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Reportaje:

Brinda y vámonos

La Comunidad recortó las celebraciones de fin de año en la Puerta del Sol por el atentado de ETA en Barajas

Francesco Manetto

No hubo pinchadiscos que pusieran una banda sonora al nacimiento de 2007, tal y como había organizado la Consejería de Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid. Christopher Makos, fotógrafo estadounidense amigo de Andy Warhol y famoso por haber inmortalizado algunos protagonistas de la movida madrileña, no enfocó esta vez con su cámara a los miles de ciudadanos anónimos que pretendía retratar. No hubo fiesta, ni juegos de luces desde las seis de la tarde como estaba previsto. La pantalla gigante instalada junto al kilómetro cero se encendió tan sólo unos segundos, coincidiendo con la medianoche.

Doce campanadas, como todos los años, y unos rápidos fuegos artificiales alumbraron una Puerta del Sol, ocupada por miles de asistentes y por las aún inacabadas obras del Ministerio de Fomento. De todas formas, todo quedó ensombrecido por el atentado terrorista de ETA en Barajas el sábado.

Los responsables de la fiesta organizada por la Comunidad quisieron por eso dar un toque más sobrio a las celebraciones y anularon las actividades previstas el 31 por la tarde.

La Puerta del Sol empezó a llenarse a partir de las diez de la noche, aunque menos que en los últimos años. Las obras de la calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo impidieron la entrada de miles de personas, que escucharon las campanadas y comieron las uvas en las calles aledañas.

A las 23.30 todavía era posible cruzar la plaza sin pegar demasiados codazos, algo imposible en años anteriores. "Mirad, por aquí se ha abierto un pasillo. Vamos hasta el reloj", comentaba un grupo de jóvenes llegados desde Sevilla. "Es el primer año que conseguimos acercarnos tanto", apuntaba Miguel antes de desaparecer entre sus compañeros. Los asistentes, sin embargo, eran en su mayoría turistas extranjeros o inmigrantes. Entre la entrada de la calle Mayor y la estatua del Oso y el Madroño, franceses, alemanes, escandinavos, italianos, estadounidenses, magrebíes y hasta una familia rusa al completo -con sus respectivos vasos de vodka- compartieron la llegada del año nuevo. "Quiero tomar las uvas al lado de esa bandera homosexual", comentaba en su idioma Mike, joven británico. "¡Es la bandera de la paz!", le contestaba desde otro grupo una chica italiana.

Mientras, los empleados del Ayuntamiento repartían unos 17.000 vasos de plástico para impedir que la plaza se llenase de envases de cristal. Al tiempo, decenas de comerciantes chinos celebraban su particular Nochevieja vendiendo cotillones, botes de uvas y champán. "¿Tiene una botella de cava?", "Una serpentina y un bote de uvas, por favor", eran algunas de las frases más escuchadas en las calles colindantes. Después de las campanadas, ya en 2007, un breve espectáculo pirotécnico se convirtió en el augurio de feliz año de la Comunidad de Madrid, antes de que los asistentes abandonaran la plaza. ¿Deseos para el año nuevo? La mayoría de los entrevistados no tenía dudas: "Paz". Otras peticiones, decididamente más gamberras, aparecían escritas en unas pancartas. "Papá, súbeme el sueldo", pedía un joven enseñando su mensaje a las cámaras de televisión. "Yo quiero papeles", comentaba Yussuf, senegalés, mientras sus amigos y compatriotas auguraban un sencillo: "¡Gol de Senegal!".

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Los efectivos del Samur-Protección Civil recibieron el año nuevo con más de 250 asistencias en el centro de Madrid, aunque a ninguna sucedió un ingreso hospitalario. En el acto de las 12 campanadas de la Puerta del Sol no se produjo ninguno de los 60 avisos de intoxicación etílica registrados en la capital. Allí, las coincidencias fueron prácticamente nulas, según señaló el Samur, con 11 personas atendidas.

Desde las 21.30 del 31 de diciembre y las 3.00 del 1 de enero, además, los servicios de limpieza recogieron unos 26.500 kilos de basura en la Puerta del Sol y alrededores, una tonelada menos que el año pasado. El Ayuntamiento destacó el comportamiento cívico de los madrileños, que utilizaron los 80 contenedores colocados en las calles del centro histórico. Una moda menos cívica, acorde con las tradiciones levantinas, se ha estrenado este año en algunos barrios de la capital, donde los vecinos lanzaron decenas de minicohetes en vez de los típicos petardos.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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