinamarca. Los 12 caricaturistas, que tuvieron que vivir literalmente escondidos, siguen bajo protección policial. Igual que Flemming Rose, que ha regresado a su país tras varios meses de exilio, pero que sigue recibiendo amenazas de muerte.

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"Seguimos en el mismo punto que al principio. Ellos insisten en su derecho a publicar y en la libertad de expresión, y nosotros insistimos en que tienen que respetar nuestra religión. Hablamos en idiomas diferentes", dice desde Copenhague Kasim Ahmad, portavoz de la Sociedad de la Fe Islámica.

Joern Mikkelsen asegura que la crisis fue útil para conectar a los musulmanes con la sociedad danesa: "Antes se les tomaba como una comunidad unitaria, sin fisuras. A raíz de la polémica, muchos musulmanes, individualmente, se desmarcan y se unen al debate. La controversia, además, sacó a la luz el peligro del islamismo militante para las sociedades abiertas".

Para los islamistas, no hay interlocución. "Los medios daneses hablan con los musulmanes liberales, pero nos olvidan a nosotros, que somos la parte real del problema", asegura Ahmad. Tras haber perdido los juicios contra el Jyllands en Dinamarca, la Sociedad de la Fe Islámica dirige su mirada hacia París. "Esperamos que el juicio deje sentada la prohibición de publicar este tipo de ilustraciones, que insultan a los creyentes", dice su portavoz. "Una sentencia absolutoria sería un mensaje muy preocupante para los musulmanes en todo el mundo, porque significa que se puede insultar libremente a nuestra religión y a nuestro profeta. Los problemas pueden resurgir. Sería una muy mala señal".

Un responsable de la Gran Mezquita de París, Abdellah Zekri, habla con la prensa a su llegada al tribunal.
Un responsable de la Gran Mezquita de París, Abdellah Zekri, habla con la prensa a su llegada al tribunal.REUTERS

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