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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Siempre es la hora del té

"Vaya forma estúpida de matar el tiempo", gritó la Reina. "Y desde entonces... son siempre las seis de la tarde... Siempre es la hora del té y no tenemos tiempo de lavar la vajilla entre té y té", explica el Sombrerero a Alicia en el episodio de su merienda con la Liebre de Marzo del libro de Lewis Carroll Alicia en el país de la maravillas. Hace ya décadas que el tiempo no se detiene en el Reino Unido para cumplir con la mitificada convención británica de tomar el té, pero como en el episodio del libro de Carroll, en la sede central de Casa Àsia, en Barcelona, desde hace una semana siempre es la hora del té. Del té de China, de donde es originaria esta bebida con 5.000 años de antigüedad, cuya historia recorre la exposición que hasta el 20 de marzo muesta la partitular colección de teteras de porcelana china del ginecólogo portugués y catedrático de la Facultad de Medicina de Lisboa Luis Mendes da Graça.

Al otro lado del espejo, el Sombrerero y la Liebre de Marzo darían muchas y muchas vueltas a la mesa antes de haber usado las más de 300 piezas de servicio de té de la colección de Mendes da Graça que se exhiben en la exposición. Una colección iniciada hace una década con la compra de una tetera en un anticuario de King's Road, en Londres, mientras este singular y afable ginecólogo buscaba piezas para la colección de platos y tazas de porcelana de té que realizaba en ese momento propiciada por su interés por la historia de los viajes de los navegantes portugueses a Oriente. La compra de aquella tetera le llevó a adquirir otra, y después otra más, hasta relegar la anterior colección y reunir más de 400 piezas adquiridas con el dinero que había ahorrado para comprarse una casa de campo. "Con el valor que actualmente tienen las teteras podría comprarme dos casas de campo", afirma con satisfacción mientras señala una singular pieza de pared doble de 1700 decorada en azul cobalto cuyo precio en subasta oscilaría entre 15.000 y 20.000 euros.

Mendes da Graça, sin embargo, no parece dispuesto a vender su colección, que guarda con celo en su propia casa -"los chicos ya son mayores y se han independizado, y la casa es grande", señala-, donde exhibe una parte de las piezas, y que le apasiona mostrar en exposiciones para compartirla con el público, ya que considera que su valor no es sólo estético, sino también histórico. Y es que a través de esta colección se puede seguir no sólo la historia del té, sino también la de la porcelana de té fabricada en China por encargo europeo, porque la suya es una de las colecciones de teteras de porcelana china más importantes del mundo y la más extensa en piezas de los siglos XVII y XVIII.

Cuenta la leyenda que un día del año 2737 antes de Cristo el emperador chino Sheng Nung se hallaba descansando bajo un árbol de té silvestre cuando la brisa hizo caer en un cuenco lleno de agua hirviendo algunas hojas. Al beber aquel agua descubrió que la infusión resultante era deliciosa y refrescante. A partir de ese momento el consumo de té se fue popularizando en China. Los primeros documentos referidos a esta bebida datan del siglo III antes de Cristo y se refieren a la recomendación de un médico chino de beber la infusión para aumentar la capacidad de concentración y como antídoto en caso de envenenamiento. En los siglos IV y V, el té era entregado como presente a los emperadores y prensado en pastillas se usaba como moneda de trueque en las relaciones comerciales con los turcos. Los comerciantes de té no tardaron en enriquecerse y se empezaron a fabricar toda una serie de artículos de lujo relacionados con su consumo.

El impacto del té en la historia y la cultura de China ha sido enorme, pese a no contar con ninguna marca conocida en el mercado internacional y haber quedado relegada su producción a partir del siglo XIX al segundo lugar tras la India. De China el té se expandió primero a Extremo Oriente y empezó a llegar a Occidente de la mano de los árabes. Sin embargo, su masiva introducción se inició en el siglo XVII a través de los holandeses, que establecieron una base comercial en la isla de Java. En 1606 la Compañía Holandesa de las Indias Orientales transportó a Europa el primer cargamento importante de té y la bebida se convirtió en objeto de un floreciente negocio que tuvo en el Reino Unido a su principal cliente. Fueron justamente los interesese del té de este país los que propiciaron en el siglo XIX las guerras del opio en China y un siglo antes la rebelión de los colonos americanos por los elevados impuestos que desembocó en la guerra de la independencia de Estados Unidos.

El negocio del té generó también el de la porcelana del té que por encargo europeo se fabricaba en China. Las teteras tal como las conocemos son una adaptación para este uso de las piezas de porcelana que en la China se usaban para servir el licor de arroz o para escanciar agua sobre la pasta de tinta para escribir. "Los chinos no usaban teteras, hervían el agua con las hojas y la servían en las tazas", narra Mendes da Graça. "Eran los europeos los que usaban las teteras de porcelana que se encargaban en China porque no habían hallado todavía la fórmula para fabricar porcelana. E incluso cuando ya sabían hacerla, seguían fabricándola en China con diseños realizados en Europa porque resultaba más barata y era de mayor calidad", concluye.

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