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Vuelve a Sevilla 'El juicio final', la obra maestra de Pacheco, que estuvo perdida un siglo y medio

El Bellas Artes y el Musée Goya 'dialogan' con lienzos de Velázquez, Zurbarán y Picasso

Margot Molina

Una de las grandes paradojas de la historia del arte española se despejó en Francia en 1996 y ahora ha vuelto a Sevilla, la ciudad en la que nació en el siglo XVII. Se trata de El juicio final, un colosal lienzo de casi 3,5 x 2,5 metros que Francisco Pacheco pintó en 1611, y al que se le perdió la pista en 1869, cuando un abad intentó venderlo en París. Lo curioso es que esta obra que hizo para un convento sevillano el maestro y suegro de Velázquez es el cuadro más documentado de la pintura española, porque el mismo Pacheco le dedicó dos capítulos en su libro Arte de la pintura. El lienzo forma parte de la exposición Diálogo entre dos colecciones que se inaugura hoy en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

El cuadro del que durante más de un siglo y medio se sabía todo, hasta los más mínimos detalles, menos su paradero; apareció en una casa palacio de Marsella en 1996. El enorme lienzo, sin bastidor, estaba clavado en el hueco de una escalera en pésimas condiciones. Los propietarios escribieron al director del Musée Goya de Castres (Francia), Jean-Louis Augé, para saber si era realmente un Pacheco.

Tras cuatro años de restauración El juicio final, considerado la mejor obra de Pacheco, se colgó en el Musée Goya, una pinacoteca que con 250 obras españolas, desde la Edad Media hasta el siglo XX, posee la tercera colección de arte español más importante fuera del país. La primera está en el Ermitage de San Petersburgo (Rusia) y la otra, en el Louvre de París. "Que este cuadro, que fue pintado para el convento de Santa Isabel de Sevilla, vuelva a su ciudad es un gesto simbólico. Sevilla es una ciudad que sueña y que se sueña", afirmó ayer en el capital andaluza Jean-Louis Augé, comisario de la muestra junto a Ignacio Cano, director del Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Diálogo entre dos colecciones, que estará abierta hasta el 11 de marzo, reúne 42 obras de los fondos del Musée Goya y del Bellas Artes sevillano, la mitad de cada pinacoteca, que también podrán verse en la sala Caja Duero de Salamanca -patrocinadores de la muestra- y en el propio Musée Goya. Desde las tablas de comienzos del siglo XVI de Alejo Fernández, hasta uno de los últimos retratos de Picasso, Busto de un hombre escribiendo (1971), la exposición va introduciendo a través de un sistema de audioguía parejas de lienzos de los mismos autores o de artistas que compartían escuela que provienen de cada uno de los museos. La selección está llena de los grandes nombres de la pintura española: Alonso Cano, Valdés Leal, Murillo, Zurbarán, Ribera, Velázquez, Goya y otros más cercanos en el tiempo como Sorolla, Anglada-Camarasa o Zuloaga. En Sevilla en lugar de 42 serán 41 los lienzos, puesto que el Retrato de don Cristóbal Suárez de Ribera -propiedad del museo sevillano- está en la gran muestra de pintura española que se celebra en Nueva York y se incorporará a la exposición en Salamanca.

Sin embargo, para los comisarios de Diálogo entre dos colecciones la estrella es El juicio final. "Esta obra marca el final del manierismo en Sevilla y es muy importante porque el joven Velázquez llegó de aprendiz a su taller cuando la pintaba; incluso participó en un bodegón que aparece en otra de las grandes obras de Pacheco, Cristo servido por los ángeles, que también está en nuestro museo en Castres", apunta Augé.

El director del museo francés, profesor en la Universidad de Toulouse, reconstruye la historia de la pintura, en la que el mismo Pacheco se retrata -en la parte baja de la izquierda- y en la que aparecen nada menos que 740 personajes. El cuadro costó bastante para la época, 700 ducados, y su salida de España no está clara. "No está claro si salió con las tropas de Napoleón en 1808 o se vendió tras la Desamortización de Mendizábal en 1835. Sabemos que se vendió en 1862 en París y que en 1869 el abad Martín publicó un folleto para venderla. De ese folleto se hizo el mismo año un grabado que aparece en Historia del arte, de Charles Blanc, y que es la única reproducción que conocíamos de la obra hasta 1996", explica el especialista francés. "Yo creo que el abad dejó la tela a sus nietos y fue así como llegó a Marsella. Nosotros lo compramos en 1996 por 200.000 francos ( unos 30.500 euros) y junto al Picasso es una de las estrellas del museo", añade.

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"Esta exposición ha sido el fruto de un gran esfuerzo de todo el personal del Bellas Artes. Hemos restaurado tres, la tabla de Alejo Fernández, la Inmaculada de Ignacio de Ries (1640) y un retrato de Madrazo. Estos dos últimos llevan años en los almacenes. Además, es la primera vez que el Bellas Artes va a prestar tantas y tan importantes obras", apuntó Ignacio Cano.

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Sobre la firma

Margot Molina
Ha desarrollado su carrera en El PAÍS, la mayor parte en la redacción de Andalucía a la que llegó en 1988. Especializada en Cultura, se ha ocupado también de Educación, Sociedad, Viajes y Gastronomía. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado, entre otras, la guía de viajes 'Sevilla de cerca' de Lonely Planet.

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