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Reportaje:

La educación que no conocía obstáculos

El Centro Cultural Conde Duque de Madrid abre el jueves una muestra que celebra el 75º aniversario de las Misiones Pedagógicas

J. A. Aunión

Estando yo en la mi choza / pintando la mi cayada, / las cabrillas altas iban / y la luna rebajada..." Estos son los primeros versos del romance anónimo La Loba Parda, que Francisco Giner de los Ríos escuchó a un pastor de la Sierra de Guadarrama a finales del siglo XIX y que se convirtió en uno de los símbolos, más de 30 años después, de las Misiones Pedagógicas. Ideadas por el propio Giner de los Ríos en torno a la Institución Libre de Enseñanza, y después de varias décadas de intentos, propuestas y experimentos, las Misiones Pedagógicas llegaron con la II República, de la mano de Manuel Bartolomé Cossío, para convertirse en una de las iniciativas más revolucionarias de impulso de la educación y la cultura que se hayan hecho jamás.

En camioneta, en burro o a pie, los misioneros, entre los se contaban grandes intelectuales y artistas como María Zambrano o Luis Cernuda, llevaron a los pueblos más escondidos de la geografía española bibliotecas, música, teatro o cine. Pero también, y sobre todo, los mejores profesores de la República apoyaron y asesoraron a los maestros rurales. También llevaban a cuestas el Museo del Pueblo, con copias de los cuadros más importantes de la escuela española, realizadas, entre otros, por Ramón Gaya. Él mismo, junto con otros como Cernuda o Antonio Sánchez Barbudo, era el encargado de hablar de los lienzos. "Lo principal es que sientan que todo ese patrimonio también es suyo', les decía Cossío", explica el profesor de la Universidad de Santiago de Compostela Eugenio Otero, autor del primer libro sobre las Misiones Pedagógicas y comisario de la exposición que se inaugura el próximo jueves en el centro Cultural Conde Duque, en Madrid, para conmemorar el 75º aniversario de esta iniciativa.

En la muestra, organizada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, la Residencia de estudiantes y la Fundación Giner de los Ríos, se exponen imágenes de aquellos días, películas, obras de teatro o la música que se escuchó en los pueblos. Y el teatro de marionetas, cuyas obras, en su mayoría, preparó Rafael Dieste, y que Cossío ideó para poder llevar a las aldeas a las que no accedía ni el teatro ni el coro porque no había ni caminos para las camionetas.

Hoy, los más viejos de los pueblos aún recuerdan aquellas misiones que querían llevar hasta el último rincón la modernidad y el espíritu crítico y que fueron cercenadas como tantas otras cosas por la Guerra Civil. Pero además, su huella ha pervivido en la obra Zambrano, Sánchez Barbudo y muchos otros intelectuales "cuyo pensamiento no se puede entender sin aquella experiencia", asegura Otero. Porque aquel fue un camino de ida y vuelta, no sólo llevó a los pueblos todo aquello, sino que "descubrió una España inédita, desconocida en las ciudades", añade. Una España que se podrá redescubrir, a partir del jueves en la Residencia de Estudiantes (calle del Pinar, 21-23, Madrid).

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Sobre la firma

J. A. Aunión
Reportero de El País Semanal. Especializado en información educativa durante más de una década, también ha trabajado para las secciones de Local-Madrid, Reportajes, Cultura y EL PAÍS_LAB, el equipo del diario dedicado a experimentar con nuevos formatos.

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