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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Josefina Méndez, bailarina y maestra de ballet

Encarnó la elegancia en la danza y papeles emblemáticos del repertorio romántico

La gran bailarina cubana Josefina Méndez falleció en La Habana el pasado jueves 25 a los 65 años de edad, tras luchar contra un cáncer. Había nacido en la misma capital de Cuba el 8 de marzo de 1941 y estaba considerada mundialmente como una de las grandes figuras del ballet americano del siglo XX y pieza clave y relevante del ballet cubano. Ya en los años sesenta, el más importante de los críticos británicos de ballet, Arnold Haskell, la había calificado como una de "las cuatro joyas del ballet cubano", junto a Loipa Araújo, Aurora Bosch y la también desaparecida Mirta Pla.

Josefina Méndez, Yuyi para todo el mundo de la danza, era la encarnación de la majestad y la elegancia, una gran estrella del ballet clásico que encarnara con éxito en todo el mundo los grandes papeles emblemáticos del repertorio romántico y clásico. Su Giselle, en ocasiones inolvidable, frecuentemente fue comparada con la de Alonso y otras grandes. Méndez, por esos azares misteriosos del teatro, poseía en escena un parecido físico a veces sorprendente con Alonso. Ella lo llevó siempre con gallardía, y supo imprimir a sus caracteres escénicos luz y voz propias. Su técnica depurada poseía la particularidad de los equilibrios, un detalle virtuoso que la caracterizaba y le permitía los más sofisticados acentos en el dibujo coréutico.

Josefina Méndez había empezado sus estudios de danza en la escuela de la Sociedad Pro-Arte Musical y los continuó en la Academia Alicia Alonso con Fernando Alonso, León Fokin y José Parés, sus principales maestros y reales modeladores de un carácter y perfil de gran belleza, buen gusto y sobriedad. Había debutado el 27 de marzo de 1955, paradójicamente, en la danza de los napolitanos de El lago de los cines, pero travestida de chico, ante la escasez de varones de la compañía en esos años.

En las dos primeras ediciones del concurso de ballet de Varna (Bulgaria) en los años 1964 y 1965, Josefina ganó las medallas de bronce y plata, respectivamente; en Francia, en 1970, recibe el Grand Prix de la Villa de París junto a su compañía, el Ballet Nacional de Cuba, y la deseada Estrella de Oro. En 1976 recibe el Premio Internacional de Arte Sagitario de Oro, el galardón más importante que se concede en Italia al sector de la danza. En 1971 y en 1973 fue invitada a la Ópera de París, donde bailó entre otros papeles con gran éxito La fille mal gardée. En España, se recuerda su aparición en Santander en una gala de estrellas en la plaza Porticada en 1980. Después bailó mucho por toda la Península y visitó Madrid hasta hace apenas dos años en las giras veraniegas del BNC.

Sus grandes papeles clásicos fueron, entre otros, la mencionada Giselle además de un trémulo cisne blanco; la Madame Taglioni del Grand pas de quatre; su Bella Durmiente, francamente imperial, y sus creaciones modernas de Bernarda basadas en la pieza de García Lorca o su Penélope; su contundente madre de los Capuleto (siempre sobre las puntas) en Un retrablo para Romeo y Julieta; su Juana de Arco; su bailarina española en Majísimo y su personal Muerte del cisne, creación fokiniana que llevó al terreno de la vibración poética, casi del éxtasis.

En 1996, el día de su retirada de los escenarios, bailó con su hijo, el hoy primer bailarín del BNC, Víctor Gilí, la pieza Intimidad, creada para la ocasión por el coreógrafo Alberto Méndez. Anteayer, sábado 27, el cadáver de Josefina Méndez se expuso en el Gran Teatro de La Habana, el escenario de sus triunfos y laureles. Pero además de bailar como una diosa, Josefina fue una maestra ejemplar, recta, capaz de imponer disciplina y rigor al montar un ballet o dar una clase, y varias bailarinas de generaciones posteriores pasaron por sus manos y por sus ensayos, por su ejemplo.

Josefina Méndez, en <i>La muerte del cisne.</i>
Josefina Méndez, en La muerte del cisne.FRANK ÁLVAREZ

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